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Justicia sin tribunales ni jueces

Justicia sin tribunales ni jueces

La figura del mediador resuelve pleitos familiares, vecinales y empresariales | En España, abogados y psicólogos buscan resolver conflictos de una manera alternativa, para causar menos «daños colaterales»

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Domingo, 13 de octubre 2019, 00:59

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Cuando hablaban de la separación, Silvia Sánchez y su pareja se enquistaban en temas personales y dolorosos que impedían progresar en temas prácticos y cruciales, como el tiempo que cada uno pasaría con sus dos hijos de once y siete años. Además el matrimonio era en régimen de gananciales. Al no avanzar, ella, licenciada en derecho, decidió interponer una demanda de divorcio en julio del año pasado. «Llevábamos hablando mucho tiempo pero no llegábamos a una solución», recuerda Sánchez, de 44 años. «En cinco o seis sesiones llegamos a un acuerdo. Se decidió que yo tuviera la custodia y se hizo un traje a medida de nuestras vidas para pasar tiempo con los niños. Por ejemplo, quién los recoge en el colegio, cuáles fines de semana pasa conmigo o con su padre».

En el juzgado le recomendaron acudir a un mediador, una figura todavía poco utilizada en España, a la que las partes pueden recurrir de forma voluntaria para dirimir conflictos frente a frente. «Las sentencias nunca solucionan los conflictos», afirma el magistrado Pascual Ortuño, autor del ensayo 'Justicia sin jueces'. «Los daños colaterales de una demanda siempre son graves, aunque se haya ganado el juicio. Cuando las relaciones personales de las partes tengan que mantenerse en el futuro, es necesario que los abogados aconsejen métodos de mediación y de negociación positiva. Así ocurre en los pleitos entre hermanos, entre vecinos o socios y, obviamente, en los divorcios cuando hay hijos menores».

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La primera sesión con un mediador es informativa, y cada parte acude por separado. Encuentran un espacio dispuesto para el diálogo y a alguien preparado para ejercer una función de facilitador, no de árbitro ni juez. «La mediación como método de resolución de conflictos existe desde 2012 a nivel nacional», afirma Mercedes Sierra, secretaria de la Federación Nacional de Asociaciones Profesionales de Mediación (Fapromed), que organiza el V Congreso Nacional de la federación, a celebrarse en La Coruña el 25 y 26 de octubre. «Se aplicó primero en los conflictos familiares y ahora está en todos los ámbitos, excepto en violencia de género, donde se prohíbe al considerar que no existe igualdad de partes. En violencia intrafamiliar, en cambio, sí funciona».

En la mesa de discusión las intervenciones del mediador son interrogantes que deben responder las partes en conflicto. «Te hacen ponerte al otro lado, abandonar posiciones rígidas y apreciar cuando el otro cede», asegura Sánchez, que se ha especializado en temas de impagos bancarios. «Hacen que uno y otro se escuchen, en un espacio de comunicación». Además, «se ahorra tiempo, dinero y el coste emocional tan grande que implican los temas de familia, o cualquier otro problema que necesite una relación posterior entre las personas».

Ley ciudadana

El perfil de un mediador no está definido por su formación, aunque en España la mayoría de los que ejercen este rol son abogados y psicólogos en un 90%, con unos honorarios escasos. «Hay dificultades para que la profesión se dignifique y se conozca», reclama Sierra. «Sirve para casi todo: conflictos vecinales, familiares, hereditarios, empresariales, laborales... se calcula que las materias que pueden ser resueltas alcanzan un 80% del total. Pero la mayoría de la gente no sabe lo que es. Es una cuestión de desconocimiento, más que de falta de confianza».

La mediación de Sánchez y su exmarido empezó en octubre y en enero ya habían firmado el acta de mediación. «Las reuniones no sucedían todas las semanas, pero nos hacían trabajar, con la agenda a mano se iban decidiendo días y horas», dice Sánchez, que conocía el sistema de la mediación pues había hecho el curso básico de 100 horas en el Colegio de Abogados. «También ayudó con el tema económico, la liquidación de gananciales y la división de los bienes comunes».

Mientras tanto, el proceso judicial iniciado por ella continuó su curso y el juzgado los citó en febrero. Cada uno con su abogado presentaron el convenio. «Hay que devolver a la ciudadanía la capacidad de resolver sus conflictos sin que tengan que acudir siempre a los tribunales», exhorta Ortuño. Por lo general, una vez que el acuerdo se alcanza en esa mesa de negociación, se lleva a un notario, así servirá como un contrato vigente en caso de resucitar el conflicto. Pero el alcance de la mediación puede llegar a resarcir a los afectados. «La víctima adquiere un papel principal, y se le escucha para saber en qué medida se podrá llegar a la reparación», dice Sierra. «En los procesos judiciales casi no se escucha a la víctima. Muchas veces una sentencia condenatoria no devuelve la paz a una comunidad, pero sí lo hace una reflexión».

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