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La playa de Valencia toma aire y el centro sigue asfixiado

La playa de Valencia toma aire y el centro sigue asfixiado

Los restaurantes del litoral se llenan casi como el año pasado mientras los locales de Ciutat Vella están aún bajo mínimos

FRANCISCO RICÓS

Lunes, 6 de julio 2020, 00:09

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Valencia parece haber retrocedido tres o cuatro décadas desde que acabó el confinamiento. Recuerda a aquella ciudad a la que prácticamente no llegaban turistas y con los primeros calores de finales de junio, cuando acababan los colegios, o principios de julio, los habitantes de la capital se marchaban a sus segundas residencias, y quienes no tenían esa suerte, dejaban su piso unas los sábados y domingos para refrescarse en la Malvarrosa, las Arenas, El Saler, Pinedo o cualquier otra playa cercana.

En los años 70, 80 y 90 del pasado siglo XX la ciudad quedaba desierta durante los fines de semana. Los valencianos han seguido marchándose al chalé o al apartamento durante el siglo XXI, pero su ausencia la fueron cubriendo los extranjeros que llegaron al cap i casal con el fomento del turismo impulsado desde el Ayuntamiento que dirigió Rita Barberá y las ya olvidadas políticas de grandes eventos de la Generalitat. El caso, guste o no, es que consiguieron abrir Valencia al mundo y ponerla en el mapa del turismo.

Ahora el centro histórico está vacío como hace tres décadas. La pandemia retrae la llegada de turistas, mientras los valencianos siguen optando por irse el fin de semana al chalé o a la playa, ya sea a un apartamento, a pasar el día entre las olas y la arena con la nevera portátil llena, o a comer a uno de sus restaurantes de primera línea de mar.

Quizá por eso pasear por el centro histórico de Valencia un domingo por la mañana se está convirtiendo en sinónimo de tranquilidad. Una tranquilidad que no es del agrado de los hosteleros , que están perdiendo dinero desde que el 14 de marzo dictó el Gobierno el estado de alarma y siguen periendo al levantarse.

Antonio regenta La Catedral, un restaurante con una amplia terraza en la plaza de la Virgen. «La terraza está vacía. Así no podemos aguantar. Y hay muy pocos turistas. Hay que animar a los valencianos para que vengan al centro, que no se queden sólo en los barrios», afirma. En este restaurante trabajan siete personas, cuando antes llegaron a ser 11, recuerda. «La caja diaria es entre un 60 y un 70 % menos de la que hacíamos antes», lamenta. «Casi la mitad de las terrazas de la plaza están cerradas hoy», dice. Y las abiertas están casi vacías.

En una situación similar, aunque con alguna excepción, se ven los negocios de hostelería de la calle María Cristina y la plaza del Mercado.

En la calle del Miguelete sobrevive una tienda de regalos. Luis Cantele está al frente. «La de al lado quebró. Me siento bendecido por seguir trabajando», afirma. «La caja diaria es menor del 10 % de la que hacíamos antes. La situación es mala. No hay turismo».

Un indicativo de la presencia turística son las visitas a las torres de Serranos. Ayer al mediodía llevaba «118 visitas, cuando antes un domingo había como mínimo 2.000 ó 3.000. El 90 % eran extranjeros y ahora, un 40 %», comenta el joven que controla el acceso.

Isabel regenta el kiosco de flores número 11 de la plaza del Ayuntamiento. El negocio «ahora no funciona. En octubre, ya veremos», avisa. Hoy van a empezar a excavar ante la puerta de su negocio por la reforma de la plaza y teme que el polvo le estropee el género. No podrán parar los coches y bajar a comprarle flores. «Ya veremos qué pasa con lo que le están haciendo a Valencia», dice.

En el frente litoral el panorama es muy distinto. Ayer costaba aparcar. La playa estaba llena y los restaurantes del paseo marítimo de Valencia, con prácticamente todas las mesas reservadas. Se respiraba actividad, alegría.

Vicente, de Luz de Luna, aseguró que este fin de semana «ha aumentado el trabajo. El mes pasado fue flojo pero ahora se está empezando a notar que va mejor». En Casa Isabel y La Alegría de la Huerta tenían todas las mesas reservadas para comer y daban turno para pasadas las 15 o las 15.30 horas.

Concha Navarro, de La Murciana, contó sorprendida que este último sábado «fue como si no hubiese pasado nada, como un día del verano anterior». Afirma que de normal no están trabajando al mismo nivel que el año pasado, pero que sí se nota alegría. El local estaba prácticamente lleno.

Según Miguel Caeta, responsable de El Trompo, «este fin de semana está siendo mejor pero hay menos mesas que el año pasado. Aunque dentro de lo que cabe, está bien. Lo tenemos todo reservado».

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