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Cien años en compañía de la radio
Valentia

Cien años en compañía de la radio

El 18 de abril de 1925 se inauguró la primera emisora con programación estable en la ciudad: 'L'entrà de la murta' fue la partitura inaugural

Domingo, 13 de abril 2025, 00:27

Dado que la fecha exacta coincide con el Viernes Santo, el recuerdo de la efeméride se ha adelantado unos pocos días. El pasado jueves, en efecto, el Ayuntamiento conmemoró, con el descubrimiento de una placa ubicada en el Hotel Reina Victoria, el funcionamiento de la primera emisora de radio que operó, con programación estable, en la ciudad de Valencia. Una exposición, que próximamente se ubicará en el palacio de Cervelló, vendrá a recordar, durante los próximos meses, la historia de un medio de comunicación próximo y entrañable que cumple un siglo haciendo compañía a los valencianos.

Fue al atardecer del 18 de abril de 1925. Las primeras autoridades se congregaron en el hotel Reina Victoria, en la calle de las Barcas, donde se habían instalado altavoces para que el público pudiera seguir los actos. Y a las siete de la tarde, con puntualidad, se pudo escuchar alto y claro 'L'entrà de la murta', la valencianísima partitura del maestro Giner, interpretada por la orquestina de la emisora. En pocos minutos, las llamadas telefónicas y los telegramas empezaron a llegar: eran los testimonios de audiencia, la confirmación de que, como había ocurrido ya durante las pruebas, aquella primera emisión de la nueva Radio-Valencia se escuchaba -«alto y claro»- en lugares alejados de la ciudad, de la región y de España. Desde ese momento, Valencia se unió a la constelación de ciudades del mundo que, desde 1922, tenían una emisora comercial de radio con su identificación.

Habló el alcalde, Luis Oliag, y luego el gobernador civil. Hablaron el presidente de la Diputación, el arzobispo y el capitán general. Y todos lo hicieron con ese natural recelo de quien se situaba ante un aparato de notable tamaño, el micrófono de entonces, sin saber muy bien qué pasaba luego: cómo se hacía posible el milagro de la transmisión, cómo se difundían las mágicas ondas, y quién, a fin de cuentas, lejos o cerca, era hipotético radioescucha. Sin embargo, todos hablaron; saludaron a los desconocidos oyentes, se congratularon de que Valencia ya no fuera una excepción en esa moda de la radio que estaba haciendo furor en todas partes; e incluso expresaron la idea de que todo iba a ser diferente en el mundo gracias a este nuevo medio de comunicación.

El primer locutor de la emisora Radio Valencia fue Gonzalo Seijes, que tuvo un sueldo de 200 pesetas al mes

Canta Cora Raga

A renglón seguido, la emisora se engalanó con una voz estimada por todos los valencianos, la de Cora Raga. La tiple valenciana, con su bonita voz, cantó 'La florista valenciana', de Francisco Andrés y Estanis Alberola; su voz llenó la calle de aplausos y las ondas de esos acentos florales que siempre han acompañado a todo lo valenciano. Después, casi enlazando emociones, el tenor Vercher, como solista, abrió una histórica versión del Himno de la Exposición, de Serrano y Thous, interpretado por el orfeón del Micalet y el grupo musical de la emisora.

Con esos contenidos se abrieron unas emisiones que desde ese momento siguieron todos los días, en programaciones de cortas, primero de tarde, a las que se fueron añadiendo horas nocturnas de emisión y más tarde otros momentos del día. La programación era extremadamente sencilla, dados los medios del momento: un locutor leía ante el micrófono los textos y un grupo musical interpretaba las melodías programadas, ya que todavía estaba por inventar el magnetófono y la posibilidad de enlazar la música de un fonógrafo al control emisor era una novedad que quizá se estaba implantando en Estados Unidos, la cuna de la radio comercial.

La programación era extremadamente sencilla: un locutor leía ante el micrófono los textos y un grupo interpretaba melodías

Los locos años veinte

En 1924 comenzaron a funcionar en Madrid y Barcelona las emisoras pioneras de España, pero en Valencia nadie puso en marcha ese año una iniciativa. Los periódicos comenzaron a hablar de la 'radiomanía', dieron listas de emisoras del mundo con su dial de frecuencias y comenzó la venta de aparatos receptores, primitivos, de galena, dotados de altoparlantes, que durante el primer año incluso el radioaficionado tenía que saber montar. Esa pasión generó frustración en una ciudad sin emisora. Hasta que en 1925 llegó la novedad a Valencia, impulsada por las tiendas que vendían aparatos de escucha.

La llamada Radio-Valencia, casi más conocida como «la emisora del hotel Reina Victoria», nació en una carrera contra reloj como fruto de una concesión obtenida por un grupo de inversores que constituyeron en Barcelona la Sociedad Anónima de Radiodifusión, con un capital de medio millón de pesetas. Al mismo tiempo, otros promotores, ubicados en el Palace Hotel de la calle de la Paz, desplegaron un esfuerzo similar por poner en marcha otra emisora que finalmente no prosperó. La del hotel Reina Victoria, que ubicó su antena en la terraza del edificio, fue una emisora de un kilovatio de potencia, dotada de tres lámparas para oscilación, modulación y amplificación. «El auditorio -dijo la prensa de las nuevas instalaciones- es un gran salón elegantemente decorado, habiendo tenido especial cuidado en quitar todas las resonancias acústicas, para que tanto la música como el canto sean percibidos por el micrófono completamente puros». También escribió LAS PROVINCIAS que «la antena está elevada sobre el edificio por dos postes de 22 metros de altura y es de tipo prismática, de cuatro hilos».

De esta información primera es interesante observar que al locutor se le llamaba «anunciador». Su «saloncito», el estudio microfónico, estaba decorado y tapizado como el estudio musical. Pero «tiene un cuadro desde el cual puede manipular y poner a voluntad líneas de teatros, salas de concierto y otros sitios de retransmisión». El primer locutor de la emisora fue Gonzalo Seijes, que tuvo un sueldo de 200 pesetas al mes. Un gerente y un ingeniero constituyeron el resto del personal, más los cuatro músicos de plantilla.

El beneficio de estas primeras emisoras de radio llegaba por dos vías: de un lado estaba la publicidad de pago; de otro, los abonados, que se asociaban a la distribución de una revista semanal en la que se insertaba la programación de la emisora propia, pero también de otras de España o del mundo. Largas listas de frecuencias completaban una información, preciosa para los radioescuchas del momento que pugnaban por tener buenos equipos que captaran con nitidez emisoras lejanas.

Con todo, en cuestión de cuatro o cinco años, los aparatos receptores mejoraron de modo radical para dar facilidades a millones de usuarios: el ideal de dos mandos, uno para la sintonía y otro de volumen, barrió, hacia 1930, todas las mejoras anteriores. El número de válvulas del aparato, que llegó a ser de doce, mejoró la calidad de la sintonía y de la audición en muy pocos años.

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