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Bandeja de comida, postal promocional años 50. Deviantart CC PD
Termopicnik, la comida a domicilio de los 70

Termopicnik, la comida a domicilio de los 70

Gastrohistorias ·

Esta empresa madrileña revolucionó el panorama culinario con sus menús del día, a 100 pesetas y enviados directamente a casa del cliente

Ana Vega Pérez de Arlucea

Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Las hemerotecas albergan muchas sorpresas. Por ejemplo, la que les traigo hoy; con regusto viejuno, como a tartera Magefesa o a bandeja de comedor escolar, pero con una curiosa historia de innovación detrás. Verán, me he pasado más de dos años investigando los hábitos alimenticios de los españoles en las décadas de los 70 y 80 y en el ínterin he descubierto diversos tesoros. Uno de ellos, al hilo de una búsqueda sobre el famoso salpicón de marisco tan popular de la época, lo encontré en la magnífica hemeroteca histórica de ABC. «¿Quiere usted realmente poder opinar sobre una comida rápida, cómoda y auténticamente económica? Marque el 2627700 y pida el Termopicnik del día». Mirándome desde la pantalla estaba un señor bigotudo y con raya al lado, dispuesto a zamparse un menú de tres platos más postre provisto por un modernísimo servicio de comida a domicilio llamado Termopicnik, cuyo eslogan era «la comida hecha ventajas».

Por 100 pesetillas dicha empresa enviaba a domicilio una bandeja térmica que conservaba calientes (o fríos, según tocara) durante siete horas cuatro raciones de entrante, primero, segundo, postre, pan y mantequilla para acompañar. Puede que ahora, en la era del pedir comida a domicilio desde cualquier lugar y en cualquier momento, nos parezca una fruslería, pero en 1972 era una cosa revolucionaria.

La marca Termopicnik, hoy en día caducada, fue propiedad del madrileño Fernando Aguilar Escudero y servía de paraguas logístico al verdadero invento que subyacía bajo ella: el envase capaz de mantener la temperatura de los alimentos. En marzo de 1971, tres meses antes de que la empresa se empezara a anunciar en ABC, la revista 'Ejército' reseñaba un invento español llamado por entonces «termopicnic» con C. «No es una invención que vaya a revolucionar ninguna industria, pero sí va a solucionar múltiples problemas a las amas de casa y a los aficionados a las excursiones campestres. Es un embalaje de alimentos que tiene la propiedad de conservar durante siete horas las comidas, tan.tos frías como calientes, a la temperatura ideal de consumo. El embalaje se fabrica a base de poliestireno expandido, y los platos del interior sonde aluminio, pureza 99. El termopicnic es una combinación de material y espacios. El interior está compuesto por compartimentos en los que cabe un menú. Una vez consumida la comida, el termopicnic no tiene ya utilidad de ningún tipo».

Una vez registrada la marca en España, en Dinamarca y hasta en Chile, se lanzó Termopicnik con K por todo lo alto. Desde el diario ABC y la revista de televisión Teleprograma TP se comenzaron a publicitar los menús disponibles, que había que reservar por teléfono el día anterior. Combinando cocina tradicional y toques cosmopolitas, el cliente podía comer en su casa u oficina un lunes ensaladilla rusa, trucha a la navarra, hamburguesa con champiñones y flan, el martes ensalada de tomate, sopa de cebolla, buey a la borgoñana y plátano al ron, el miércoles mejillones, huevos a la cazuela, pechuga con bechamel y queso de Burgos… La bebida la ponía el consumidor, pero la bandeja cerrada incluía pan, mantequilla, sal y mostaza además de cubiertos, servilleta y un vaso de plástico, todo de usar y tirar. Inicialmente proyectado para dar servicio al centro de Madrid, Termopicnik fue un auténtico bombazo y en un año por ejemplo pasó de mandar 80 menús al día a expandirse a Sevilla, Alicante, Murcia y Canarias. «Se acabó el ir a la compra, el cocinar, calentar, fregar y preocuparse por la comida», proclamaban sus anuncios, mientras la prensa se deshacía en halagos ante esta iniciativa «socioconsumista que ha hecho el milagro de dar una buena comida por veinte duros».

Desgraciadamente Termopicnik quiso abarcar demasiado y su ambiciosa expansión (colegios, oficinas, fábricas) por toda España acabó en 1975 en quiebra y subasta pública de sus bienes. Puede que Termopicnik ahora no nos diga nada, pero fue el orgulloso pionero de la veta teléfonica de comida a domicilio. Con salpicón y tarta al whisky.

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