El polideportivo del río: de la petanca al parkour
16 historias que corren por el cauce. Rebecca se atrevió con el skateboarding en pandemia. Carlos llegó de Venezuela y descubrió un oasis donde enseñar yoga. La vida deportiva alimenta el Jardín del Turia, que esquivó su transformación en un eje de autopistas en los años 70
«El llit és nostre i el volem verd». El lema de la potente movilización popular que, en los años 70, tumbó el proyecto de transformar el viejo cauce en una autopista representó el alumbramiento de una arteria por la que, actualmente, circula buena parte del oxígeno que llena de vida Valencia. Nueve kilómetros que enamoran a todo aquel que los recorre. Como a Silvia Andreangeli, una mujer italiana que aterrizó en la capital del Turia de vacaciones y decidió quedarse. Ahora es una vecina más y se dedica a impartir clases de zumba con auriculares en el mayor jardín urbano de España. Mientras cae el sol, entre frondosos árboles, ella saca una sonrisa a sus alumnos después de una intensa jornada de trabajo. Muy cerca, el brasileño Rafael Gomes, recién llegado al cap i casal para estudiar un máster en la UPV, enseña cómo se golpea en boxeo. En un puente próximo, Mar Tamarit se descuelga entrelazándose con una tela y formando figuras acrobáticas. Al mismo tiempo, chavales de hasta ocho escuelas de fútbol tratan de imitar la última genialidad de Lamine Yamal. Son sólo algunos ejemplos. Por donde antes corría el agua, ahora lo hacen miles de runners y ciclistas cada día. Unas 30 disciplinas de toda índole conviven en un espacio envidiado en Europa.
Desde el Parque de Cabecera hasta el Oceanogràfic, el Jardín del Turia actúa como un escenario ideal para el esparcimiento y la desconexión. Para respirar y liberar tanto el cuerpo como la mente.
José María Olmos es el presidente de Velo Club, considerada como la sociedad ciclista más antigua de España
En el viejo cauce, la lista es inmensa. Ciclismo, skateboarding, calistenia, boxeo, yoga, zumba, running, fútbol, béisbol, rugby, fútbol americano, baloncesto, atletismo, telas acrobáticas, parkour, petanca... Representantes de estas 16 modalidades se citan en el río, a la altura del Puente del Real, para conocerse e intercambiar experiencias. Diversidad y comunidad. Los jóvenes Dani Corredor y Alejandro González, curtidos en diferentes deportes urbanos, entablan conversación a las primeras de cambio. Son las 18 horas. Una tarde espléndida. Los carriles empiezan a entrar en ebullición. Acompañado de su padre, llega Rodrigo Gandía, de sólo 11 años. Lleva en la sangre la pasión por la petanca y forma parte de las nuevas generaciones del único club de la ciudad de Valencia. Casi al mismo tiempo, aparece José María Olmos González, de 69 años. Es el presidente de Velo Club, considerada como la sociedad ciclista más antigua de España. En la pista de baloncesto, cada viernes, festeja sus triples José Bonet, uno de los más veteranos del equipo de la FEDI CV (Federación de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual). Pero el río da mucho más de sí: break dance, patinaje, tenis de mesa, golf, salto a la comba, slackline (equilibrio sobre cinta), escalada, fútbol sala, pilates, cross training, kangoo jump (saltos con botas especiales)… Las disciplinas, algunas de ellas novedosas, se amontonan en un entorno natural.
Rodrigo, de 11 años, lleva en la sangre la pasión por la petanca y forma parte de las nuevas generaciones del único club de la ciudad
El río estuvo en el limbo durante varios años. Tras el desvío de su curso natural a raíz de la catástrofe de 1957, nació el debate sobre qué destino dar al viejo cauce. LAS PROVINCIAS fue una de las cabezas visibles del movimiento social que unió a los vecinos para luchar contra la conversión del viejo cauce en un scalextric de autopistas. A principios de los años 70, las protestas se sucedieron contra aquel proyecto nacional que pretendía atravesar Valencia con un eje de cemento, ruido y humo. Las sonadas movilizaciones populares surtieron efecto.
En medio de la Transición, en diciembre de 1976, el Ayuntamiento de Valencia, en un pleno extraordinario, aceptó la cesión gratuita del antiguo cauce por parte del Ministerio de Hacienda. El pulmón verde empezó a hincharse el 5 de junio de 1987, cuando se celebró la inauguración del primer tramo del Jardín del Turia, diseñado por el arquitecto Ricardo Bofill. Ahora, 38 años después, en el río se respira naturaleza y deporte.

