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Día de duelo y reencuentros familiares en los cementerios de barrio
Descendientes de pescadores del Cabanyal y vecinos del Grao de toda la vida mantienen la tradición de visitar los camposantos en el día de Todos los Santos
Lola Soriano Pons
Valencia
Sábado, 1 de noviembre 2025, 14:27
Los valencianos rinden hoy memoria a sus familiares en el Cementerio General de Valencia y, además, en los Camposantos de barrio, los que se encuentran ... repartidos por Campanar, Benimàmet, El Palmar, Massarrojos, El Grao y El Cabanyal.
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Es una jornada de duelo, pero también de reencuentro de familiares que quedan para acudir juntos a la lápida de sus ancestros y demostrar que no los olvidan. En un recorrido por el cementerio del Cabanyal, a media mañana acude, por ejemplo, la familia Gimeno y González, con varias generaciones, para transmitir la tradición de visitar a los ancestros en el día de Todos los Santos.
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«Nos reunimos unos doce familiares. Venimos a ver a los yayos y padres. Venimos de una familia de pescadores, armadores de barcos. Se le conocía en el barrio como Gimeno, 'El Nano'. Vivía entonces en la calle Mayor, que ahora se conoce como José Benlliure, y los descendientes también hemos tenido barco propio y ahora ya nos hemos jubilado», detallan José Luis y Salvador Gimeno.
Explican que aunque «ahora la mitad de la familia vivimos en Gilet, venimos siempre al Cementerio del Cabanyal en el día de Todos los Santos».
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También viene de familia de pescadores Ana Mengual que, junto con su marido Vicente García, visitan a los abuelos (Antonio Paricio) y padres en el Camposanto marinero. «Antes de ir a ver a los familiares siempre nos gusta empezar el recorrido de la visita por la parte histórica del cementerio, donde hay tumbas de ilustres como Mariano Benlliure. Nos gusta ver las esculturas y arquitectura funeraria», añaden.
Y es que no sólo en el Cementerio General hay grandes obras de arte, en el Cabanyal, por ejemplo, es de obligada visita la tumba de Benlliure, cuyo busto creó él mismo y figura junto a la de sus padres. Y justo enfrente se encuentra la tumba de Eugenia Viñes, creadora del asilo de Nuestra Señora del Carmen.
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Ana y su marido también se paran ante el busto de la sepultura del Doctor Lluch, médico que tiene una calle en el Cabanyal y que trató a muchos enfermos de cólera y justo al lado, hay una tumba de la Cruz Roja en memoria de cuatro soldados fallecidos en el hospital que se habilitó en la Lonja de Pescadores del Cabanyal en el periodo de la guerra con Marruecos.
En esta jornada de Todos los Santos también es fácil ver a varias generaciones juntas para rendir homenaje a sus ancestros. En este mismo Camposanto, Rubén Lucas y Talía Garrido, van con sis hijos de 2 años y cuatro meses para que la tradición también enraíce en ellos.
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Fernando Gabarda, vecino del Cabanyal de toda la vida, también acude con su esposa y la madre para rezar ante la tumba de varios familiares. «Tengo a quí a mi padre, a mi suegro, a mi tía y a un primo».
Otra vecina del barrio de toda la vida, Amparo Blat, también asiste puntual al cementerio para visitar junto a su marido a los suegros.
Curioso es el caso de vecinos que tienen familiares repartidos en los dos barrios. «Hemos venido primero a ver a nuestros padres en el Cementerio del Grao, que fallecieron hace 38 años y ahora nos iremos al Cementerio del Cabanyal», explica Carmen Ábalos.
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A este Cementerio del Grao también acuden jóvenes como Nathalie García, que a pesar de haber salido con las amigas la noche anterior, asegura que «me gusta levantarme pronto y venir al cementerio el día de Todos los Santos para visitar a mis familiares e incluso llevamos flores a otros familiares que no tienen descendierntes».
Nathalie va acompañada por su padre, José Vitorio y su madre, Rufi. La joven recuerda que este cementerio del Grao «barajaron quitarlo en la época en que vino el circuito de Fórmula 1, porque está en el PAI del Grao, y tienen que hacer fincas, pero al final se ha mantenido por la presión vecinal».
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Esta vecina del Grao explica historias familiares entrañables que forman parte de una memoria que no puede desaparecer. «Cuando mi yaya tenía 7 años, tiraron bombardeos desde el mar y su hermana, que estaba embarazada de ocho meses, la cubrió para protegerla y esta última murió. Cuando mi yaya se hizo mayor dijo que quería que la enterraran junto a su hermana, la que le salvó».
También dirige la mirada a una tumba histórica que ha quedado en los enterramientos que están en el suelo. «Retiraron todas las tumbas que había antiguas en el suelo, que fue una pena, y quedaron las esculturas de una niña y su abuela». La historia cuenta que la «niña falleció el mismo día en que celebraba su Primera Comunión y su abuela, Antonia Cuenca, encargó la escultura de la niña y la suya propia», explica un operario del cementerio.
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En este Camposanto también se guardan otras muchas historias, como la tumba que el Casino del Americano creó en memoria de los 32 soldados participantes en la guerra de Cuba, sin olvidar panteones también de gran belleza como el de la familia Carsí, el de Matilde Miñana, el de la familia del abogado Eduardo Calabuig o el panteón de Antonio Ferrer Peset y Sancho-Pérez.
Justo en la entrada de este Cementerio del Grao hay un pequeño espacio reservado para el cementerio civil. «Tengo en un nicho a tres primeros hermanos y una tía. Decidieron estar en la parte republicana del cementerio. Como mi prima Amparo, que es la que se encargaba del nicho falleció en 2023, ahora vengo yo a mantener la tradición», indica emocionado Paco Piñeiro.
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