Juicio de la secta de Vistabella: «Nos decía que teníamos que tener sexo con él para estar sanas»
Las víctimas inculpan a dos de las mujeres acusadas de colaborar en las agresiones sexuales a ocho menores | La madre de una niña de 12 años no denunció al gurú cuando su hija le dijo que le había hecho una felación, y ahora es una de las acusadas
Seis presuntos miembros de la secta de Vistabella, cinco mujeres y un hombre, se enfrentan a penas que oscilan entre los 16 y los ... 76 años de prisión por nueve delitos de abuso sexual, ocho de ellos a menores de edad, y un delito de asociación ilícita. El juicio debía haberse celebrado el pasado mes de abril, pero fue suspendido a petición de la Fiscalía, que consideró insuficientes la sesiones previstas inicialmente, y ha comenzado este lunes en la Audiencia Provincial de Castellón.
La acusación pública solicitó el aplazamiento ante la previsión de que el juicio se alargara, ya que tienen que declarar 55 testigos y se presentarán hasta 25 informes forenses. Según el escrito de conclusiones provisionales de la Fiscalía, los seis encausados conformaban junto a otras personas un grupo sectario en torno a su líder, Antonio G. L., fallecido el 15 de mayo de 2002 cuando se encontraba en prisión provisional, que sometía a sus miembros a terapias supuestamente sanadoras basadas en ritos sexuales.
Los procesados y las víctimas atribuían al gurú poderes especiales de los que en realidad carecía, y este se valía de la abducción psicológica de sus fieles para satisfacer sus deseos sexuales. El líder de la secta, nacido en 1957 y casado con una de las inculpadas, «aplicaba en los genitales de las asistentes vibradores o consoladores hasta alcanzar el orgasmo, introducción de objetos o dedos y penetraciones vaginales», según la Fiscalía.
Tres de las víctimas que sufrieron agresiones sexuales declararon este lunes en la primera sesión del juicio. Dos de ellas explicaron al tribunal que tenían miedo al gurú, y que accedían a sus deseos sexuales para que no les hiciera «la vida imposible».
«Al vibrador le llamaba la maquinita, y nos decía que tenía que introducirlo en nuestro cuerpo para conectar los ovarios y proyectar una luz hasta el universo que luego volvía a la tierra», manifestó una mujer que abandonó la secta en 2009.
La testigo afirmó también que el gurú mantenía relaciones sexuales en grupo con varias adeptas en un ritual que él llamaba «el triángulo», y que las niñas tenían que subir por las noches a su habitación para darle un beso o para despertarlo por la mañana. «Nos decía que no le contáramos nada a nuestros maridos, y ellos tampoco veían las prácticas sexuales. Estaban durmiendo después de trabajar todo el día cuando nosotras subíamos a la habitación de Antonio, y él cerraba la puerta», añadió la testigo, cuya identidad omitimos para preservar su anonimato.
El líder de la secta aprovechaba las visitas de las niñas a su habitación para abusar sexualmente de ellas en presencia algunas veces de su mujer y su nuera, según los testimonios de varias víctimas. «Nos decía que teníamos que tener sexo con él para estar sanas, y yo entonces tenía doce años y me lo creía. Mi madre sufría un cáncer y tenía miedo de padecer la enfermedad si no le hacía caso», declaró otra testigo.
La joven aseveró que la primera vez que el gurú le introdujo «la maquinita» (el consolador) ella estaba muy nerviosa, y una de las encausadas le cogió la mano para tranquilizarla y no impidió la agresión sexual. También declaró que su madre sabía que se quedaba a solas con el líder de la secta, y que ambas pensaban en esos momentos que los tocamientos no eran abusos sexuales, sino un ritual para eliminar las energías negativas de sus cuerpos.
La víctima, que ahora tiene 27 años, empezó a desconfiar del gurú cuando este le obligó a hacerle una felación. «Que me tocara los pechos para ver si tenía bultos era creíble, pero lo de chupársela ya no entendía nada, y se lo dije a mi madre», manifestó la joven.
La progenitora de la víctima habló entonces con el líder y cesaron los abusos sexuales a esta víctima, pero continuó agrediendo a otras menores, y la madre de la joven (una de la mujeres procesadas) no denunció los hechos.
En la primera sesión del juicio también declaró el padre de esta chica y exmarido de la encausada. Este testigo, que fue la primera persona que acudió a la Policía para denunciar las agresiones sexuales, manifestó que su hija le contó las prácticas sexuales que realizaba el líder de la secta con ella y otras niñas. El hombre sospechaba que sus otros dos hijos, un niño y una niña, no tienen su sangre y son hijos biológicos del pederasta fallecido. El parecido físico entre el gurú y las víctimas «es extremo», precisó.
El testigo formó parte de la comunidad desde principios de 1990, al igual que su mujer y su madre, y explicó que el líder les pidió que contribuyeran económicamente para comprar la masía de Vistabella, y él y su madre aportaron 13 millones de pesetas. También declaró que el gurú tenía «la mano muy larga» y propinaba bofetadas a los que no actuaban como él quería.
La testigo de 27 años, que sufrió agresiones sexuales entre los 12 y 17 años de edad, afirmó que el líder les decía que quería tener hijos con ellas «para traer al mundo seres de luz», lo que ayudaría a que el mundo fuese mejor, y que las excusas para chuparles los pechos eran eliminar la energía negativa y prevenir enfermedades como el cáncer.