Béisbol
«Llevo aquí toda la vida. He crecido con el campo»
Luis Galicia empezó a agarrar el bate con siete años. Ahora tiene 33. «Llevo aquí toda la vida y he crecido con el campo. Viví el campo antiguo, de césped natural, que estaba bastante mal», destaca. La superficie, actualmente de hierba artificial, reúne cada tarde a multitud de niños y mayores para entrenar. El Astros, que el año pasado logró un histórico doblete al conquistar la Liga y la Copa del Rey, se alza como el club más laureado de la ciudad.
«He tenido la experiencia de haber podido jugar y ganar la Copa en casa en 2017. Y también de jugar un Europeo de clubes en Valencia», recuerda Luis, quien se muestra orgulloso. Siempre ha pertenecido al Astros: «Habiendo nacido en Valencia, para mí es un placer poder disfrutar del campo de béisbol en el río porque es un sitio emblemático. La mayoría de las personas que juegan a béisbol son latinos. Estoy rodeado de gente latina, de gente de fuera. A ellos les encanta esta zona».
El Astros, fundado en 2001, siempre ha jugado en el viejo cauce. Es el único campo de la ciudad de Valencia: «Está a tope y todas las tardes el campo se comparte con muchos equipos. Llega a haber 90 o 100 niños entrenando a la vez». Hay otras instalaciones en Gandia.
«El béisbol está creciendo, cada vez hay más gente. En parte es porque viene mucha gente de fuera. En categorías inferiores también ha habido un aumento de jugadores», cuenta Luis, profesor de Ciencias en un instituto. También ha ejercido de entrenador. Y con éxito: «Hace dos temporadas, fuimos campeones de España sub-13».

Petanca
«Mis amigos pensaban que era un deporte de personas mayores»
A lo largo del viejo cauce, hay pistas de petanca en diferentes puntos. «Tenemos junto al Carrefour de Campanar, junto a Nuevo Centro, junto a las Torres de Serranos, junto al Gulliver... Es una zona increíble». Son palabras de Juan León, presidente del Ciutat de València, el único club de este tradicional deporte dentro de la capital del Turia. Uno de sus jugadores más jóvenes es Rodrigo Gandía, de sólo 11 años.
«Llevo jugando dos años como federado. Cuando le comento a mis amigos que juego a la petanca y mis logros se quedan maravillados. Me apoyan mucho para que siga logrando más cosas. Mis amigos pensaban que era un deporte de personas mayores, pero viéndome a mí ya saben que hay gente joven que practica este deportes», cuenta Rodrigo, especialmente agradecido a su padre, Jorge, por haberle introducido en esta disciplina.
«Poco a poco se va acercando más gente joven, nos preguntan cómo se juega, dónde federarse… Como club, tenemos un proyecto para entrar en colegios y poder ofrecer nuestro deporte», cuenta Juan León. El club se ha trasladado a unas instalaciones próximas al Palacio de Congresos, aunque los principales torneos se celebran en la explanada del río ubicada entre el Puente de Exposición y el Puente de las Flores.
«Me encanta bajar al río con las bolas de petanca y con amigos. La gente que pasa nos observa y de vez en cuando nos piden participar. La petanca popular tiene muchos asiduos, sobre todo de gente mayor. La ciudad de Valencia tiene al menos 80 pistas por toda la ciudad», subraya Juan, quien hace referencia al auge que hubo en los años 80 y 90: «Teníamos en la ciudad tres o cuatro clubes. La petanca tiene mucho arraigo entre la gente mayor, pero la alta competición la ganan los jóvenes de 20 o 30 años». El joven zaragozano Jesús Escacho, quien jugó varios años en Valencia, se proclamó campeón del mundo en 2024.

