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ÁCIDO HIALURÓNICO, LA SUSTANCIA MÁGICA

Hace 80 años que fue descubierto y, desde entonces, ha sido uno de los grandes protagonistas de los tratamientos estéticos contra el envejecimiento, pero sus usos y las investigaciones en torno al AH van mucho más lejos

PPLL

Jueves, 17 de julio 2014, 00:08

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P oco podían imaginar el doctor Karl Meyer y su ayudante John Palmer la cantidad de usos que la medicina podría darle a aquella molécula extraída de los ojos de una vaca que, en 1934, lograron aislar en el Laboratorio de Oftalmología de la Universidad de Columbia. La bautizaron como Ácido Hialurónico (AH) y, aunque sospecharon que podría tener algún empleo terapéutico, no fue hasta la década de 1980 cuando comenzó a usarse. Hoy sabemos que tiene múltiples efectos gracias a los que se pueden diferenciar tres grandes grupos según su función: como lubricante, por su acción regenerativa, cicatrizante, antiinflamatoria, bacteriostática y de capa protectora ante infecciones, y por último por su capacidad de absorción de agua.

De la primera de estas funciones da buena cuenta la Oftalmología, ya que el AH se emplea y mucho para elaborar lágrimas artificiales para tratar el ojo seco: «Va a mantenerse mucho tiempo sobre la superficie ocular y la va a humedecer más intensamente. Al mismo tiempo, atrae el agua y logra que el paciente esté más cómodo durante más tiempo poniéndose gotas menos veces al día», afirma el doctor Francisco Javier Hurtado Ceña, director médico de la Clínica Rementería, en Madrid. En este mismo área se usan unas sustancias llamadas viscoelásticas -algunas contienen AH- que en las operaciones de cataratas amplían una serie de espacios para que los cirujanos puedan operar con el instrumental necesario sin rozar las paredes del ojo. Además, «se investiga el uso de este ácido y de sustancias parecidas como el colágeno (que se usa en glaucoma) como material de lentes de contacto y para implantes intraoculares», agrega el doctor.

Por ese mismo efecto lubricante lo emplean también los odontólogos contra la sequedad bucal y en el tratamiento de la patología de la articulación temporomandibular (en este caso se ve implicada además su acción antiinflamatoria). Pero no se paran ahí sus utilidades y, según explica el doctor Juan López-Quiles, vocal de la Comisión Científica del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región (COEM), por el segundo gran grupo de funciones del AH «es utilizado en patología de la mucosa oral; lesiones, aftas y úlceras por roce en la cavidad bucal; uso de prótesis dentales removibles; gingivitis (ayuda a reparar el tejido infectado); intervenciones odontoestomatológicas; lesiones por radioterapia y quimioterapia; dentición en los niños, y lesiones por aparatos de ortodoncia, entre otros».

Más que estética

Es cierto que quizás el uso más extendido y conocido del Ácido Hialurónico es el estético. El motivo es que en el caso de la dermis este la da sostén y la mantiene hidratada. Pero, según envejecemos, los fibroblastos (células de la dermis y principales productores de AH) reducen su función y con ella la cantidad de AH. Y aunque no es la única causa que favorece la aparición de arrugas es un motivo para que la piel esté más seca, haya menos colágeno y se pierda el soporte de la piel. Cuando esto sucede, podemos tener una ayuda externa con los AH no reticulados y reticulados: «Los primeros se usan en mesoterapia y su función principal es hidratar y dar luminosidad a la piel. Los segundos se usan como material de relleno y, aunque siguen siendo biodegradables, duran entre 6 meses y dos años», explica la doctora Elia Roó, coordinadora del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET) de la Academia Española de Dermatología y Venereología.

Pero más allá de la estética y el rejuvenecimiento, el AH se emplea para tratar lipodistrofias o cambios anormales en la distribución de la grasa -un trastorno que da lugar a 'hundimientos' en la cara y en el resto de cuerpo-; para eliminar las cicatrices de acné, en tratamiento combinado con láser, por ejemplo; o para levantar cicatrices quirúrgicas. En Odontología también se utiliza en tratamientos de mejora estética sólo de la zona perioral, mientras que en Cirugía Maxilofacial tiene las mismas indicaciones y se amplía al resto de la región maxilofacial (cráneo, cara y cuello). Eso sí, «no está recomendado este uso en los siguientes casos: pacientes con tendencia a desarrollar cicatrices hipertróficas o con hipersensibilidad conocida al AH, mujeres embarazadas o en periodo de lactancia y niños», previene el experto del COEM.

Es de utilidad también en dermatología para cicatrizar heridas y tratar úlceras de presión, a través de apósitos y cremas. «El motivo es que se ha visto que en el proceso natural de cicatrización aumenta la cantidad de Ácido Hialurónico en el mecanismo de curación por lo que se piensa que modula todas las fases de curación de la herida, además de hidratar y ayudar en la regeneración del tejido», explica la doctora Roó.

