Cara y cruz de los museos en Valencia
La capital proyecta centros en Correos y Hacienda mientras tiene pendiente la ampliación del González Martí y la adecuación del entorno del San Pío V
Día de los Museos, 18 de mayo. Hoy en Valencia hay dos grandes edificios que aspiran a convertirse en salas de exposiciones: Correos y Hacienda. También a día de hoy, grandes referentes –en Valencia y el resto de España– históricamente asentados en las calles de la capital del Turia claman por ganar espacio. Y no sólo eso, hay centros expositivos ya arraigados que llevan años pendientes de que acabe su rehabilitación, de que llegue el diseño que les permita trazar su futuro e incluso algunos esperan la definición que los llene de contenido real. Es la cara y la cruz de los museos en Valencia.
El monumental edificio de Correos en la plaza del Ayuntamiento y muy cerca el imponente inmueble que acogió la delegación de Hacienda en la calle Guillem de Castro, dos grandes casas de la ciudad, aspiran a convertirse en museo. La que fue sede tributaria es propiedad del Ayuntamiento y de la Diputación de Valencia. La inadmisión de un recurso interpuesto por el Ministerio de Hacienda ante el Tribunal Supremo lo ha ratificado. Y la Corporación Provincial ha manifestado la aspiración de convertir el edificio en sede para su amplia colección pictórica.
El Ayuntamiento no ha hablado de ningún uso para la construcción de Guillem de Castro a la espera de conocer el estado en el que se encuentra Hacienda. Sin embargo sí que ha mirado hacia su vecino de enfrente: Correos. La ahora alcaldesa de la ciudad, María José Catalá, siendo todavía candidata dio a conocer en mayo de 2023 un proyecto innovador: el Museo Fallero del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Llegaron a hacer pruebas con un simulador 4D en busca de concederle carácter para exposiciones inmersivas.
Y no es el Consistorio el único pretendiente para ocupar el Palacio de Telecomunicaciones. La céntrica y espectacular construcción también está en el punto de mira de la Generalitat –propietaria del inmueble– para depositar las obras de Sorolla que viajarán desde Nueva York a Valencia en virtud del acuerdo –anunciado por el jefe del Consell, Carlos Mazón–, con la Hispanic Society of America. La antigua residencia de los servicios postales, que costó a los valencianos 23,9 millones de euros, se estrenó con la exposición 'De la foscor a la llum' para exhibir la colección Lladró, también adquirida por la Generalitat. Con posterioridad acogió otras muestras. Todo apunta, pues, que la vocación del atractivo edificio es convertirse en un museo.
Es cierto que conviene llenar de contenido –usar– los inmuebles que posee o adquiere la Administración. Conviene hacerlo por el bien del dinero de los valencianos. Aun así, y por más nobles que resulten las pretensiones, el asunto no deja de generar interrogantes. ¿En qué situación se encuentran las salas ya existentes? ¿Todos los museos activos de la ciudad disponen de un contenido y una programación satisfactoria?
Los asuntos pendientes
La búsqueda de respuestas invita a una revisión de la oferta museística que inevitablemente conduce hasta el González Martí. La situación de las salas más visitadas de la ciudad clama al cielo. La extensa colección, 31.708 piezas, que atesora el Museo Nacional de Cerámica no tiene espacio suficiente. Son muchísimas las obras de arte que están guardadas y no porque carezcan de interés. Todo lo contrario, muchas son primeras espadas. Pero, como recientemente publicó LAS PROVINCIAS, ni siquiera hay espacio suficiente para ofrecer las mejores condiciones de almacenamiento.
El museo, cuya titularidad corresponde al Ministerio de Cultura, lleva más de veinte años a la espera de que llegue su ampliación. Varios ministros de Cultura se han paseado por sus salas sin que los viajes a Valencia hayan cuajado en decisión alguna para acabar con las carencias. Hasta ahora, no han sido más que visitas que bien pueden considerarse de cortesía.
