El futuro del periodismo valenciano: del lodo a la incertidumbre

Reunimos a cuatro periodistas para hablar de la cobertura de la dana y de los retos a los que se enfrenta el oficio de cara al futuro

Martes, 28 de octubre 2025, 00:49

Si hubiera que explicar la situación del periodismo a través de una metáfora, escogería la de David contra Goliat. David sería el periodismo y Goliat los retos a los que se enfrenta: las pésimas condiciones laborales, los bulos, el acceso universal a la información, la dependencia del monopolio Google, la inteligencia artificial, las injerencias políticas… Aunque, pensándolo bien, quizás no sea la metáfora más acertada, puesto que David acaba derrotando a su enemigo de una pedrada, mientras que, visto lo visto, no parece que haya piedra que pueda derrumbar al Goliat del periodismo. Al menos por ahora.

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Con la intención de poner los ojos en el futuro, en LAS PROVINCIAS hemos hablado con varios periodistas jóvenes con mucho que decir. Y aprovechando que se cumple un año de las trágicas inundaciones de Valencia, recordamos cómo vivieron aquella cobertura periodística que, en todos los casos, les marcaría como profesionales.

Los periodistas que participan en el debate son Pascual Claramonte (jefe de Redacción en COPE Comunidad Valenciana), Patricia Salvador (redactora freelance y creadora de contenido que ha pasado por EFE, varios medios internacionales y actualmente trabaja para Spanish Revolution), Natalia Alaminos (redactora web y experta SEO en À Punt) y Gonzalo Bosch (redactor de la sección Local de esta casa).

Hechas las presentaciones, es importante mencionar algo: todos ellos son periodistas que viven su oficio con pasión pese a las pésimas circunstancias que lo rodean. La vocación es una constante que sale a relucir durante toda la charla, pero de ella va acompañada el hartazgo. Al igual que ocurre con buena parte de los periodistas, en ellos conviven la pasión y la frustración. Quizás por su juventud o quizás por su carácter, parece que estos cuatro atesoran más de lo primero que de lo segundo.

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La cobertura de la dana

La dana fue el mayor reto periodístico al que se han enfrentado los cuatro. Y no es para menos, porque dos de ellos, Gonzalo y Patricia, llevan poco tiempo en el sector (tienen veintiséis y veinticinco años respectivamente). Gonzalo ya había cubierto el incendio del edificio de Campanar -de hecho lo hizo en su primera semana de trabajo-, y Patricia lo hizo como colaboradora para un medio turco. A Pascual y Natalia les pilló más experimentados (tienen treinta y treinta y siete años), pero todos coinciden en algo que resume muy bien Gonzalo: «Cubrir la dana es lo más puro a nivel periodístico que yo he hecho hasta la fecha». Cuenta que las directrices durante los primeros días eran clarísimas: «Vete a l'Horta Sud, observa, escucha todo lo posible, vuelve a la redacción y ponte a escribir». El periodismo de proximidad reflejó la realidad valenciana mejor que los medios nacionales. Bosch recuerda la visita a Paiporta de Mazón, el Rey y Sánchez. El presidente del Gobierno tuvo que huir de la zona por ataques que, en las horas consiguientes, muchos medios nacionales atribuyeron a grupos de la ultraderecha. Gonzalo recuerda lo que le dijo una voluntaria: «No eran grupos de ultraderecha, era el pueblo de Paiporta, que estaba rabioso y quería demostrarlo». Los medios locales, en este caso, sí reflejaron la realidad tal y como ocurrió.

