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Luchadores en la guerra al Covid

9 d'octubre ·

Punto de inflexión. La Comunitat vence a la pandemia gracias a la vacunación y el esfuerzo de miles de profesionales: sanitarios, policías, trabajadores sociales, científicos, militares... Nuestros guerreros

Sábado, 9 de octubre 2021, 00:54

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Se ha comparado la pandemia con la guerra. Sin duda, es lo más parecido a un conflicto bélico para las generaciones nacidas tras la Guerra Civil: muertes masivas a escala mundial, muchas en soledad, hospitales colapsados, alertas por megafonía, toques de queda, niños sin colegio, abrazos prohibidos, militares y policías en calles desiertas por el confinamiento o una crisis económica que aún colea son sólo parte del infierno vivido que hoy llega a su punto de inflexión. El momento de la esperanza.

El balance es sobrecogedor: más de medio millón de contagios (uno de cada diez valencianos) y casi 8.000 muertes son las cifras que nos deja la pandemia en la Comunitat. Pero el 27 de diciembre de 2020, justo en el punto más dramático de la tercera ola, se abrió la puerta de salida: el mastodóntico proceso de vacunación. Lo inauguró Batiste Martí, receptor del primer pinchazo en una residencia de Rafelbunyol. «Yo estoy muy bien, muy tranquilo. No tengo miedo. He querido hacer esto porque hay que hacerlo. Que lo hagan todos, que es bueno», animaba el octogenario aquel día con palabras llanas.

El proceso de inmunización colectiva ha sido largo y salpicado por dudas, como la crisis de los trombos vinculados a las primeras dosis de Astra Zeneca, un nuevo rompecabezas para profesionales de las fuerzas de seguridad o profesores, entre otros. Pero la vacuna siguió su camino hasta alcanzar las cifras con las que cerraron los vacunódromos hace semana y media: 5,3 millones de dosis suministradas, 600.000 desde la Ciudad de las Artes. Un consumo de 1,8 millones de agujas y 1,6 millones de jeringas en manos de más de 2.000 profesionales sanitarios. Hasta el jueves, casi cuatro millones de valencianos estaban vacunados. Gracias a eso hoy los hospitales se vacían de pacientes de Covid mientras el año pasado, por las mismas fechas, comenzaba el peor ascenso de contagios e ingresos. La letal tercera ola.

Sí, la pandemia ha sido una guerra. Y en primera línea, protegiendo al resto, han estado miles de personas anónimas a las que hoy rendimos homenaje con sus recuerdos y experiencias: sanitarios como la vacunadora Ana Soldado, policías y guardias civiles como Raúl Alarte, científicos como Fernando González-Candelas... También militares, cocineros y restauradores, empleados de supermercados, farmacéuticos, empleados de servicios fúnebres, trabajadores sociales y de equipos de emergencias, fabricantes de mascarillas... Valencianos a los que debemos mucho. Así ha sido su lucha.

Lorena Alfaro

Lorena Alfaro. Trabajadora social

«El apoyo humanitario ha salvado muchas vidas»

Lorena Alfaro nació en Valencia y tiene 35 años. Es trabajadora social y está al servicio de Casa Caridad desde hace una década. «La vocación social ha estado siempre presente en mi vida. La paciencia, la solidaridad o la empatía eran mis fortalezas desde joven», destaca.

También ha trabajado como educadora social. Hoy echa la vista atrás: «Cuando llegó la pandemia lo viví con miedo e incertidumbre». Supo que la crisis sanitaria «agravaba todavía más» el riesgo de exclusión social de los más débiles y necesitados.

Cuando las calles se quedaron desiertas y las puertas se cerraron quedaron indefensos aquellos que viven en soledad, sin recursos, con problemas mentales o sin apoyo familiar. Y algunos sin más espacio que una angosta habitación. Al lado de los más débiles estuvieron personas como Lorena Alfaro, convencida de un hecho: «El apoyo humanitario ha salvado muchas vidas. Sin el espíritu altruista, las víctimas de la pandemia hubieran sido muchas más». Según recuerda, «he atendido a personas pasando el confinamiento en habitaciones de alquiler». Una sola llamada «devolvía mucha alegría e ilusión a gente en soledad». Pese a cerrar el comedor, Casa Caridad siguió volcada con el reparto de alimentos, con citas programadas o entregas a domicilio, «evitando aglomeraciones». Fueron «jornadas de trabajo muy duras, el tiempo se difuminaba y los días dejaban de ser días». Lo más duro para los necesitados, opina, «ha sido la brecha digital», pues «no todo el mundo tiene acceso o sabe manejarse». Muchos, lamenta, «han pasado mucho estrés» en una época en la que se esfumó toda atención presencial y gestiones vitales quedaban abocadas a la pantalla de ordenador.