Ciclismo
«El río es un kilómetro cero para hacer rutas»
«El río es un kilómetro cero para hacer rutas, disfrutar de la naturaleza y evitar todo el tráfico», reflexiona Carlos, integrantes de Velo Club. Esta peña, fundada en 1912, es considerada como la sociedad ciclista más antigua de España. Sus miembros, equipados con bicicletas de montaña, disfrutan del cross todas las semanas. Y parten del viejo cauce para emprender dos rutas de referencia como la de El Saler y la del Parque Fluvial del Turia.
Socios de Velo Club pedalean por el río cada día. Su presidente, José María Olmos, conoce el itinerario de arriba abajo. Y se basa en su experiencia para lanzar una propuesta que sirve para mejorar el funcionamiento de los carriles reservados para ciclistas.
«Cuando hubo Covid, estuvo muy bien. Pusieron señales e hicieron dirección norte y sur, una en cada banda del río. Eso estuvo muy bien porque todo el mundo iba en la misma dirección. Esa solución, aparte de hacer el carril más ancho, reduce el peligro», comenta José María, quien lamenta algunos percances: «El carril es muy estrechito. Ha habido muchas caídas por culpa de gente que se cruza sin avisar».
La mayor parte de los integrantes de Velo Club son jubilados: «Hacemos una excursión entre semana y cogemos el cauce del río y llegamos hasta Pinedo. Estamos encantados con el río, pero si se puede mejorar…».

Zumba
«La gente se pone los auriculares y cambia la expresión de la cara»
Hace cuatro años, Silvia Andreangeli visitó Valencia aprovechando las vacaciones. «Vine con mi marido porque mi cuñado vive aquí y tenemos sobrinos. La ciudad nos encantó. Entonces elegí cambiar de vida», cuenta. Decidió que su futuro ya no estaba en Italia: «En Roma la vida es un lío, es una lucha diaria. Cada mañana te disfrazas con una armadura. El tráfico, el bus, el metro… Tiempo de calidad no hay. Llegas a casa muerto». La capital del Turia le cautivó. Especialmente, el viejo cauce: «En Valencia lo que me gusta es que la gente puede bajar un rato al río y tomar un respiro, desconectar... El clima te permite disfrutar durante todos los meses». Un espacio que representa su lugar de trabajo, ya que esta mujer de 40 años imparte clases de zumba, pilates, mindfulness, entrenamiento funcional, entrenamiento de alta intensidad…
«Es como un gym al aire libre. Yo entreno todos los meses en el río. Y esto influye en la salud de la gente. El deporte no debería ser algo para el tiempo libre. Debería ser como lavarse los dientes por la mañana. Hace bien a nivel psicofísico. Es su momento de desconexión. Hay quien para descargarse necesita entrenar fuerte y tirar unos puñetazos. Hay quien necesita dar un respiro profundo, cerrar los ojos y conectarse. Y esto el río de Valencia lo permite. Todos los amigos italianos que vienen aquí y ven esto flipan. La calidad de vida en Valencia es mucho más alta de lo que perciben los valencianos. Es una oportunidad para vivir de manera diferente», remarca Silvia.
En cada sesión, esta italiana va cargada con unos auriculares inalámbricos para cada alumno: «Sólo los que los llevan pueden entrenar conmigo y escuchar la música de las clases y mi voz para las instrucciones. Como llevo este sistema, no hay contaminación acústica y puedo corregir sin gritar».
Hay algo que llena de felicidad a Silvia: «Lo que más me gusta es que la gente llega cargada de estrés y corriendo porque está a punto de empezar la clase. Entonces se ponen los auriculares y les cambia la expresión de la cara. Yo como entrenadora lo disfruto muchísimo».

