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Susana Zamora
Lunes, 2 de septiembre 2019, 00:17
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Cinco años después de que Baiji, la ciudad con una de las mayores refinerías de petróleo de Irak, fuera liberada del yugo del Estado Islámico, las minas terrestres y las municiones sin estallar siguen siendo una amenaza. La gente tiene miedo de dónde pisar. Las previsiones apuntan a que los trabajos de limpieza llevarán una década, pero hay casi dos millones de desplazados en el país que quieren volver a sus casas. Los que ya lo hicieron viven con pavor. Necesitan trabajar la tierra y los niños, volver a la escuela, pero cada paso es una lotería cruel, en donde se juegan vivir o morir. Para ayudar a esta población a reconocer estos peligros, la ONU entrenó el año pasado a casi 500.000 personas. La dimensión del problema ha llevado a ONGs, como IHSCO y Halo Trust a realizar campañas de información sobre explosivos en escuelas y barrios de Baiji. Allí Halo Trust, con la que colaboró activamente la princesa Diana de Gales para acabar con los campos de minas de todo el mundo, enseña a los niños a identificar los artefactos y a protegerse frente a ellos.
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