Raúl Alarte

Raúl Alarte. Policía Nacional

«Los aplausos me llenaron de fuerza para seguir»

Valenciano de 44 años y miembro de la Policía Nacional desde los 25 . «De pequeño sentía atracción al ver a los policías y me empujó esa sensación de sentirme útil cuando otra persona tiene problema». Nieto de un Guardia Civil, el ejemplo de su abuelo caló hondo. «En mi familia somos tres hermanos policías nacionales y todos en Valencia. El pequeño está en la misma unidad que yo. Y el mediano, en la Comisaría de Marítimo». Alarte se volcó en los días de la pandemia. El control policial de las normas «también ha salvado vidas».

Nunca antes la Policía había sido tan aplaudida. Se la jugaron. Como siempre, pero con un peligro nuevo y atroz. Para que las normas sanitarias se cumplieran, el oficial Raúl Alarte y sus compañeros debían estar expuestos. En controles, en arrestos, lidiando ante confusiones o desobediencias. «Fue algo novedoso, jamás habíamos vivido algo igual», resume. En general, «había desconocimiento. La gente estaba sufriendo y tocaba ser comprensivo porque aprendimos todos a la vez». También hubo que parar los pies a quien «pasaba de todo, la prudencia no iba con él o no percibían el problema como real». La Policía Nacional se rodeó de «una protección extrema ante el virus». «Somos un servicio esencial, un contagio masivo hubiera sido catastrófico», razona. Vivieron momentos duros: «Cuando se arresta a un delincuente que se resiste o auxilias a una persona mayor la distancia de seguridad es imposible. Luego hacían pruebas al sospechoso. Era una ruleta rusa todos los días». El mayor premio, aquella mujer mayor que insistía en pagarle un almuerzo en gratitud. O esos aplausos colectivos desde balcones «que daban fuerza para seguir y nos hicieron derramar lagrimillas».

Aida Aguilar

Aida Aguilar. Empleada de supermercado

«Hubo días que el súper parecía el apocalipsis»

La necesidad de abastecer a la población de alimentos mantuvo abiertos los supermercados en la dura etapa del confinamiento. Y todos sus empleados se convirtieron también en primera línea frente a la pandemia. Aida Aguilar, de 31 años y vecina de Burjassot, vivió ese cometido como reponedora de pan en la zona de hornos del Masymas de Paterna, junto a Heron City. Allí fue testigo del miedo e incertidumbre que empujó a la población a realizar compras masivas.

Pedro Sánchez anuncia el confinamiento. La gente se lanza a los supermercados y vacía estanterías. Allí, en el Masymas de Paterna, la trabajadora Aida Aguilar afronta las jornadas más agotadoras. «El primer día, tras el anuncio del confinamiento, la faena se triplicó. Hasta lloré de tanta ansiedad que pasé. Reponía pan y me lo quitaban de las manos. Parecía que se tratara del apocalipsis. Era una locura», recuerda la empleada. «Yo no podía ver las estanterías vacías y seguía y seguía...» Sus compañeros le decían: «Aida, tranquila, para un poco o te vas a morir». Fue testigo de la desesperación. Del miedo. «La gente compraba cantidades enormes de papel higiénico y productos para repostería, se agotaban en minutos los geles hidroalcohólicos o los guantes. Explicábamos que al día siguiente reponíamos todo, pero daba igual». Y, en medio de todo, el temor de sus padres. Mientras casi todos se refugiaban del virus, ella debía permanecer en su puesto, expuesta a posibles contagios. «Por favor, hija, ten cuidado», le suplicaban. «Tengo una hermana asmática y estaban preocupados, lógico, pero aquí siempre hemos trabajado con las máximas condiciones de seguridad y ni un compañero se contagió».

Fernando González-Candelas

Fernando González-Candelas. Investigador

«Hemos analizado al detalle cómo es el virus»

Los Reyes Magos le dejaron un libro con siete años, 'Las Maravillas de la Naturaleza'. Fue la semilla de su vocación científica. Fernando González-Candelas, de 62 años, es Catedrático de Genética y profesor de la Universitat de València. Encarna el esfuerzo de los investigadores, «de los que sólo nos acordamos cuando las cosas van mal». Tras largas jornadas con su equipo en Fisabio, ha aportado luz sobre la naturaleza del virus.

