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Dos astronautas se preparan para una prueba en el Centro Espacial de Kourou, en la Guayana Francesa. :: vincent fournier FOTOS:
La captura del espacio

La captura del espacio

El fotógrafo Vincent Fournier repasa los 60 años de carrera astronáutica en el libro 'Space Utopia'. «Acceder a una base de lanzamiento puede llevar años», dice

SUSANA ZAMORA

Jueves, 4 de abril 2019, 00:30

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Aún guarda en su memoria aquel recuerdo de niño cuando, al observar las estrellas una noche, tuvo la «impresión difusa» de ser parte de algo más grande que el planeta Tierra. Aquel sentimiento infantil, alimentado por su propia imaginación, la fantástica filmografía de la época, los cómics y las visitas esporádicas a los museos de ciencia, creció hasta convertirse en casi una obsesión por el espacio.

Aquella inquietud que sobrecogió al fotógrafo Vincent Fournier (Burkina Fasso, 1970) en sus años de juventud tiene su reflejo ahora en 'Space Utopia', un libro editado por Noeve & Rizzoli coincidiendo con el 60º aniversario de la NASA. En él narra a lo largo de 115 imágenes la historia de la carrera espacial, desde sus inicios en 1960 hasta el proyecto de lanzadera 'SLS' que la agencia americana espera enviar al Planeta Rojo en los próximos 20 años.

Fournier ha dedicado una década (2007-2017) a componer el mundo que imaginaba de crío, a documentar gráficamente la conquista del Espacio. «Desde que empecé este proyecto, he asistido a la evolución de la exploración espacial. Ha sido como viajar al pasado: primero a los rescoldos de la Guerra Fría, cuando la conquista del espacio estaba muy vinculada al sector militar; posteriormente, cuando los viajes espaciales estaban relacionados con la política, y en la actualidad, cuando en la carrera a las estrellas manda el potencial económico».

En esa maratón, Rusia tomó la delantera. No solo fueron los primeros en lanzar un satélite artificial (el 'Sputnik 1', en 1957), sino también en poner en órbita al primer ser humano, Yuri Gagarin, tres años después. Aquello debió tener un efecto anabolizante en la otra potencia de la Guerra Fría, porque solo un año después el presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, fundó la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio (NASA, en sus siglas inglesas). Pero fue su sucesor en la Casa Blanca, John Kennedy, quien se tomó en serio esa competición por el dominio del espacio exterior. Y eso ocurrió en 1961, justo después de que Gagarin completara con éxito su vuelo de ida y vuelta a la órbita terrestre. En ese momento, Kennedy pidió a sus asesores: «Encontrad un programa espacial que prometa unos resultados espectaculares y en el que podamos ganar». Él no llegó a verlo, pero las misiones Apollo lograron su sueño en 1969, cuando el astronauta Neil Armstrong puso un pie en la Luna y, en su célebre expresión, dio aquel «pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad».

Un casco con mucha historia

De todo ello deja constancia ahora Vincent Fournier. Los observatorios astronómicos y centros espaciales más importantes del mundo le han abierto sus puertas. «A veces lleva años negociar un acceso que vaya más allá de la zona restringida al público, pero nunca me he rendido», confiesa. Una vez dentro, Vincent ha tenido que superar el siguiente obstáculo: el tiempo. En unos casos ha contado con un día entero para moverse por las instalaciones y fotografiarlas, pero en otros solo ha tenido diez minutos. «Es imposible estar preparado para lo que te vas a encontrar, pero he aprendido a trabajar con esa incertidumbre, a ser más observador y sacar partido a las eventuales circunstancias», añade.

Los recuerdos de los programas Apollo y Sputnik, así como los secretos de las futuras misiones a Marte, han quedado expuestos a su objetivo. Fournier ha fotografiado localizaciones y proyectos confidenciales pero, sobre todo, ha compuesto las escenas con las que revivir sus sueños de niño y construir su propia aventura espacial. «Realmente no tengo reglas. Las ideas fluyen, a veces son recuerdos de situaciones de películas o cosas que he visto en otro contexto. Sigo mi intuición».

El proyecto comenzó en un volcán inactivo en Hawai, donde Vincent dirigió su cámara a los telescopios del observatorio astronómico más grande del mundo, Mau Nakea. Desde entonces, ha viajado al Centro de Capacitación de Cosmonautas Yuri Gagarin de la Ciudad de las Estrellas en Rusia, al cosmódromo de Baikonur en Kazajstán, al centro espacial de la NASA en Cabo Cañaveral, Florida, o al Ariane Espace en la Guayana Francesa. Ha inmortalizado el Valle de la Luna en el desierto de Atacama (Chile), donde los investigadores trabajan en recrear las condiciones de la vida en Marte; ha dejado constancia de los trajes espaciales que se utilizaron en la película '2001: Una odisea en el espacio', de Stanley Kubrick; del fuselaje del transbordador espacial 'Discovery', que permanece en el Centro Espacial John F. Kennedy (Florida), y de objetos que esconden historias tan potentes como el casco espacial usado por el astronauta estadounidense Charles Bolden, quien acumuló casi 700 horas en el espacio en los años 80 y 90, y un par de guantes grasientos que se enfundaron los astronautas en la Estación Espacial Internacional.

Vincent no niega que le encantaría volar en un cohete, pero reconoce que viajar al espacio «no es ahora mi objetivo».

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