Joaquín Ferrándiz sale de la cárcel de Herrera de la Mancha tras cumplir su condena. Iván Arlandis

El asesino en serie Ferrándiz «tiene un futuro complicado» tras salir del anonimato

Dos expertos criminólogos abogan por un equilibrio entre una supervisión policial y el acoso de los medios de comunicación para no dificultar la reinserción del exconvicto | Una denuncia por molestar a otra mujer reabre el debate sobre su rehabilitación

Javier Martínez

Valencia

Lunes, 27 de octubre 2025, 00:54

El dilema es el que sigue: ¿informamos sobre las andanzas de un exconvicto considerado peligroso o preservamos su anonimato?. El asesino en serie Joaquín Ferrándiz (1963, Valencia) «tiene un futuro complicado». Es la opinión de Vicente Garrido Genovés, catedrático de Criminología de la Universitat de València y una de las autoridades más reconocidas en el ámbito de la ciencia que estudia el delito y el tratamiento adecuado para su represión.

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«Estar pendiente de cada cosa que hace es comprensible, pero no es una buena idea si queremos que lleve una vida convencional. Hay que buscar un equilibrio entre una supervisión policial y el acoso de los medios», afirma Garrido en referencia a las últimas noticias publicadas sobre el asesino de cinco mujeres en los años 90 en la provincia de Castellón.

Además de columnista de LAS PROVINCIAS y contertulio habitual de programas de crónica negra en televisión y radio, Garrido ha sido consultor de Naciones Unidas y ha asesorado en diferentes casos a la Policía y la Administración de Justicia. Antes de la detención de Ferrándiz, el experto criminólogo ayudó a los investigadores de la Guardia Civil a trazar el perfil del asesino que buscaban.

«Ferrándiz fue algo así como el Ted Bundy español. Ni antes ni después de él hemos tenido a un homicida plenamente integrado, con buen nivel de inteligencia y habilidades sociales, el 'chico de la puerta de al lado' que en absoluto dejaba translucir su compulsión homicida», explica Garrido.

Huye de su pasado criminal

Tras salir de la cárcel en 2023, Ferrándiz se trasladó a vivir de alquiler a un caserío de la localidad fronteriza de Irún en busca del anonimato. Trabajaba en una conocida empresa de mensajería y paquetería hasta que se trasladó en junio de 2024 a Andoain, donde cambió de empleo y ahora está contratado por una firma nacional de alimentación.

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El expresidiario huye de su pasado y de los periodistas. En el País Vasco mantuvo una relación problemática con una mujer, que lo denunció por un delito de acoso, y sobre él pesa ahora una orden de alejamiento con respecto a la víctima, que fue su compañera de piso y sentimental el año pasado, según informó el periódico El Correo.

Las novias de Ferrándiz

Entre los años 1981 y 1998, Ferrándiz mantuvo relaciones con 12 mujeres. Escribió en su diario los nombres de todas sus novias y describió algunas de las relaciones sexuales que apaciguaron su instinto criminal. Dori, Juani, Silvia, Laura, Beatriz, María Rosario, Pilar, Margarita, Maite, Mónica, María Antonia y Manoli son los nombres de las mujeres con las que tuvo sus primeros escarceos sexuales y relaciones de noviazgo con altibajos. Clasificaba y adjetivaba en su diario a las chicas que conocía: simpáticas, regulares o antipáticas.

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Tras su detención y encarcelamiento, Ferrándiz retomó la relación con una de sus antiguas novias e incluso tuvieron encuentros privados (vis a vis) en la cárcel de Herrera de la Mancha. Los investigadores de la Guardia Civil localizaron y tomaron declaración a varias exparejas del asesino en serie, y todas ellas manifestaron que Ferrándiz era encantador, correcto, muy serio y que defendía sus ideas por encima de todo.

Denuncia por acoso

Inteligente y educado en el trato, fuera de la cárcel parece que había conseguido en Irún y Andoain alejarse de su lado más oscuro, pero la última denuncia por acoso de su expareja reabre el debate sobre la reinserción de Ferrándiz.

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El director del grado en Criminología de la Universidad Internacional de Valencia, Patrick Salvador, considera que se debe hacer «un mayor uso de la figura de libertad vigilada que contempla nuestro sistema penal y penitenciario para supervisar la reinserción» de personas peligrosas por su pasado criminal.

«Nadie, ni los mejores profesionales pueden entrar en la mente de los asesinos en serie, y no tenemos la garantía de que no mientan para conseguir sus fines cuando se someten a los programas de reeducación. Hay que tener en cuenta que muchas veces estamos ante verdaderos psicópatas», afirma Salvador.

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«Los medios de comunicación juegan un papel fundamental cuando muestran la realidad de las víctimas y los criminales, pero esto puede suponer en ocasiones una revictimización para las primeras y un entorpecimiento del proceso de reinserción de los segundos», añade el profesor universitario.

Tras cumplir su condena, un asesino en serie comienza una nueva vida fuera de la cárcel en la que «debe renunciar a su pasado delictivo y a su identidad, pero hay que evitar también los señalamientos públicos», asevera Salvador. «En estos casos se pone en evidencia la contraposición entre la rehabilitación social y la protección de futuras posibles víctimas. La sociedad quiere y tiene derecho a sentirse protegida», señala el criminólogo.

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Trastorno de la personalidad

Cuando cometió los asesinatos en los años 90, Ferrándiz tenía una vida social activa, un trabajo estable en una compañía de seguros y sus compañeros lo consideraban un trabajador modelo. Nadie de su entorno podía imaginar que era un asesino. A pesar de la crueldad que mostró en los crímenes, todas las víctimas se fueron con él de forma voluntaria.

Su capacidad para mentir, manipular y embaucar fue clave para que las cinco mujeres subieran al coche con él sin mediar violencia o coacción. Sufría un trastorno polimorfo de la personalidad, un conjunto de síntomas psicóticos muy cambiantes en poco tiempo, una alteración de la conducta que «no le impedía gobernarse a sí mismo», según la sentencia que condenó a Ferrándiz a 69 años de cárcel.

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