Baloncesto
«Lo que más me gusta es lanzar triples»
El río es integrador. Puede comprobarse, por ejemplo, en las pistas de baloncesto del Tramo II. Ahí, cada viernes por la tarde, entrenan ocho jugadores de la escuela de basket dirigida por la FEDI CV (Federación de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual de la Comunidad Valenciana). Uno de sus jugadores más veteranos, José Bonet, llega acompañado de su entrenadora, Alba Martínez. «Lo que más me gusta son los partidos y lanzar triples», dice él.
FEDI CV gestiona nueve deportes en la actualidad con un total de 900 licencias. En la ciudad de Valencia, la federación administra escuelas de baloncesto, fútbol sala, atletismo y natación de la mano de la Fundación Deportiva Municipal. Los entrenamientos y los partidos de basket se desarrollan en el Jardín del Turia.
«Se hace como una pequeña familia. Se crea un vínculo especial y un ambiente muy bonito. Se acaban haciendo amigos», comenta Alba. Actualmente, el jugador más joven tiene 16 años. El más mayor, 49: «Es una escuela para que vayan aprendiendo el deporte y en un futuro puedan ir a la selección española o a sesiones de tecnificación». No hay una competición estructurada, pero la FEDI organiza encuentros amistosos: «Intentamos buscar otro equipo de nivel similar. También hacemos partidos inclusivos de personas con discapacidad intelectual y personas sin discapacidad todos mezclados. A los partidos la gente viene con ganas y se lo pasan muy bien todos, los que vienen de fuera y el equipo. Es una experiencia muy bonita».

Rugby
«Desde pequeña he estado en la grada viendo los partidos»
«Desde pequeña he estado en la grada viendo los partidos». Lucía Oliver se refiere al campo de rugby del río. Desde hace tres años, es ella la que viste la camiseta del CAU dentro del terreno de juego. Con la mayoría de edad recién cumplida, ha tomado el testigo de su padre, Chente.
«Recuerdo que, de pequeña, estaba en el río viendo a los que en ese momento jugaban en los primeros equipos. Mi padre me daba un balón y estábamos todos jugando ahí. Conoces a la gente, a los que han jugado con tu padre, a sus hijos, a tus compañeras... Es una maravilla. Somos una familia», comenta Lucía. Desde que tiene memoria, está ligada al rugby.
«Me lo inculcó mi padre, que jugaba en el CAU. Me dijo: '¿Por qué no vas un día a probar?'. Fui y ese primer día ya me estaba sacando la ficha», explica. Entonces tenía 15 años. Ahora, Lucía, estudiante de Gestión Administrativa, también ejerce de entrenadora en las categorías inferiores y en la sección de rugby adaptado.
Ha tenido que esperar a cumplir los 18 años para poder actuar en su posición preferida dentro del equipo absoluto: «En sénior, las menores de edad no pueden jugar de primera línea porque son las que más se golpean. Yo, habitualmente, juego de primera o segunda línea».
Lucía ensalza la nobleza que rodea a la competición: «El rugby te cambia la vida. Aparte de ser un deporte agresivo, es un deporte de respeto. La principal palabra del rugby es el respeto. Tenemos el tercer tiempo cuando acaban los partidos. El equipo local invita al visitante a una comida o cena y conviven todos. El árbitro también se queda».

Running
«Todo el mundo queda en el río. Nunca vas sola»
En el viejo cauce, reina la ruta con más entrenamientos de España. Se trata del Circuit 5K Jardí del Turia, el carril de running impulsado por la Fundación Trinidad Alfonso e inaugurado en 2015. Una de las usuarias de esta infraestructura deportiva de 5.731 metros es Rocío Calabuig. La joven, de 20 años, pertenece a un club histórico como Correcaminos, a la orilla del río.
«Entreno mucho en el río, que prácticamente da la vuelta a Valencia. Aunque quedes con gente que no vive cerca, yendo por el río es un paso. Todo el mundo queda ahí. Lo tenemos cerca todo el mundo y es una maravilla», comenta Rocío, socia de Correcaminos desde cría: «Es una pasada. Este deporte sirve para cansarse de forma fácil y económica. Ver a gente de todas las edades a todas horas es algo que se disfruta. Nunca vas sola».
Rocío tiene potencial. Compite en trail, cross y ruta, participando en campeonatos de España. También se apunta a las carreras populares de la ciudad: «Sobre todo las que están homologadas, porque ese tiempo te sirve para acreditar. Hago todas las que puedo. Y encima Valencia es llana, con buen clima… Valencia es maravillosa para correr».