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«Cubrir la DANA es lo más puro a nivel periodístico que he hecho hasta la fecha»

Gonzalo Bosch

A Pascual, la dana le coincidió en el tiempo, más o menos, con su nombramiento como jefe de Redacción en COPE Comunidad Valenciana. Destaca de los periodistas de la emisora que demostraron «una capacidad de trabajo tremenda» y reconoce que todos los medios locales hicieron una labor «ejemplar». Natalia no estuvo en el terreno, sino que lo vivió todo desde la redacción, que durante aquellos días rezumaba tensión por todos los costados. El trabajo de la cadena pública también quedó patente en un hecho: aumentó 50.000 seguidores en Instagram en solo tres semanas, un crecimiento inaudito para cualquier medio. Algo similar le ocurrió a LAS PROVINCIAS, cuya cobertura de la tragedia apareció en diversidad de medios internacionales. Patricia cuenta que algo que se le ha quedado grabado es «el olor» de las calles de los pueblos afectados durante aquellas semanas. Quien estuvo allí sabrá perfectamente de lo que habla. Y los bulos. Cuántos bulos corrieron durante aquellos días, cuántos vídeos de otras inundaciones, de otras tragedias remotas que se hacían pasar por la nuestra. El lector recordará los bulos del parking de Bonaire. Durante semanas (todavía hoy), muchísima gente pensó que allí abajo había cientos de cadáveres, y que los medios, en connivencia con la Administración, ocultaron el asunto con a saber qué objetivo. Gonzalo cuenta que, muchos de aquellos días, su trabajo no se basó en escribir, sino en bucear y bucear para desmentir informaciones que llegaban a la redacción del diario.

La dana fue el mayor reto de sus carreras, y todavía ahora la recuerdan con gestos torcidos. Sin embargo, sacan pecho, porque, en contra del discurso que hoy en día impera, el periodismo local se mostró como algo necesario e indispensable para arrojar luz sobre la tragedia.

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El desprecio hacia los periodistas

En contra de esa recurrente idea de que cualquier pasado fue mejor, el periodismo jamás ha gozado de una buena reputación social. Siempre ha estado cuestionado, aunque es cierto que la percepción social, hoy, es todavía peor. La sociedad, normalmente, exige «objetividad», pero los seres humanos, subjetivos como nosotros solos, no podríamos aspirar a tal cosa. En su lugar, hay otros objetivos como la honestidad o la veracidad que sí son asequibles. Esta ilusión según la cual la objetividad existe, así como muchos otros factores como el clickbait, la polarización o la dependencia de la publicidad institucional, provocan un desprecio bastante extendido en la sociedad hacia el oficio (según el Digital News Report España 2025, el 40% de los españoles desconfía de las noticias).

«Los jóvenes tienen una falta de credibilidad brutal hacia los medios de comunicación»

Patricia Salvador

Una realidad que, como explica Pascual Claramonte, choca contra el hecho de que se trata de «una profesión muy esclava». Patricia Salvador se reafirma en esta idea: «La gente joven tiene una falta de credibilidad brutal hacia los medios». Observa que las personas, en muchas ocasiones, exigen «un producto informativo a la carta» y, si no se cubren sus deseos, asumen que el medio «está comprado». Natalia Alaminos opina en la misma línea. Ella no aguanta que los usuarios de redes sociales se fíen de lo que diga «cualquier influencer» y que, al mismo tiempo, los redactores estén siempre en tela de juicio. Según Gonzalo Bosch, hay una brecha de edad. Él ve que la generación de sus padres (babyboomers) sí confían en el periodismo pero que, mientras tanto, ni siquiera amigos de su círculo más cercano lo hacen. «La gente no ve el trabajo de contraste que hay detrás».

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¿Abandonar la profesión?

Multitud de periodistas, llegado cierto punto, abandonan el oficio para dedicarse a la comunicación corporativa o a cualquier otro trabajo que les brinde un salario y un horario mejores. Es habitual en las generaciones recién llegadas a las redacciones que ya hayan pasado por alguna de esas crisis existenciales en las que uno está a punto de saltar del barco. Natalia, que tiene treinta y siete años, pasó por una al terminar la carrera, y en su momento pensó que nunca más trabajaría para un medio. Pascual, por su parte, dice que es inevitable pensar en abandonar de vez en cuando. «Mi principal razón sería la salud. Soy un romántico del periodismo, pero la salud va por delante», dice, y añade que en la dana trabajó sin descanso durante veintiocho días seguidos. Patricia, que también es una romántica del oficio, está segura de que llegará el día en que tenga que migrar a algún país donde las condiciones de los profesionales de la información sean mejores. «En comparación con Alemania, las condiciones que tenemos en España son una broma», ejemplifica.