Conocer de cerca al enemigo SARS-CoV-2 fue el primer paso para desarrollar vacunas, tratamientos adecuados y medidas de salud pública acordes a su peligrosidad. Y de ello se han encargado personas como González-Candelas. Los científicos e investigadores valencianos. Pegados a ordenadores, estudios internacionales o piezas de laboratorio. «Desde el inicio de la pandemia nos hemos volcado para analizar y conocer al detalle cómo es el virus, el estudio de su naturaleza, su evolución y sus variantes», destaca el científico e investigador. El blanco edificio de Salud Pública en la Avenida de Cataluña, ha sido su segunda casa. De su esfuerzo y el de sus compañeros ha surgido, por ejemplo, el estudio más completo sobre las variantes del coronavirus que circularon por España durante la primera ola, publicado por la prestigiosa Nature Genetics. Nueve cepas dominaron la pandemia entre marzo y junio del año pasado. Para el experto, «levantar radicalmente todas las restricciones a lo 'freedom day' británico sería un error». Además, advierte, «es probable que en un futuro veamos extenderse nuevos coronavirus». Su clave para la seguridad es «la mayor ventilación posible».

Ana Soldado

Ana Soldado. Enfermera vacunadora

«He visto llorar de pura alegría por un pinchazo»

Ana Soldado encarna el esfuerzo de los profesionales de enfermería volcados en la crucial labor de la vacunación. Tiene 47 años, es natural de Valencia y lleva en la profesión desde los 21. «Me llevó a esto la inercia, pero tenía claro que quería una carrera sanitaria». Y el destino le abocó al final a coordinar todo un 'vacunódromo', el de Benetússer, en plena pandemia. «Hubiera seguido el mismo camino si hubiera sabido que se nos venía esto encima». Fue «un gran desafío y estoy orgullosa».

Soldado trabajaba como enfermera en el centro de salud de Benetússer cuando estalló la mayor crisis sanitaria de la historia reciente. «Sentí escepticismo. ¿Cómo un sistema tan potente de salud pública como el de España tenía un problema semejante? No me lo creía.» Hubo que reaccionar y aguantar el tipo en primera línea. «Trabajamos con miedo, con falta de medios... Pero supimos reinventarnos». El precio fue alto. «En la primera etapa se contagiaron compañeras de departamento, algunas graves». Soldado lidiaba con el temor propio y el de los suyos. «Mi familia estaba preocupada. Llegaba a casa y el ritual era costoso: fuera zapatos, ducha, desinfección… Media hora». La tercera ola fue aún más dura. «Fue un pico altísimo y llegué a sentir mucha desesperanza y agotamiento». Después fue la pieza central en el gran engranaje de la inmunización: coordinadora de un 'vacunódromo'. «Fue un reto. Mucho trabajo y responsabilidad». Pero con su gran recompensa: «He visto lo que nunca hubiera imaginado: gente llorar de pura alegría por un pinchazo. La vacunación ha sido la llave para empezar a ver la luz y permitirá que el virus acabe como una infección respiratoria más».

Rafael Pascual

Rafael Pascual. Empresario fabricante de mascarillas

«Regalamos mascarillas en los días más críticos»

Rafael Pascual Bernabeu, de 55 años y originario de Alcoy, preside el Grupo Aquaclean, líder en tejidos para sofás. Una de sus empresas, Destiny Decor, ejemplifica la adaptación de empresas valencianas a una necesidad crucial: las mascarillas, escasas y encarecidas cuando irrumpió la pandemia. Antes de la crisis sanitaria, la firma producía tejidos para el hogar y para ventanas. Como otras, ha sabido adaptarse en tiempo récord protegiendo a miles de personas con producto valenciano.

Cuando irrumpió la pandemia, la firma de Pascual se puso manos a la obra adaptando el textil a la protección de la salud. Su primera producción fue desinteresada. La necesidad principal, salvar vidas. «Eran momentos críticos y no valoramos su venta. Empezamos regalándolas a las fuerzas de orden público, a hospitales y a personal de la empresa de manera altruista. Regalamos más de 10.000 mascarillas higiénicas reutilizables certificadas UNE 0065». Según resume, «sólo pensábamos en colaborar ante la escasez de producto en marzo y parte de abril». A partir de ahí la empresa mejoró la maquinaria hasta lograr «mascarillas más perfeccionadas, cómodas, sostenibles por ser lavables y reutilizables». La adaptación requirió una inversión inicial de 50.000 euros en máquinas y ampliar personal. Seis empleados más. Destiny Decor ya ha puesto más de un millón de protecciones 'made in Valencia' en el mercado, incluidas las mascarillas corporativas de empresas como el Corte Inglés, entre otras. La mascarilla valenciana, resalta, «es absolutamente fiable y todas cumplen los requisitos sanitarios». Según destaca, en la Comunitat hay ya unas 30 empresas que fabrican protecciones.

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