Calistenia
«Noto un punto más abierto. Hay una especie de comunidad»
Alejandro González percibe algo de mística en el Jardín del Turia. «El ambiente del río, a diferencia del ambiente que puede tener un parque de calistenia que esté en un barrio, es que en el río, al convivir tantas disciplinas, hay una especie de comunidad. Todos, de alguna manera, nos miramos, aunque sea por un momento. El ambiente del río es peculiar porque lo noto más abierto que la ciudad, noto un punto más abierto. No hay otro sitio en Valencia donde se congreguen tantas disciplinas. Vas al río y siempre vas a ver a gente haciendo deporte. Puedes crear muchos vínculos», recalca este joven de 24 años.
Comenzó a practicar calistenia con 17 años. Pura fibra. Mueve el peso de su propio cuerpo con una ligereza impactante: «Las anillas son un elemento que atrae mucho siempre las miradas de los niños y las niñas. En el río, los niños siempre se quieren colgar. Y pueden intentar hacer su primera dominada. O a lo mejor quieren hacer su primera voltereta agarrándose de las anillas. De alguna manera, les invita a hacer algo». Alejandro, además, cuenta con un talento especial para el breakdance, un deporte que fue olímpico en París en 2024.

Tela Acrobática
«Estás tú sola con el elemento. Es súper bonito el apoyo»
Componen algunas de las escenas que atraen más miradas entre los paseantes en el río. Se cuelgan de determinados puentes entrelazándose con una tela y formando figuras cargadas de fuerza, flexibilidad, destreza y estética. Esta disciplina, conocida como tela acrobática, está en auge y conjuga la gimnasia y la danza en el aire. Mar Tamarit, de 32 años, es una de las asiduas al viejo cauce para practicar y brillar.
«Vivo en la Pobla de Vallbona, pero quedamos en el río las amigas para hacer deporte. Más allá de la escuela a la que vamos cada una, aquí venimos por libre para practicar lo que hemos hecho en clase. Lo importante es que los puentes sean altos, que tengan barrotes y que no molestemos a nadie al pasar», comenta Mar, quien ubica la tela acrobática «dentro de lo circense».
Lógicamente, no está exento de peligro: «Estás tú sola con el elemento, en este caso la tela. Si hay algún fallo, lo mínimo que te puede pasar es que te caigas de cinco, siete o nueve metros de altura. Y por otro lado, si la tela se mueve por lo que sea, estrangula y quema». Hay un tremendo esfuerzo detrás de cada movimiento y cada postura.
«Quedamos como grupos de amigas. Y una vez ahí, hacemos más amigas. Nos conocemos, nos ayudamos las unas a las otras. Es un entorno muy amigable. Es súper bonito el apoyo que tenemos entre compañeras. A lo mejor llevas dos horas intentando hacer una cosa, al final te sale y la fiesta es de todas», comenta Mar. Un plan perfecto: «Estás al aire libre, te da el solecito, tenemos los arbolitos, estás con las amigas haciendo deporte... Está genial».

Yoga
«El río es una especie de oasis en la ciudad»
Hace un lustro, Carlos Blanco encontró su sitio en Valencia. Llegó desde Venezuela, su tierra natal. «Llevo 30 años practicando yoga y llegué como profesor. Empecé dando clases en el río y continuó haciéndolo», cuenta. Ve en el Jardín del Turia un entorno propicio para esta disciplina: «El río es una especie de oasis que tenemos en medio de la ciudad. Y eso ayuda muchísimo para que la gente se tranquilice. Lo veo sobre todo al final de clase, las caras de las personas de la tranquilidad y el sosiego que sienten. Miran al cielo, miran los árboles con agradecimiento después de cada clase».
Carlos califica el yoga como «una práctica bastante completa a nivel físico y mental, incluso espiritual en cierto modo». Una terapia: «No sólo te ayuda a que tengas los músculos más elongados y el cuerpo más flexible, sino también la mente más flexible, más tranquila». Y rememora la compleja época del confinamiento: «Lo especial que tiene el río es el aire, el sol. Lo vivimos muchísimo mejor durante la pandemia. No se podía hacer nada en espacios cerrados y la gente estaba con muchas ganas de aire, de viento, de frescura. Y eso es lo que da el río».

