Secciones
Servicios
Destacamos
INÉS GALLASTEGUI
Miércoles, 23 de enero 2019, 00:28
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
El chaleco antibalas no llegó a tiempo. El fotógrafo Mohamed Ben Khalifa falleció el sábado en Trípoli, alcanzado por la metralla, cuando cubría el enfrentamiento armado entre dos de las facciones en conflicto en Libia. La protección que Reporteros sin Fronteras (RSF) en España había conseguido para él estaba de camino. El periodista deja como legado las crudas imágenes de la tragedia de los migrantes africanos en tránsito en su país y aterradoras muestras de la violencia latente en este Estado fallido, sumido en el caos desde que la 'primavera árabe' echó al tirano Muamar el Gadafi en 2011. Mohamed es el tercer informador que pierde la vida en el ejercicio de su trabajo en lo que va de año, pero con toda probabilidad no será el último: en 2018 fueron asesinados 80.
El periodista gráfico acompañaba a milicianos que patrullaban la zona de Qaser Bin Ghashir, al sur de la capital libia, cuando su vehículo fue atacado por un grupo rival con disparos de armas automáticas y un misil, según los testigos. Él fue una de las 13 víctimas mortales registradas en los enfrentamientos que se desataron hace una semana en la capital libia, en los que al menos 52 personas, entre ellas mujeres y niños, resultaron heridas.
Mohamed, de 35 años, estaba casado y tenía una niña de pocos meses. Fotógrafo y cámara freelance, en 2014 comenzó su colaboración para Associated Press, para la que produjo 260 fotografías y vídeos, y en 2016 para Ruptly -propiedad de Rusia Today (RT)-, con otras 30 piezas. Ponía el foco de su cámara sobre el conflicto bélico, pero también sobre la crisis humanitaria de los emigrantes procedentes del África subsahariana y Asia que llegan al país magrebí con el objetivo de cruzar el Mediterráneo desde sus costas.
Ben Khalifa era querido y respetado entre sus colegas. El lunes, sus compañeros se manifestaron en Trípoli y Bengasi con las bocas tapadas con cinta. «Murió mientras defendía y exigía nuestros derechos como periodistas», clamaron. «Para quienes no conozcan a Mohamed: es uno de los principales fotógrafos de Libia desde 2014, ha ganado muchos premios y participado en concursos y exposiciones internacionales. Mi mejor amigo», se lamentaba otro de sus colegas, Abdullh Oshah. «No puedo seguir más en Libia. Espero irme pronto», anunciaba con pesadumbre un día después.
Se trata del 14º periodista que muere en el país árabe desde que la violencia entre diferentes facciones religiosas y políticas se desató en 2011, cuando Muamar el Gadafi fue desalojado tras 42 años en el poder y asesinado en la calle por los rebeldes. Desde entonces, el conflicto armado ha provocado más de 5.000 muertos, un millón de desplazados y la disminución de la producción de petróleo, principal fuente de ingresos del país, en más del 90%.
El Gobierno de Fayez al-Sarraj, con sede en Trípoli y respaldado por la ONU y la UE, se enfrenta al centro de poder de Tobruk, un gobierno paralelo con el excoronel de Gadafi Jalifa Haftar como 'hombre fuerte', con el apoyo de Egipto y las monarquías del Golfo Pérsico, mientras decenas de grupos armados -entre ellos fanáticos islamistas y bandas de delincuencia organizada- alientan a uno u otro y luchan por el control del territorio y los recursos. Las milicias enfrentadas en Trípoli anunciaron el lunes un nuevo alto el fuego.
Este país sin ley se ha convertido en un infierno para las decenas de miles de migrantes africanos y asiáticos que recalan en su territorio en su camino hacia Europa. ONG como Oxfam han denunciado que los subsaharianos que huyen de la pobreza y la guerra en sus países son víctimas de violaciones, malos tratos, torturas, detenciones ilegales, secuestros y esclavitud en el Estado más oriental del Magreb. El desgobierno hace que, una vez que abandonan las costas libias, su incierto viaje resulte aún más inseguro. Unos 300.000 lograron alcanzar las costas italianas en 2016 y 2017, antes de que el Gobierno cerrase sus playas. Otros muchos no lo consiguieron: solo en el naufragio ocurrido en noviembre de 2017 fallecieron más de 700.
El presidente de Reporteros sin Fronteras, Alfonso Armada, expresó ayer su pesar por el fallecimiento y recordó el importante papel de los periodistas locales en zonas conflictivas, que los grandes medios han abandonado por seguridad o ahorro. «Corren enormes riesgos para que estemos informados. Suelen ser los que sufren más presiones, los más expuestos y los que más mueren», recuerda el periodista y escritor.
El representante de RSF en España observa una tendencia preocupante en países como Estados Unidos, Rusia, Polonia, Hungría, Italia, Filipinas o China: el menosprecio de los líderes políticos hacia los informadores contribuye a acallar las voces críticas y crea un caldo de cultivo favorable a la violencia. En este sentido, recuerda que solo 44 de los 80 crímenes contra la libertad de prensa en 2018 ocurrieron en países en guerra. En México, Filipinas y Brasil, países formalmente democráticos, las víctimas eran periodistas que investigaban casos de corrupción. También en el corazón de Europa: el año pasado fueron asesinados por ese motivo el eslovaco Jan Kuciak y la maltesa Dafne Caruana.
Armada explica que el fotógrafo Ricardo García Vilanova -que en 2013 estuvo seis meses secuestrado por el Estado Islámico en Siria, junto al corresponsal Javier Espinosa- conoció en una de sus misiones en Libia a Mohamed y este le pidió que le consiguiera un chaleco antibalas. García lo gestionó y RSF, que proporciona esa prenda, junto a un casco y un seguro, a quienes se desplazan a zonas peligrosas, consiguió una donación. «Desgraciadamente, no llegó a tiempo», lamenta. RSF ha iniciado un crowdfunding para ayudar a la viuda de Mohamed.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.