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Viernes, 2 de mayo 2025, 00:02
Es una joya de la arquitectura modernista y un referente del paisaje urbano de la ciudad. Sin embargo, la Estación del Norte de Valencia, que en 1917 vino a sustituir a la antigua terminal ferroviaria de la plaza de San Francisco, nunca ha sido inaugurada oficialmente: en pleno mes de agosto, en lo más recio de una huelga general revolucionaria, entró en servicio sin ninguna solemnidad. Y tuvo como uno de sus primeros viajeros al delegado regio de Bellas Artes, Mariano Benlliure, que acababa de mediar ante el Gobierno para que soltaran a los huelguistas presos.
El año 1917 fue el de la irrupción en la vida española de un grave clima revolucionario. Europa estaba en plena guerra y los muertos ya se contaban por millones. Pero aquel fue el año de la revolución soviética, el de la conquista, en noviembre, del Palacio de Invierno. De modo que el sindicalismo radical y revolucionario se hizo sentir con potencia, alimentado, sin duda, por la inflación, el paro y las graves carencias sociales derivadas de la guerra mundial.
En ese punto de la historia española, los sindicatos ferroviarios eran adelantados en lo que se refiere a organización y capacidad de movilización. Ese verano, con claro impulso ferroviario, se produjo en España la primera gran huelga general revolucionaria. Que, en Valencia, a modo de ensayo, fue precedida, entre el 19 y el 22 de julio, por un paro de carácter general y de ámbito provincial. La inauguración oficial de la nueva estación, construida por la compañía Norte con fachada a la calle de Játiva, estaba prevista para el 21 de julio como apertura de la Feria. Pero, agotados sus esfuerzos para mantener el orden, el gobernador civil, esa tarde, cumplió con el protocolo de entregar el poder civil al capitán general.
Así, el capitán general Tovar, en nombre del Gobierno, declaró el estado de guerra y tomó el mando. Uno de los primeros servicios que la terminal dio fue la recepción de los soldados de tres regimientos trasladados a la ciudad para seguridad y vigilancia. Desde los nuevos andenes, los soldados se trasladaron a la vecina plaza de toros, donde se encontraban dispuestas las cocinas y los lugares de descanso durante los días de patrulla contra la huelga. Los primeros días de la estación del Norte, pues, fueron de ocupación militar.
En Valencia los periódicos no se editaron durante cuatro días; y cuando se volvieron a imprimir no les fue posible hablar de la huelga a causa de la censura. Hubo barricadas, refriegas, muchos detenidos y algunos muertos en plena calle. La paralización huelguística fue muy intensa e incluso se demoró el traslado de difuntos el cementerio. Todo el programa de la Feria de Julio se descompuso y la empresa ferroviaria dejó de lado la fiesta inaugural de una estación que empezó a construirse en 1906 para sustituir a la levantada junto a la plaza de San Francisco por la empresa ferroviaria del marqués de Campo.
No faltó la polémica en el dibujo del asentamiento de la nueva estación. Lo más sensato hubiera sido levantarla más hacia el sur, por donde ahora está el túnel, punto de encuentro de las grandes vías; algunos planos de 1898, cuando comenzó a trabajarse en el proyecto, presentaron esa hipótesis urbanística: el encuentro de las grandes vías de Germanías y Ramón y Cajal, trazado en ángulo, tiene ese sentido a largo plazo: la estación debió ser la bisagra. Frente a la estación, nacería un eje urbano destinado a enlazar con el Ayuntamiento y el Mercado. Pero se optó por un cambio muy conservador, mezquino, y la estación se ubicó lo más cerca posible de su antecesora, lo que dejó escaso espacio entre la terminal y la plaza de toros. Tiempo después configura un "amontonamiento" poco airoso. Luego tanto la Estación, como el Ayuntamiento y el Mercado, fueron tres piezas que crecieron con la misma lentitud.
Mariano Benlliure, como se ha dicho al principio, fue uno de los primeros viajeros que usó la estación. El artista, delegado regio de Cultura, había venido a los toros, pero se fue a Madrid de nuevo, el 9 de agosto, no sin antes mediar para que se soltara a los detenidos durante las revueltas. Ese mismo día se inició otra huelga, en este caso nacional: una breve nota de prensa indicó al público que los servicios ferroviarios habían sido transferidos de la estación vieja a la nueva de manera rutinaria y sin ceremonias.
Del proyecto de estación se ocupó un arquitecto valenciano, Demetrio Ribes, vinculado a la compañía, que ya había realizado, en Madrid, otros trabajos para la empresa Caminos de Hierro del Norte de España. Ribes, además de edificios para talleres y almacenes, trajo a Valencia un diseño, inspirado en el modernismo, con trazos y adaptaciones a la arquitectura mediterránea y valenciana en la decoración de su fachada.
El edificio que se abre a la calle de Játiva está dotado de dos torres características y un esbelto remate central presidido por el reloj. Es bien sabido que la estrella roja que decora la fachada es el emblema de la empresa Norte, sin ninguna otra alusión. La estación se hizo famosa, muy pronto, por su profusa decoración de maderas, forjados y mosaicos. La verja de cierre destaca por su elegante diseño metálico y un basamento recubierto de "trencadis" blanco. Son destacables las farolas de su patio central, así como los paneles de mosaicos de la fachada principal, con alusiones tanto al ferrocarril como a la ciudad y al paisaje valenciano.
Esas claves decorativas se repetirán en el interior, tanto en las zonas dedicadas a los servicios ferroviarios como al público. Las palabras "Buen viaje" las encontraremos en numerosos idiomas, compuesta con pequeñas teselas cerámicas y combinada con maderas de traza modernista. Especialmente destacables son los mosaicos a la valenciana de los espacios dedicados en principio a restaurante. Uno de los primeros banquetes que se celebraron en aquel recinto privilegiado se dio en la noche del 23 de agosto, cuando la directiva saliente y entrante de la Asociación de la Prensa se dio alegre cita tras unas elecciones. El cocinero, reclutado por la compañía ferroviaria de los fogones del restaurante Lhardy, de Madrid, atrajo una selecta clientela durante varios años.
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