Atletismo
«En pretemporada, vamos a las rampas para hacer series e ir cogiendo fondo»
El Valencia Club Atletismo es el conjunto más laureado de España en categoría femenina. Nacido en 1924, dentro del seno del Valencia CF, luce en sus vitrinas 28 títulos de Liga Nacional y 27 de Copa de la Reina, entre otros. Liderado por un referente como Rafael Blanquer, el equipo cuenta con una fábrica de talento en la pista ubicada en el tramo III del río, inaugurada en 1991. En sus filas, cumple su segunda temporada Lucía Cambra.
Esta joven de Ontinyent reside en Valencia, donde estudia Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. «Cuando me metí en la carrera, sólo hacía gimnasio, pero vi que muchísima gente practicaba algún deporte y que quería especializarse. Yo he practicado toda mi vida ballet, pero el atletismo siempre me había llamado la atención. Me informé y probé y me gustó», cuenta Lucía, velocista. Entrena para las pruebas de 60 y 100.
«Muchas veces hacemos rodaje por el río, durante 10 o 15 minutos, y luego volvemos a las pistas. Y en pretemporada, salimos de las pistas y vamos mucho a las rampas, a las cuestas del río, para hacer series e ir cogiendo fondo y velocidad. Es guay ver a la gente corriendo y haciendo otros deportes. La gente te sonríe y se alegra de verte hacer deporte», afirma.

Fútbol
«Me traían con ocho años. Hoy es mi forma de vida»
Actualmente, hasta ocho escuelas de fútbol entrenan en los campos diseminados por el viejo cauce. En ese entorno, pulen a sus perlas los equipos de Rumbo, Extramurs, Atlético Turia, Ciutat de València, Júcar, Collvert, Colegio Alemán y Serranos. Este último tiene solera. Fundado en 1977, se alza como toda una referencia. Su director general, David Giménez, sigue compitiendo a sus 38 años. Toda una vida ligado a los mismos colores.
«Cuando empecé en Serranos no había ni focos y los campos eran de tierra. En esa época éramos un club referente. La idea es ahora intentar volver a eso», cuenta David, quien desde hace tres meses compagina la dirección general con su presencia en el equipo amateur: «Empecé jugando en el Serranos a los ocho años y ahora tengo casi 39. He pasado por todas las etapas. A día de hoy sigo jugando. Todo lo que me ha dado Serranos y el fútbol, para mi es un camino de aprendizaje».
En las categorías inferiores de Serranos, David compartió vestuario con José Enrique, quien vistió la camiseta del Liverpool entre 2011 y 2016. «Ganamos una liga juntos», recuerda. De la misma escuela salieron otros futbolistas como Roger Martí o Juanfran García.
«El objetivo es intentar que el club en el que has estado desde pequeñito crezca acorde a esos valores que te han forjado», comenta David, cuyo día a día transcurre en el viejo cauce: «Toda mi vida pasa en el río. Me tiro aquí las tardes y las noches. Además del Serranos, gestiono una empresa de ligas de fútbol 7. Con ocho años me traían aquí mi abuelo, mi tío o mi padre. A día de hoy es mi forma de vida».

Fútbol americano
«A veces practicamos placajes en las zonas verdes»
Roque Alarcón entrena y compite en el río con un sueño: lograr el billete para los Juegos de 2028. Y es que, en Los Ángeles, se producirá el estreno de la modalidad flag del fútbol americano en una cita olímpica. Este jugador de Chiva, de 24 años, se alza como uno de los puntales de los Firebats, con los que ha llegado a proclamarse campeón de Europa.
«Cuando no tenemos disponible el estadio del Turia, se nos puede ver entrenando en las zonas verdes del río a la altura de Campanar. incluso practicando placajes. Se agradecen las zonas amplias de césped entre árboles para poder entrenar ahí las veces que nosotros queramos», afirma Roque, quien cambió el fútbol por el fútbol americano en 2019: «Recuerdo que, durante la pandemia, había épocas en las que las que las instalaciones deportivas estaban cerradas y entrenábamos en los espacios verdes del río, al aire libre».
El flag football es la modalidad sin contacto del fútbol americano. Los Valencia Firebats dominan con autoridad en España. «En las categorías inferiores ha habido un gran incremento de fichas ahora que hay este boom por los Juegos Olímpicos. Los Valencia Firebats somos uno de los equipos de España con más categorías disponibles para los niños».