En cuanto a las relaciones sexuales con penetración, la víctima añadió que al gurú no le gustaba que la adolescente fuera pasiva: «Él quería que gimiese para mover la energía del cuerpo y llegar al orgasmo», señaló la joven. «Todo el mundo obedecía a Antonio, porque creíamos en él ciegamente y le teníamos miedo», agregó.
Uno de los tres abogados de las defensas solicitó la retirada de una de las acusaciones particulares al considerar que no representaba a ninguna víctima, sino a la abuela de una de las menores que sufrió abusos sexuales, pero el juez rechazó la solicitud.
La habitación de los horrores
En la habitación de los horrores, donde Antonio G. violaba a niñas de doce y trece años, había un mural con secuencias de Peter Pan. A esa estancia subió la niña O., obedeciendo a su madre, donde la desnudaron. El líder de la secta, conocido como tío Toni, le dijo que debía aplicarle una de sus terapias de curación, para «darle luz a los ovarios», y abusó sexualmente de ella, según el escrito de acusación del Ministerio Público.
Desde los cuatro años, O. vivía en la casa de la secta, cuando su madre la llevó consigo. Nueve años después, el gurú la comenzó a violar. La madre de O. era una de las mujeres «con preocupaciones o problemas de salud» que había sido captada por la secta «atraídas por el poder sanador» de la «imposición de manos, hasta prometer la sanación física de padecimientos y enfermedades», indica el documento al que ha tenido acceso este periódico.
Tras las agresiones sexuales, la niña O. comenzó a tomar anticonceptivos. Unos años después, cuando ella tenía 16 años, la sometió a otra de sus prácticas de coacción y corrupción: la obligó a «quitarse la camiseta porque estaba cargada de negatividad y enseñar los pechos a todos los presentes, incluidos mayores de edad». Era una de sus prácticas habituales para «despertar la lascivia de los miembros de la comunidad, imponía la realización de actividades conjuntas en la que exigía a las mujeres que mostraran sus pechos a los hombres», mantiene la Fiscalía Provincial de Castellón. Para O., llamada así en el escrito, comenzó otra fase de las violaciones, «incluso en prácticas compartidas con otras mujeres».
Como O., que ahora tiene 35 años y presenta estrés postraumático y psicosomático, según los psicólogos del caso, otros menores que vivían en aquella casa de Vistabella del Maestrat (Castellón) sufrieron este tipo de agresiones sexuales y se les «preguntaba con trece o catorce años si ya se masturbaban». Sus testimonios representan la base de la acusación con las responsables de la secta, excepto el líder, Antonio G. L., que murió en prisión dos años después de su captura, en mayo de 2022. Tenía 65 años y estaba en el centro penitenciario de Castellón I. Desde 1990 había creado un «grupo pseudo-religioso y sectario» y se había atribuido «poderes especiales (...), valiéndose de la abducción psicológica de sus fieles» con el fin de «satisfacer sus deseos sexuales».
Las niñas, con escasa edad, apenas menstruaban eran sometidas a violaciones en las que las mujeres acusadas las sujetaban «con las dos manos encima de la cabeza para que no se moviera» o para que no pudiera «cerrar las piernas» (se narra en el caso de la víctima identificada como T., nacida en 1994 y agredida en 2007, y Q., nacida en 1995 y abusada hasta que cumplió 22). Otra víctima, llamada Z., contó a su madre lo que sufría y ella no sólo la obligó a seguir, sino que obligó a su otra hija menor, que terminó bajo tutela estatal a los 14 años, cuando la Policía Nacional intervino.
En esa casa vivieron al menos once menores, entre ellos cinco hijos del gurú, concebidos dentro de esa «comunidad con una doctrina dogmática y totalitaria, basada en la fijación de pautas conductuales y actitudes fuertemente disciplinadas». También fueron víctimas dos niños. Uno, identificado como W., era hijo del gurú, que entabló con él «una relación sentimental y sexual»; y el segundo sufrió abusos por parte de otro de los acusados, el único hombre que sigue en la causa.
Cómplices
Muerto el líder de la secta cuando estaba en prisión provisional, desapareció también su «responsabilidad penal», pero prosigue la de sus secuaces en las violaciones de menores. Ellas son cinco mujeres, entre 73 años y 47 años, y un hombre de 56. Desde enero del año pasado, las dos principales encausadas, una de ellas esposa legal del gurú, están en libertad provisional, mientras que los demás estuvieron detenidos un par de días. Todos tienen orden de alejamiento de las víctimas.
En las «conclusiones» del Ministerio Fiscal se asegura que las mujeres «con pleno conocimiento del fin lujurioso se encargaban de manera principal de conducir a las niñas». «Primero hacían uso de dichos artilugios (de índole sexual) de forma superficial, posteriormente los introducían en la vagina de las jóvenes hasta que con el tiempo mantenían relaciones sexuales con introducción del pene en la vagina y práctica de felaciones recíprocas». Por los delitos de abuso sexual continuado con acceso carnal a menores de 13 y 16 años, asociación ilícita y cooperación necesaria, la Fiscalía pide penas de prisión que rondan los 60 años por persona.
Todas las víctimas, ya mayores menos una, presentan ansiedad, depresión, alteraciones del sueño, «problemas somáticos, pensamientos intrusivos, labilidad emocional», malestar psicológico, «retraimiento social, pensamientos obsesivos recurrentes y un estado de ánimo negativo», debido a un «desarrollo vivencial anormal reactivo a los hechos». De «forma irregular pero con frecuencia semanal», eran sometidos a estas agresiones. En las pesadillas, el mural de Peter Pan.
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