«La capacidad de adaptación del periodismo está más que demostrada»

Pascual Claramunt

Los cuatro entienden perfectamente a quien deja la profesión, pero ninguno está en ese punto. Quitando a Natalia, que al trabajar en la televisión pública tiene mejores condiciones, el resto coincide en «lo mal pagado» que está su trabajo. Pascual, pese a ser jefe de Redacción, continúa compaginando su puesto con algunas horas de docencia y demás colaboraciones. «Y eso que mi estilo de vida no es nada del otro mundo», asegura. Gonzalo, en la misma línea, todavía no ha podido emanciparse. Y matiza: «No es solo el sueldo, sino también la cantidad de horas dedicadas. La gente acepta las condiciones precarias porque siempre hay otro dispuesto a hacer el trabajo. Esto no te lo cuentan cuando te matriculas en la universidad. Si lo hicieran, la gente no se metería aquí ni de coña. Es lo que menos me gusta de la profesión. Si no rompemos con eso, nunca vamos a progresar en las condiciones».

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El modelo de negocio, en jaque

Es vox pópuli que el modelo de negocio periodístico atraviesa una profunda crisis. En pocas palabras, nadie sabe cómo hacer rentable el oficio hoy en día. El problema se ha ido agravando con los años y, para colmo, la IA de Google lo está terminando de arreglar (ahora, Gemini le da la respuesta a lo que busca el usuario sin necesidad de que este pinche en ninguna noticia). Preguntamos a los cuatro periodistas si tienen en mente algún modelo de negocio que pueda ser viable de cara al futuro. «Cada vez vamos más hacia el podcast -dice Pascual-. Y también hacia un estilo mucho más narrativo, porque estamos viendo que la inteligencia artificial ya puede crear guiones radiofónicos bastante pasables. Cada periodista debe tener su propio estilo».

Natalia recoge el testigo de esta idea. Según ella, quizás la clave esté en «personalizar más la información con un estilo más literario», de manera que el lector aprecie a la persona concreta que elabora una noticia. Fantasean con la posibilidad de un modelo periodístico semejante a las plataformas. Un Netflix de la información donde el usuario elija lo que quiere consumir por categorías, géneros e incluso nombres propios.

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«Quizás la clave esté en personalizar la información con un estilo más literario»

Natalia Alaminos

Gonzalo alberga cierta esperanza de que la gente asuma en algún momento próximo que el periodismo no es gratis y debe pagarse al igual que se asumió con la televisión y el auge de las plataformas (hoy en día a nadie le parece raro pagar una suscripción de HBO).

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Un futuro incierto

Si el futuro, por lo general, es incierto, el del periodismo lo es más todavía. Es paradójico, porque pese a la pésima coyuntura, ante esta cuestión, los cuatro desprenden un halo de cierta esperanza y optimismo. Probablemente sea inevitable. El periodista tiende a buscar ese fino rayo de luz que atraviesa débilmente la niebla. Por cursi que parezca, en la mayoría de casos es así. De otro modo, no podría enfrentarse a un contexto tan adverso. No obstante, un trabajo es un trabajo, y el de periodista debería estar más reconocido y mejor pagado. «La capacidad de adaptación del periodismo está más que demostrada. El pronóstico siempre ha sido dramático, pero los periodistas están muy curtidos y siempre están ahí», sentencia Pascual.

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Encontrar ese fino rayo de luz pasa, según Patricia, por «evitar fomentar el ruido y la división», algo en lo que, dice, cae mucho el periodismo de declaraciones, tan empleado en cualquier periódico. Eso y el formato. Todos están de acuerdo en que cada vez ganará más peso el formato de audio y el de vídeo, en detrimento del escrito.

Un futuro, en definitiva, ensartado por la más absoluta incertidumbre, pero un futuro en el que, irremediablemente, seguirá habiendo periodistas.

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