La santa muerte es ese regalo que sólo un crisol de culturas hace. Los aztecas la adoraban, los evangelizadores españoles la desterraron a la herejía y el diabolismo, y los nuevos mexicanos la recuperaron vestida de virgen. Sólo le faltaba una bandera estadounidense al lado y un párroco peleado con los obispos de México defendiéndola en contra del Vaticano. Porque acusan a la Santa Muerte de ser la diosa de los asesinos, de los narcotraficantes, de los sicarios. Muchos hasta le ofrecen dinero para que los proteja antes de salir a matar, pero es imposible que sus cinco millones de fieles sean delincuentes....