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J. A. MARRAHÍ
Lunes, 4 de febrero 2019, 00:18
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Corrían los años 80 cuando un empresario hostelero de Valencia decidió abrir un bar en la ciudad. Como recuerda su hijo, Miguel Olmo, el nombre llegó por una apuesta. «Un amigo sastre le dijo que si llamaba a su bar 'Los Pitufos' le regalaría un traje. Y así fue».
Con esta curiosa anécdota como origen, el negocio arrancó en 1981 en la Carrera Malilla del barrio valenciano del mismo nombre. Después la empresa familiar se expandió y otro local con la denominación de los azules personajes del dibujante belga Pierre Culliford 'Peyo' abrió en el barrio de Ruzafa, en la calle Puerto Rico.
Y con el simpático nombre de 'Los Pitufos', instalado en la conciencia colectiva de nuestra infancia, pudieron funcionar sin ningún problema hasta hace aproximadamente un año. Fue entonces cuando llegó la sorpresa. Los diminutos habitantes de las setas querían su parte del pastel en forma de derechos de marca.
Así lo recuerda Miguel Olmo, al frente del antiguo Bar Los Pitufos de Ruzafa, hoy ya Bar Dartin. «Era una carta en francés procedente de un gabinete jurídico belga en la que nos explicaban que el nombre de 'Los Pitufos' era una marca registrada y si queríamos seguir usándolo debíamos pagar unos 10.000 euros en conceptos de autor».
La familia Olmo trasladó el asunto de inmediato a su asesoría y el abogado no albergó dudas. «Tenían razón. Yo también lo entiendo. Parece que nunca te vaya a pasar algo así con un nombre tan extendido y popular como 'Los Pitufos', pero las leyes son las leyes...», reflexiona el responsable de Dartin. «Los 10.000 euros que había que pagar eran mucho dinero y consideramos que lo mejor sería cambiar el nombre y todos en paz».
Entre febrero y marzo, los dos bares de Valencia con el nombre de 'Los Pitufos' abandonaron su denominación histórica tras casi cuatro décadas de andadura de la mano de los pequeños 'hijos' de 'Peyo'.
En palabras de Olmo, «tampoco supuso mayor problema para nosotros más allá de una inversión en rótulos nuevos o en las páginas de los locales en las redes sociales». Por lo demás, nada ha cambiado. Las deliciosas tapas o lonchas de jamón recién cortadas del Bar Dartin siguen siendo las mismas tras el cambio de denominación y Olmo asegura que a la clientela «no parece haberle afectado en lo más mínimo». Queda, no obstante, cierta herida de nostalgia: «Yo me he criado con ese nombre hasta el punto de ser como un apodo cariñoso, pero es lo que hay».
Basta un vistazo por Google para comprobar que los del poblado de setas han calado hondo en el mundo empresarial, en bares o negocios relacionados con la infancia. En Valencia hay un centro de enseñanza infantil llamado Pitufos. En Madrid, por ejemplo, hay otra escuela, una guardería, un parque, un bar de cañas y tapas, otro establecimiento de hostelería... ¿Se las verán también con los juristas belgas?
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