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Alca practica con su tabla de skate en un parque de Barranquilla. Raúl Arboleda / AFP
Una vida sin piernas

Una vida sin piernas

Alfonso Mendoza ha llegado muy lejos pese a su carencia. Surf, skate, charlas de motivación... Acaba de ser padre y se gana la vida cantando rap en los autobuses de Barranquilla

Isabel Ibáñez

Jueves, 1 de enero 1970

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Olvídense de los triunfadores que han conocido hasta ahora, porque Alfonso Mendoza les supera a todos. Un venezolano de 25 años que emigró de forma ilegal a Colombia hace unos meses por la crisis que atraviesa aquel país y que se gana los cuartos rapeando en los autobuses de Barranquilla con el nombre de Alca (Al de Alfonso y Ca de camino por recorrer). Vive con su mujer, Mileidy Peña, su hija recién nacida, Auralys Mairim, y su hermano mayor, Olenki, al que ha acogido en su caseta de uralita, piedras y madera del paupérrimo barrio en cuesta de Me Quejo, por el que se mueve en monopatín.

Viéndole, es como si jamás le hubieran hecho falta las piernas, sin las que nació por una enfermedad congénita. Empezó a desplazarse apoyándose en las palmas de las manos, hoy encallecidas, porque nunca le gustó la silla de ruedas, y así fue hasta que de adolescente se atrevió con las tablas de skate y de surf, que le han ayudado a correr mucho mundo, no tanto geográfico como mental. De hecho, da charlas de motivación, de superación frente a la adversidad.

No hace falta hilar muy fino para imaginar lo que tuvo que ser la infancia de Alca sin piernas ni padres. Sufrió 'bullying' en la escuela: «Unos me dejaban encerrado en el baño, otros se burlaban de mi condición... -recuerda para este periódico- Pero también estaban los que me defendían y se portaban como buenos compañeros». Nacido en Maracaibo (Venezuela), fue criado por su abuela Aura María Abreu, una especie de divinidad tatuada en su brazo derecho a la que encomendarse: «A los 9 años, una noche antes de dormir, me hizo prometerle que estudiaría, que saldría adelante, que a pesar de todo no iba a sentirme menos que los demás... Le prometí que iba a ser grande. Al despertar a la mañana siguiente me dieron la noticia de que ella había fallecido esa noche».

Para colmo de males, alguien le dijo alguna vez que su agenesia femoral, una enfermedad que provoca que las extremidades inferiores no se desarrollen correctamente durante el embarazo, fue consecuencia de varios intentos de aborto fallidos practicados en la clandestinidad. Así que, además de salir adelante con su condición física, tuvo que lidiar psicológicamente con esa información: «Fue algo duro aceptar que mi propia madre quisiera deshacerse de mí y al mismo tiempo vivir con esta carencia. A los 13 años sufría depresiones y pensé en suicidarme, pero entonces conocí la música. A los 16 me di cuenta de que para que los demás me aceptaran tenía que aceptarme yo mismo, y hoy no me afecta lo que piense mi entorno; me siento bien y así soy feliz».

Tablas de salvación

Un día, al pasar delante de una pista de skate, el profesor que instruía a otros chavales le animó a probar. La 'patineta', como él la llama, se convirtió desde entonces en su tabla de salvación, un medio de transporte y también de diversión. Poco más tarde, se apuntó a una escuela de surf; cuando se mete en el agua siempre está acompañado, generalmente por su hermano, que lo ayuda a salir de las olas más fuertes y también lo lleva encaramado a su espalda. «Cada vez que patino o surfeo me siento libre. ¡Me hace olvidar los problemas!».

«A los 13 años sufría depresiones y pensé en suicidarme... Pero entonces conocí la música»

En Venezuela trabajaba como diseñador gráfico: «No estudié diseño como tal, aunque tengo conocimientos obtenidos a través de cursos y viendo tutoriales en YouTube. Pero decidí emigrar a Colombia porque me iba a convertir en padre de una niña hermosa, que ya tenemos con nosotros. La situación en mi país, a pesar de tener un trabajo estable, no me permitía ofrecerle un buen futuro. El viaje fue un tanto difícil ya que lo hice ilegalmente, pero tenía una meta y un objetivo: mi familia, mi mayor motivación para pasar por lo que fuese». De hecho, recorrió con su monopatín cientos de kilómetros a través de La Guajira, una desértica zona fronteriza que fue uno de los últimos bastiones de la guerrilla colombiana y donde vigila la Guardia Nacional de Venezuela. Un millón de compatriotas suyos han pasado hasta el momento a Colombia, y muchos por este lugar, como su propia esposa.

