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Soldados británicos vigilan las aguas del Estrecho desde las baterías situadas en lo alto del Peñón. e. c.
Objetivo Gibraltar: el papel clave del Peñón en la Guerra Civil y la II Guerra Mundial

Objetivo Gibraltar: el papel clave del Peñón en la Guerra Civil y la II Guerra Mundial

El escritor Nicholas Rankin desvela la importancia del enclave en las dos contiendas

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Martes, 28 de noviembre 2017, 00:27

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Franco tenía en 1940 una deuda con Gibraltar. Con la Embajada británica en Madrid vacía por las vacaciones veraniegas, el Gobierno de Londres recibió las primeras noticias de su rebelión contra la República, en 1936, desde el Peñón. El general español estaba en Tetúan dirigiendo la operación de transporte a la península del Ejército de África y barcos leales de la Armada establecieron su base en Tánger, entonces zona internacional, dirigidos por oficiales sin experiencia tras la purga de sus mandos.

Las informaciones del gobernador de Gibraltar influyeron en la decisión de Londres de considerar la rebelión desde los primeros días como una guerra civil. Las simpatías del gobernador y del secretario colonial se inclinaban por el bando de Franco. No permitieron repostar combustible en la bahía a los barcos republicanos y expresaron su «más fuerte protesta» cuando cayeron en su territorio bombas sin explotar que habían lanzado contra aviones procedentes de Ceuta que los bombardeaban.

Esa imparcialidad entre un bando cuyos líderes locales practicaban la caza del zorro con el 'establishment' del Peñón en las fincas de la familia Larios y el de los 'rojos' y 'comunistas', en los informes oficiales, desembocó en que las autoridades de Gibraltar y el Gobierno británico mirasen hacia otro lado cuando, con ayuda de la aviación de Hitler y Mussolini, y de barcos nazis, las tropas de Franco, sus armas y equipamiento, cruzaron el estrecho en el principio de agosto de 1936.

Hitler dijo que su mayor error estratégico fue no haber tomado el enclave británico

«El fracaso de la República en utilizar todos sus barcos y aviones disponibles para detener el paso de los rebeldes por el Estrecho de Gibraltar y establecer su cabeza de puente en el sur de España fue el error estratégico que quizás le costó la guerra», escribe Nicholas Rankin en 'Defending the Rock!' (¡Defendiendo el Peñón!), un libro de seiscientas páginas ahora publicado en inglés.

El autor de 'Crónica desde Guernica', 'Robert Louis Stevenson: desde Escocia a los mares del Sur' y otras obras no traducidas sobre la Segunda Guerra Mundial, dedica una buena parte de su último libro a acumular múltiples fragmentos de información para sostener con buena escritura que Hitler estaba en lo cierto cuando afirmó que no haber tomado Gibraltar fue el error estratégico que le costó a él la guerra.

El 12 de noviembre de 1940, el 'Führer' dictó la Directiva 18 en la que enunciaba el plan para la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial y para la toma de Gibraltar, de tal modo que, mientras Mussolini avanzaba en el norte de África hacia Egipto y el canal de Suez, y proyectaba fragilidad sobre la seguridad de Malta, su única resistencia en Europa, Reino Unido, perdiera el acceso al Mediterráneo, su 'arteria imperial', y quedase estrangulada.

Aliado no fiable

Rankin se nutre de memorias y libros de historia, de documentos hallados en archivos británicos y españoles, para reconstruir las gestiones diplomáticas, los planes militares y las actividades de los servicios de inteligencia que desembocaron pocos días después en el abandono de aquella directiva. La invasión de la Unión Soviética pocos meses después, junto a la obligación de mantener el esfuerzo de guerra en el norte de África y la entrada de Estados Unidos en la contienda sembraron las semillas de su derrota.

El Franco que rehuye la inmediata entrada en la guerra, en Hendaya, en su único encuentro con Hitler, el 23 de octubre de 1940, ha desplegado artillería apuntando hacia Gibraltar, pero pide «¡trigo, trigo, trigo!», según las enojadas anotaciones alemanas, como su prioridad nacional. Rankin contempla las fotos de aquel encuentro y observa la tripa del futuro caudillo: «España puede padecer hambre, pero en absoluto el 'Generalísimo'».

Ha nombrado ministro de Exteriores a Serrano Suñer, más simpatizante del fascismo italiano que de los nazis, pero en Londres su nombramiento causa alarma. El director general de Seguridad, el conde de Mayalde, ya ordena a los gobernadores provinciales la confección de listas de españoles judíos y conversos. Los británicos han sobornado a generales para mantener a España fuera de la guerra. Uno de ellos, Varela, participará en las discusiones sobre los planes nazis.

Teme Franco que, si rechaza la oferta de Hitler, sus tropas entren en cualquier caso por Irún para tomar Gibraltar, tras bombardeos aéreos y la acción de fuerzas especiales. Sabe que Berlín tiene fecha para tal operación, el 10 de enero de 1941. Hitler sabe también que las peticiones de Franco de ayudarle a recrear un imperio africano -Von Ribbentrop dibujó un amplio mapa de lo que le tocaría a España en su encuentro con su colega, Serrano Suñer- podían chocar con los afanes de Mussolini y corrían el riesgo de provocar al Gobierno francés de Pétain a unirse con Londres.

Mussolini y Hitler compartían un rencor hacia Franco por no mencionar nunca el pago de las deudas por su ayuda en la Guerra Civil. Pero Nicholas Rankin da a Mussolini y al jefe de la inteligencia militar alemana, Abwher, Wilhelm Canaris, papeles destacados en persuadir a Hitler de que España no entraría en la guerra. El 'Fürher' abandona sus planes en diciembre. Franco pudo entonces dedicarse a elaborar estrategias para lo que Hitler había descartado, que fuesen tropas españolas las que tomasen Gibraltar.

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