Parkour
«Visto desde fuera puede dar bastante miedo»
Acaba de cumplir los 18 años. Cada vez que entrena en el Jardín del Turia, Dani Corredor deja boquiabiertos a los niños. El parkour es una disciplina al alza. Y el viejo cauce ofrece muros propicios para su práctica. «Consiste en saltar grandes distancias, hacer acrobacias complejas… Visto desde fuera puede dar bastante miedo. Es algo que requiere de mucha concentración. Consiste en buscar los límites, más que físicos, mentales», explica.
Dani es instructor de Motion Academy, una escuela de parkour, telas aéreas y calistenia. Comenzó a practicarlo en 2019: «Empecé en la calle con mis amigos para probar. Ves un vídeo de Youtube y enseguida dices: 'Yo también quiero hacer esto'. Llega un momento en que uno ya necesita aprender cosas más en profundidad y me metí en Motion para trabajar y aprender. Inculca unos valores muy bonitos y funcionales. Tienes que estar enfrentándote a miedos constantemente y te ayuda a crecer no sólo a nivel deportivo sino también personal».
El viejo cauce se presenta como un emplazamiento clave: «Sobre todo es para entrenar impacto y potencia porque hay muchas alturas y mucha distancia entre muros. Si quieres entrenar fuerte, te va a servir bastante venir al río. El puente amarillo de Campanar es uno de los spots donde más entrenamos. Ahí hay de todo».

Skateboarding
«Conocí a un montón de chicas e hice una piña»
Los dos skateparks del río tienen, en determinadas franjas horarias, una actividad frenética. Uno se encuentra junto al Gulliver. El otro, conocido como Plaza, está a la altura de Zaidía. Rebecca Behrmann decidió entrar en el mundo del skateboarding mientras perduraban las restricciones por la pandemia.
«Empecé por mi cuenta. Bajaba al río, al Plaza. Había pocas chicas que patinaran conmigo y me daba mucha vergüenza porque yo no sabía patinar», recuerda Rebecca, nacida en Valencia y de origen alemán. Recibió el impulso que necesitaba en 2023, cuando la escuela Start Skate organizó un evento bautizado como Empuja.
«Era un evento inclusivo para mujeres en el río. Era el primer año que lo hacían. Yo participé y conocí a un montón de chicas e hice una piña. Cada vez somos más chicas», cuenta. Actualmente, ejerce como monitora dentro de la escuela.
«Yo siempre trabajo en el Plaza o en el Gulliver. Es muy bonito, al aire libre. Muchas veces, hemos dado clases al padre y al niño a la vez. El deporte conecta», subraya Rebecca, quien antes de lanzarse al skateboarding disfrutaba de su longboard: «Me movía con eso porque no tenía bici. Me iba con eso a clase y a los entrenamientos de baloncesto. Y en mi tiempo libre, patinaba por todo el río por el carril bici. Es una experiencia súper chula».

Boxeo
«Si no estuviese el río, no sé dónde daría mis clases»
Rafael Gomes sólo lleva dos meses en Valencia. Este brasileño de 22 años decidió cruzar el charco para iniciar una nueva etapa estudiando un máster en la Politècnica. Compagina las aulas con su actividad profesional en el Jardín del Turia. Ejerce de entrenador de boxeo. «El río es una de las cosas que más me han gustado. Si no estuviese el río, no sé dónde estaría dando mis clases. El río está siendo una puerta abierta para mí aquí», afirma con satisfacción.
El cap i casal ha fascinado a Rafael, quien fue boxeador amateur: «Vine a Valencia porque me gustaba mucho ese máster y porque buscaba una ciudad tranquila. Nunca había estado en Valencia ni en ningún otro lugar de Europa. Valencia tiene todo lo que esperaba. Este parque, la playa, el sol… Quiero quedarme más tiempo para vivir».
Al aterrizar en Valencia, Rafael exploró la ciudad en busca de un enclave idóneo para llevar a cabo sus sesiones: «Vine con la idea de trabajar dando clases de boxeo, pero también hago entrenamientos de fuerza, funcionales… Siempre los hago por el río. Estás junto al centro, entonces es un sitio al que se puede acceder fácilmente».
Quiz
¿Te apetece poner a prueba tus conocimientos sobre el viejo cauce del Turia? Aquí van algunas preguntas relacionadas con las diferentes actividades deportivas que se practican en este espacio natural. Piénsalo bien.
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