Borrar
Urgente Aena anuncia la ampliación de los aeropuertos de Valencia y Alicante
Una exhibición. Cunningham voló en Mestalla el 22 de noviembre de 1978. El jugador de origen jamaicano hizo sufrir a Cerveró y Botubot.
La noche de Cunningham y las naranjas

La noche de Cunningham y las naranjas

La grada de Mestalla asistió atónita al encuentro que encumbró al extremo y la UEFA consignó el lanzamiento masivo de frutas, aunque la sanción no se llegó a ejecutar

PACO LLORET

Sábado, 24 de noviembre 2018, 00:31

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Aquel extremo volaba. Igual entraba por la derecha que por la izquierda. Nadie lo pudo frenar. No había manera humana de controlarlo. La grada de Mestalla asistió atónita a la exhibición de un jugador que llevó en jaque a la defensa del Valencia toda la noche. Sucedió el 22 de noviembre de 1978. Ya han pasado cuarenta años de aquel inolvidable duelo con el West Bromwich Albion que encumbró a Laurie Cunningham. El partido, correspondiente a los octavos de final de la Copa de la UEFA. concluyó en tablas. Darío Felman avanzó a los locales en el primer tiempo. Nada más iniciarse la segunda mitad, Cunningham batió a Pereira y estableció el resultado definitivo. Lo peor no solo fue el resultado que dejaba la eliminatoria cuesta arriba de cara al choque de vuelta en Inglaterra. El árbitro del partido, el suizo Bruno Galler, consignó en el acta el lanzamiento masivo de naranjas y la UEFA decidió clausurar el feudo valencianista. La sanción no se llegó a ejecutar gracias a una amnistía general concedida con motivo de su 25 aniversario.

De manera injusta a Pepe Carrete se le colgó la cruz de haber sido incapaz de frenar al jugador del West Bromwich. La leyenda extendida hasta hoy en día habla del calvario sufrido por el lateral asturiano en su supuesta vigilancia sobre el gran protagonista del duelo. La realidad es que Carrete no participó en ese encuentro y, quienes de verdad sufrieron las diabluras de Cunningham, fueron, sobre todo, sus compañeros Cerveró y Botubot. El Valencia protagonizó una excelente primera parte y con una alineación muy ofensiva pudo haber ampliado la ventaja. Saura y Felman en el ataque con Solsona y Bonhof por detrás acompañaban a Mario Kempes que se erigió en la principal amenaza para el cuadro inglés. La decoración cambió tras el descanso y el once británico se mostró superior. A esas alturas del torneo ya habían caído todos los demás representantes del fútbol español, solo quedaba vivo el Valencia que terminó eliminado en ese cruce.

En el conjunto de Birmingham destacaban varios jugadores quhize poco después iban a ser convocados por la selección de su país. Además de Cunningham, de origen jamaicano, que fue el segundo futbolista de raza negra en ser internacional con Inglaterra, sobresalían el delantero centro Regis, y un centrocampista, Brian Robson que, cuatro años después, firmó por el Manchester United y se enfrentó al Valencia en el mismo torneo. El arbitraje de Galler encrespó al público que le reclamó dos penas máximas en el área visitante, una de ellas sobre Felman . El encuentro fue de alto voltaje y las decisiones del colegiado aumentaron la temperatura del ambiente.

En aquella atmósfera apasionada destacó la figura de Cunningham. Con un juego vertiginoso y una prodigiosa capacidad de aceleración, era capaz de dejar sentados a los que se cruzaban en su camino. Un murmullo de admiración recorría la grada cada vez que intervenía en el juego. La sensación de ser una amenaza constante para el rival impresionó en un escenario en el que Kempes, por entonces el mejor jugador del mundo, solía imponer su ley. El Valencia venía de pasar las dos eliminatorias continentales anteriores gracias a su demoledor poder ofensivo en Mestalla. Lo habían sufrido sendos rivales de la Europa del Este como el CSKA de Sofía y el Arges Pitesti. En ambos casos, se había repetido el mismo guión. El partido de ida se había jugado fuera con el mismo marcador: derrota valencianista por 2-1. El equipo entrenado por Marcel Domingo había resuelto la eliminatoria en su feudo al vencer por 4-1 y 5-2 respectivamente. Curiosamente, en ambos encuentros había lucido los colores de la Senyera porque la UEFA obligaba a los locales a modificar su indumentaria habitual en caso de coincidencia.

Sin embargo, contra el West Bromwich, los valencianistas, lucieron el blanco clásico de la época, aunque en el partido de vuelta emplearon el segundo uniforme. La actuación espectacular de Cunningham en Mestalla llamó la atención y alcanzó una enorme repercusión mediática. Al año siguiente, el inglés fichaba por el Real Madrid. Su debut tuvo lugar en el primer duelo de la temporada 79-80 y, de nuevo, el Valencia volvió a sufrir los efectos demoledores de su inspiración. El inglés destapó de nuevo el tarro de sus esencias y batió por dos veces la portería defendida por Manzanedo. Después de aquel debut espectacular en Madrid se frotaban las manos. Las expectativas se torcieron, aquel fue su único doblete en España. Nunca más volvió a marcar dos tantos en un partido y su rendimiento se eclipsó misteriosamente. Cuando visitó Mestalla en la segunda vuelta del campeonato 79-80 su juego no se pareció en nada al de aquel jugador que había deslumbrado un año antes en su presentación. El Valencia venció por 2-0 con goles de Kempes y Vilarrodá. El temor previo de asistir a una resurrección de Cunningham ante su víctima favorita pronto quedó descartado. La zaga valencianista no le dio opciones y tuvo una tarde discreta. Su carrera se estancó por un sinfín de razones. Varias tragedias personales le sumieron en una profunda depresión. Laurie Cunningham falleció muy joven en un accidente de tráfico.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios