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Humanoides y mayor salud, la vejez del futuro

Humanoides y mayor salud, la vejez del futuro

Cada vez se vive más, pero la longevidad también produce desigualdades y miedos

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Miércoles, 22 de mayo 2019, 13:36

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En el siglo XIX había pocas personas con más de 100 años. Se tienen registro de diez en la Europa de la época. Ahora, son miles. Y más longevas. En Francia vive un hombre de 122 años y en Reino Unido hay 14.000 cuya edad tiene tres cifras. «La muerte ha descendido y la vida ha aumentado», afirma Sarah Harper, profesora de Gerontología en la Universidad de Oxford y codirectora del Instituto de Envejecimiento de la Población de Oxford, durante las jornadas 'El futuro del envejecimiento', celebrado en la Fundación Ramón Areces de Madrid. «En 1850 la mitad de los europeos moría antes de los 45. Ahora la mitad llegará a los 80 o más. Esa longevidad está relacionada con cosas muy sencillas como el agua limpia, la mejora en la salud pública y los alimentos en buenas condiciones», señala.

El reto de la longevidad, sin embargo, es más complejo que el de cumplir años. No basta evitar la muerte. Se busca vivir con salud hasta los últimos momentos. Más años, sí, pero también mantener la calidad de vida de los tiempos mozos. «Es posible una vejez saludable», dice Harper en su charla '¿Esperanza de vida o esperanza de vida saludable?'. «Por ejemplo, las mujeres españolas e inglesas viven más de 80 años, pero las inglesas empiezan a tener problemas de salud cuando son mayores que las españolas. Lo que aplana la esperanza de vida es la desigualdad en la población. Además, los hombres pobres llegarán a los 80 con diez años de mala salud. Los ricos llegarán a esos 80 con buena salud».

«Queremos un cuerpo que haya llegado bien a la vejez», ratifica Tom Kirkwood, en su conferencia '¿Por qué envejecemos?'. «Lo que está programado en el organismo es la respuesta al daño, que nos ayuda a sobrevivir siendo jóvenes, pero que en la vejez nos hace deteriorarnos. Lo que ve el médico cuando vas a tratarte es la acumulación de daños, y hay que ir a los orígenes. Si los examinamos encontramos el proceso de transformación fundamental de las células, el envejecimiento. La ciencia nos dice que el envejecimiento no es rígido, sino maleable. Si cambiamos la forma en que nos exponemos a las agresiones del medio y mejoramos nuestro mantenimiento podemos cambiar el curso del envejecimiento».

Esa desigualdad puede ser económica o generacional. «La desigualdad va en aumento», confirma Anna D'Addio, economista y analista de la Unesco. «Las generaciones jóvenes son más desiguales que hace una década. No sólo en un contexto, sino en todas partes. Implícitamente decimos que los más pobres se van quedando atrás, con un gran déficit que llega incluso a producir un desfase de vocabulario». En efecto, «la gente en situación de pobreza muere más joven», dice Kirkwood.

Cuidado robótico

Cuando la longevidad es mayor en la mayoría de sociedades, pero parece que la esperanza de vida empieza a tocar techo, se debate las causas que impiden que siga creciendo la cantidad de años que se vive. La obesidad, el alcohol o el tabaco hacen que un individuo promedio viva entre tres y cuatro años menos. Sin embargo, la primera hace que se malviva seis años antes del fallecimiento. Y requerirá de cuidados especiales que no necesitan quienes mantengan hábitos saludables. «Demográficamente, tendremos más centenarios, ¿pero tendremos más supercentenarios, esas personas que mantienen su actividad sin importar la edad?», pregunta Harper, que aboga por un nuevo contrato generacional, «adaptado y ajustado para el futuro inmediato», que aborde dos aspectos producidos por la longevidad: la riqueza ya no pasa a los más jóvenes con el mismo ritmo de antes y se requiere un mayor cuidado para los mayores.

Para lo último, la ciencia trabaja en cuidadores androides. «Trabajamos en robot que puedan entender las emociones humanas y que estimulen el intelecto de las personas a las que cuiden», anuncia Nadia Magnenat Thalmann, directora del Instituto para la Innovación de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur. «Los robots tienen una paciencia infinita. No se cansan nunca. Las tecnologías pueden ayudar a dar compañía a estas personas, programadas con un software ético que estamos desarrollando para que se respeten las costumbres y hábitos de cada país. La dignidad de lo humano es seguir haciendo cosas hasta que te mueres. Yo quiero humanoides en casa que me ayuden a seguir activa».

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