Traumatología

La introducción del AH en el área de la traumatología para el tratamiento de la artrosis se hizo al comprobarse que en esta enfermedad el Ácido Hialurónico del liquido sinovial estaba disminuido en su concentración y las cadenas (peso molecular) eran más cortas. Así existen trabajos aleatorizados que muestran un efecto beneficioso sobre el dolor y la función de la articulación. «Por un efecto analgésico sobre la membrana sinovial y reduciendo las enzimas inflamatorias que esta produce. Y, debido a su alta viscosidad, por un efecto mecánico de 'engrase' de la articulación llamado viscosuplementación», afirma el doctor Javier Vaquero Martín, jefe del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Gregorio Marañón (Madrid) y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad España de Cirugía Ortopédica y Traumatología (SECOT). Sin embargo, a día de hoy, «no hay evidencia científica de que su administración intraarticular revierta el deterioro producido por la artrosis en el cartílago», matiza.

El tratamiento con esta sustancia debe de hacerse a través de inyecciones intraarticulares, aunque también se ha demostrado posteriormente que podría haber una absorción por vía oral, pero en este caso «se pierde el efecto mecánico de viscosuplementación. Por esta vía se usa como suplemento dietético, pero hay pocos trabajos científicos que lo apoyen», afirma el cirujano.

El peso molecular del AH está relacionado con la duración del alivio de los síntomas. Por ello los preparados reticulados permiten una mayor duración del producto dentro de la articulación -casi un mes frente a los 5-9 días de los no reticulados- y tienen una «evidente ventaja», al ser suficiente una inyección semestral frente a las 3-5 inyecciones recomendadas con el producto no reticulado: «Además, con el menor número de pinchazos también disminuye el riesgo de provocar una infección en la articulación», agrega el doctor Vaquero.

Una barrera protectora

En el caso de la Urología, hay que saber que la vejiga está recubierta en su interior de una fina capa de glicosaminoglicanos (GAGs), de los cuales, el AH es uno de los componentes más destacados, junto con el condroitín sulfato. Esta capa se comporta como una barrera protectora frente a diferentes agresiones: factores irritantes en la orina, micro-organismos, agentes carcinógenos, microcristales, proteínas y urea, garantizando la integridad de la mucosa e impidiendo la absorción de sustancias tales como el potasio y otros factores irritantes. «La afectación de esta capa de recubrimiento podría ser común a procesos tales como el síndrome de dolor vesical/cistitis intersticial, la cistopatía rádica y las infecciones urinarias recurrentes», apunta el doctor José María Adot Zurbano, urólogo del Hospital Universitario de Burgos y coordinador nacional del Grupo de Urología Funcional Femenina y Urodinámica de la Asociación Española de Urología (AEU). De ahí el uso del AH en diversos tratamientos, entre los que cabe destacar el de las infecciones recurrentes. «Es un tratamiento novedoso por el que se ha valorado la eficacia del AH intravesical con o sin condroitín sulfato para la cistitis bacteriana recurrente en mujeres adultas. Las instilaciones AH y condroitín sulfato reducen significativamente la tasa de infecciones del tracto urinario sin efectos secundarios graves frente a placebo, mejorando los síntomas y la calidad de vida en pacientes con Infecciones recurrentes», explica el experto. También la Cistopatía por radioterapia, una lesión que compartiría mecanismo lesional con el síndrome de dolor vesical y las infecciones urinarias recurrentes (daño urotelial), se beneficia del uso de estos productos.

Interés oncológico

En cuanto a las investigaciones que con el AH se están llevando a cabo en el ámbito de la oncología, el doctor Alfredo Carrato, presidente de la Federación de Sociedades Españolas de Oncología (FESEO) y de la Asociación Española de Investigación Contra el Cáncer (ASEICA), enumera algunas de las muchas que existen en desarrollo y explica en qué caso se aplicarían (en el gráfico). Pero, ¿qué propiedades tiene el Ácido Hialurónico que tan interesante parece en esta lucha contra el cáncer? «El AH es uno de los componentes de la matriz extracelular. Existe un diálogo continuo entre las células tumorales y el tejido circundante que puede estimular la proliferación y la invasividad de las células tumorales. Hay estudios que han mostrado que las hialuronidasas (unas enzimas que degradan el AH) ayudan también a degradar la matriz extracelular que rodea las células tumorales. Por otra parte, la unión del Ácido Hialurónico a sus receptores CD44 o RHAMM puede promover la transición epitelio-mesénquima o incrementar la motilidad de las células neoplásicas para invadir vasos y viajar a distancia (metástasis), por lo que la inhibición de las hialuronidasas o de la unión del AH a sus receptores podría ser útil en la terapia antineoplásica», explica el experto en oncología.

Todo un reto para el que aún habrá que esperar para confirmar al AH como otra de las joyas de la corona también en ese área.

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