Tampoco el Museo de Bellas Artes San Pío V –propiedad del Estado y gestionado por la Generalitat– anda sobrado de huecos y sin asignaturas pendientes. La pinacoteca atesora cerca de 30.000 piezas de las que se muestran 700; el San Pío V no sólo conserva pintura, de ahí la elevada cifra. Los lienzos ascienden a 3.700, de los cuales se ven una quinta parte. El director, Pablo González Tornel, explicaba a LAS PROVINCIAS en fecha reciente que «nunca hay que hacer un museo que no resulte incomprensible», algo que necesariamente conduce a la selección «de lo mejor», sobre todo cuando las colecciones cuentan con varias obras de un mismo autor.
Aun así, no se puede perder de vista que la que se considera la segunda pinacoteca de España lleva años a la espera del plan museográfico, una cuestión decisiva tanto para el discurso del espacio expositivo como para el diseño del mismo. Rediseñar el modelo que posee es de vital importancia para mostrar piezas que ahora no se ven. La dirección del Bellas Artes no ha dejado de aprovechar el sitio al máximo extrayendo los espacios más curiosos para poner ante los ojos del público su rica colección. Así, en 2022, a fin de conceder habitación propia a la escultura, se habilitó una galería interior de la primera planta del patio del Embajador Vich. El reto era colonizar espacios expositivos entre las cuatro paredes del museo. Esto sólo es un ejemplo para ilustrar la realidad de un lugar de referencia que también aguarda ya demasiado el proyecto que el Ministerio de Cultura tiene que ejecutar para permitir el acceso desde los Jardines de Viveros.
Ya ven, mientras se piensa en dos futuribles grandes contenedores de arte para la ciudad, los ya existentes reclaman soluciones a sus necesidades. Se da la circunstancia de que tanto el González Martí como el San Pío V son del Estado, pero ello no significa que no haya asuntos sin resolver en el territorio de la Generalitat.
IVAM y Centro del Carmen
Justo en el otro extremo de la calle donde se levanta el edificio de Hacienda, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) ofrece al catálogo otro ejemplo de deberes que no se han hecho, si bien en este caso ya se puede hablar de un asunto que ha desaparecido de la hoja de ruta.
En 2003 se presentó oficialmente la ampliación del referente del arte contemporáneo en Valencia, un ambicioso proyecto –fracasado en el camino– de los arquitectos japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa para cubrir el museo con la 'piel' que pudo llevar a Valencia a obtener un premio Prikzer, las iniciativas fueron perdiendo ambición hasta caer en picado.
Y del corazón del barrio del Carmen, en la calle Museo llega otra prueba. Han pasado años y los gobiernos más diversos sin que se haya resuelto la ansiada ampliación del Centro del Carmen de Valencia. El espacio, dependiente del Consorcio de Museos, requiere de una rehabilitación que no llega para devolver la vida a la parte de la antigua Escuela de Artes y Oficios. Una de las alas del piso superior del bello claustro renacentista del rehabilitado convento sigue clamando por su restauración.
La oferta museística en la capital del Turia cuenta también con las aportaciones de las salas de titularidad municipal ante las que se echa en falta definición clara sobre sus contenidos, que se determine cuál es el discurso que se les quiere conceder. Saltan a la vista los ejemplos de las Reales Atarazanas, así como el de la Almoina.
La bella construcción de la zona marítima no ha llegado a ver materializado el proyecto que lo iba a convertir en Museo del Mar. Es cierto que las Reales Atarazanas acogen programación expositiva, no siempre regular, pero también lo es que lleva años pendiente de verse convertido en ese espacio de homenaje al universo marítimo que también forma parte de la personalidad de la ciudad del Turia. El Almudín, otro edificio del Ayuntamiento, al parecer se quiere reactivar como sala de exposiciones, pero no se observa una línea clara en la definición de sus contenidos, ni se ha observado en los últimos años regularidad en la programación. Hay que tener en cuenta que durante el tiempo que el Palau de la Música permaneció cerrado para su rehabilitación, el Almudín se convirtió en una sede alternativa para el auditorio municipal.
Un recorrido de altibajos, de obras que nunca llegan y proyectos marcados por la indefinición cuando Valencia aspira a hacer de dos de sus grandes edificios nuevos museos. La cara y la cruz de apuestas cuya gestión es determinante para la vida cultural de la ciudad.
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