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El Papa Francisco. Foto: Reuters | Vídeo: Atlas

El Papa denuncia «la vergüenza de haber perdido la vergüenza»

Lamenta que estamos en un mundo «fracturado por las guerras» y «devorado por el egoísmo» que margina a los pequeños, a los enfermos, los jóvenes y los ancianos

EUROPA PRESS

Roma

Sábado, 31 de marzo 2018, 11:50

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El Papa Francisco ha encabezado el Viacrucis en Roma desde un palco habilitado en el Monte Palatino, justo delante del Coliseo Romano y ha clamado «vergüenza» ante un mundo «fracturado por las divisiones y las guerras» y «devorado por el egoísmo» que margina a los pequeños, a los enfermos, los jóvenes y los ancianos. «La vergüenza de haber elegido a Barrabás y no a ti, al poder y no a ti, a la apariencia y no a ti, al dios dinero y no a ti, a la mundanidad y no a la eternidad», ha señalado en un discurso ante unas 20.000 personas en el Coliseo. «La vergüenza de haber perdido la vergüenza», ha destacado.

El Pontífice ha aprovechado su discurso para denunciar a las personas que se han dejado engañar por la «ambición de la vanagloria perdiendo su dignidad y su primer amor», entre los que ha dicho que también hay «ministros» de la Iglesia. «Nuestra mirada también está llena de arrepentimiento que, antes de que tu elocuente silencio implora tu misericordia, el arrepentimiento que brota de la certeza de que solo tú puedes salvarnos del mal, solo tú puedes curarnos de nuestra lepra de odio, de egoísmo, de orgullo, de codicia, de venganza, de codicia, de idolatría, solo tú puedes volver a abrazarnos devolviéndonos nuestra dignidad filial», ha agregado. Así, ha invitado a los hombres a despojarse de la «arrogancia del ladrón de la izquierda, de los miopes y los corruptos» que vieron en Jesús «una oportunidad a la que explotar, un condenado al que criticar, un derrotado del que burlarse, otra ocasión para descargar en los demás, e incluso en Dios, sus propias faltas».

Sin embargo, el pontífice ha destacado también la esperanza de los misioneros y misioneras que continúan hoy desafiando «la conciencia dormida de la humanidad, arriesgando la vida» para servir a Dios a través «de los pobres, de los descartados, de los inmigrantes, de los invisibles, de los explotados, de los hambrientos y de los presos». En este sentido, ha reivindicado la Iglesia «santa» y compuesta por «pecadores», que continúa «todavía hoy, no obstante todos los tentativos para desacreditarla, a ser luz que ilumina, que da coraje, que levanta y que da testimonio del amor ilimitado por la humanidad». «Un modelo de altruismo, un arca de salvación y una fuente de certeza y verdad», ha agregado. El Papa también ha deseado que la esperanza de que el mensaje de Dios «continúe inspirando, incluso hoy en día, a tantas personas y pueblos porque solo el bien puede derrotar al mal, solo el perdón puede derrocar el rencor y la venganza, solo el abrazo fraternal puede dispersar la hostilidad y el temor del otro».

Francisco ha llegado a las inmediaciones en su vehículo donde ha sido recibido por decenas de personas allí congregadas que portaban una vela. La ciudad de Roma ha sido blindada para la realización del Viacrucis con vigilancia continua por parte de la policía local y el ejército. Antes de llegar al Coliseo, el Papa se ha postrado sobre el pavimento de la Basílica de San Pedro durante varios minutos al comienzo de los oficios de la tarde del Viernes Santo, que se caracteriza por que el pontífice no predica, sino que se limita a escuchar la homilía del predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa.

Las meditaciones, preparadas por jóvenes de entre 16 y 27 años

Para los católicos el Viernes Santo es el segundo día del Triduo Pascual, dedicado a la meditación sobre la Pasión de Cristo. Las campanas no suenan en señal de luto y no se celebra la eucaristía. Se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús con la Liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y el rito de la Comunión.

Francisco ha presidido en el Coliseo, el Vía Crucis, evocando en las 14 estaciones, las últimas horas de la vida terrenal de Jesús. Estaciones que este año han puesto en evidencia el drama de las guerras o de los migrantes. La Cruz de Cristo ha sido transportada durante las diferentes estaciones por una familia siria o por la Unión Nacional Italiana de Transporte de Enfermos a Lourdes y a otros santuarios. La principal novedad de este año es que las meditaciones, leídas en cada estación, han sido preparadas por un grupo de jóvenes de entre 16 y 27 años, 12 mujeres y 3 hombres, que han estado coordinados por su profesor de religión Andrea Monda, licenciado en Derecho y Ciencias Religiosas, escritor y ensayista.

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