Alca, en diferentes momentos de su día a día; junto a su mujer y su pequeña, a hombros de un amigo y rapeando en el autobús. Raúl Arboleda / AFP
Imagen principal - Alca, en diferentes momentos de su día a día; junto a su mujer y su pequeña, a hombros de un amigo y rapeando en el autobús.
Imagen secundaria 1 - Alca, en diferentes momentos de su día a día; junto a su mujer y su pequeña, a hombros de un amigo y rapeando en el autobús.
Imagen secundaria 2 - Alca, en diferentes momentos de su día a día; junto a su mujer y su pequeña, a hombros de un amigo y rapeando en el autobús.

Ahora su centro de trabajo son los autobuses de Barranquilla, de cuyas barras se cuelga para cantar a los viajeros. «Me inspiro en el día a día, en contar algo que a la gente le haga ver un punto diferente respecto a la vida». Uno de sus éxitos es 'My Presentation': «Mucho gusto, mi nombre es Alca, soy el mismo que viste pero no calza... Siempre ando ready, 'preparao' para lo que se me presente en cualquier 'lao'... A los envidiosos yo hago caso omiso, yo los critico porque tienen la moral por el piso... Muchos decían que no podía y ahora en la boca péguense tiro». Así es como saca a su familia adelante, aunque sigue buscando un empleo 'formal' porque no le alcanza para cubrir los gastos. «Cuando comencé sacaba unos 120.000 pesos (34 euros) al día, pero ahora, como algunos conductores no me dejan subir a su autobús, logro solo entre 25.000 y 30.000 (unos ocho euros, cuando el salario mensual en su país natal ronda los 26».

Alca impartiendo una charla de superación.
Alca impartiendo una charla de superación. Raúl Arboleda / AFP

La gente le reconoce por las calles de Barranquilla, lo que le hace sentirse orgulloso: «Me gusta dejar huella allá donde voy y que la gente me vea con admiración». Pese a la xenofobia que están padeciendo muchos venezolanos emigrados a otros países de su entorno, Alca es siempre optimista: «La he notado, pero mi pensar es que en todo el mundo hay gente mala y gente buena».

Amor «a punta de canciones»

Su pareja y él se conocían desde pequeños, pero su amor surgió mucho después, cuando se reencontraron en las redes sociales. «Digamos que a punta de canciones logré conquistarla y hoy en día tenemos lo que soñaba desde hace mucho tiempo, una familia. Ser padre es una experiencia increíble, crecen las responsabilidades, las noches son más extensas, jejejeje... ¡Pero el ver a mi hija me motiva a seguir y luchar para ofrecerle lo mejor!».

Alca surfeando con su tabla.
Alca surfeando con su tabla. Raúl Arboleda / AFP

- ¿Ha encontrado lo que esperaba al emigrar a Colombia? Vive de forma muy modesta...

- No, en realidad no esperaba lo que he encontrado, nunca pensé poder practicar deportes, cantar... Todo fue dándose poco a poco... Y me gusta explorar cosas nuevas, lo que es un punto a mi favor.

-¿Qué espera del futuro?

- Me gustaría continuar impartiendo mis conferencias y seguir con la música. Si te soy sincero, quiero llegar muy lejos para que mi hija se sienta orgullosa de mí.

- El hecho de no tener piernas ha sido de algún modo positivo...

- Sí, el ser fuente de motivación e inspiración para otras personas.

Protagonizó en 2013 un corto documental llamado 'Plan de Dios', galardonado en varios certámenes: «Lo hicimos con el fin de demostrar admiración y dejar a un lado la lástima hacia las personas con discapacidad. Fue presentado en el festival Ascenso, que se celebra cada año en Caracas, y ganamos un primer premio. Ese fue el comienzo de mi viaje». En su momento se habló de culminarlo con un largometraje, pero de momento no tiene noticias. «Yo era un chico que se levantaba todas las mañanas y preguntaba: ¡¿Por qué a mí?. Si hay miles de millones de personas, ¿por qué a mí?'. Y ahora, cuando me veo en el espejo, me digo: 'Alca, me siento orgulloso de ti, no hace falta un par de piernas para lograr lo que se quiere'». Historia hay de sobra.

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