Tecnología con alma: así trabaja AmI4AHA, el grupo alicantino que quiere que envejezcamos en casa, con autonomía y dignidad
Ethicam transforma la videovigilancia en cuidado respetuoso: anonimiza cuerpos con avatares y filtros, procesa en local y permite elegir cómo ser visto, combinando seguridad, dignidad y autonomía real
«Que las personas mayores vivan más años no basta; queremos que los vivan mejor, en su hogar y con autonomía». La frase la pronuncia ... Francisco Flórez, catedrático del Departamento de Tecnología Informática y Computación de la Universidad de Alicante y director del grupo de investigación «Entornos Inteligentes para un Envejecimiento Activo y Saludable» (AmI4AHA). A partir de esta honda convicción humanista —que la tecnología debe servir a la vida cotidiana y no al revés—, su equipo está diseñando soluciones para que el envejecimiento pueda ocurrir en el entorno preferido de cada persona: su casa, su barrio, su comunidad.
La premisa es clara: los hogares del futuro no serán fríos laboratorios, sino espacios que entienden lo que pasa y se adaptan a quien los habita. Sensores discretos, cámaras que respetan la privacidad, algoritmos que «aprenden» de rutinas y detectan cambios sutiles, y herramientas digitales pensadas para facilitar tareas tan prosaicas como recordar una medicación o encender una luz a tiempo. «Investigamos cómo usar sensores, inteligencia artificial y herramientas digitales para crear entornos capaces de entender lo que ocurre y adaptarse a las necesidades de cada persona», explica Flórez. «El objetivo es apoyar la salud, la autonomía y la calidad de vida».
Aunque AmI4AHA nació formalmente en 2023, su trayectoria viene de lejos. Es la evolución natural de un grupo con más de quince años de experiencia en domótica y entornos inteligentes. Con el cambio de nombre, cuentan, llegó también una declaración de intenciones: situar el envejecimiento activo y saludable en el centro. ¿Por qué ahora? Porque la urgencia demográfica aprieta. «Cada vez hay más personas mayores y, con ello, crece la demanda de cuidados a largo plazo», señala Flórez. Muchas viven solas, desean permanecer en su casa y conservar independencia, pero necesitan apoyos cotidianos y prevención de riesgos como caídas o aislamiento social. A esto se suman patologías crónicas, deterioro cognitivo y limitaciones físicas que tensionan sistemas sanitarios y sociales. En ese contexto, la tecnología no es un capricho, sino una herramienta de sostenibilidad.
El enfoque es deliberadamente multidisciplinar: ingeniería e informática conviven con ciencias de la salud y sociales. Y no es un detalle menor: «Damos mucha importancia a la participación de los propios usuarios y cuidadores», apunta el catedrático. «Queremos que las soluciones sean útiles, aceptables y respetuosas con la dignidad y la privacidad». En concreto, el grupo se propone cinco metas: favorecer la autonomía personal y el envejecimiento en el propio hogar; mejorar la seguridad con detección temprana de riesgos; apoyar a familias y cuidadores para aliviar cargas; prevenir el aislamiento social; y promover estilos de vida activos, que mantengan capacidades más tiempo. Una agenda ambiciosa que se traduce en líneas de investigación con pies y cabeza.
Inteligencia ambiental y ética aplicada
AmI4AHA trabaja sobre varios frentes. La inteligencia ambiental —es decir, entornos que «comprenden» lo que sucede— es su base. A ella suman tecnologías para envejecimiento activo y vida asistida (AAL), gerontotecnología específica, y un capítulo que no suelen priorizar los tecnólogos: aspectos éticos, sociales y legales. «No se trata solo de que funcione; debe ser confiable, aceptable y respetuosa», insiste Florez. El grupo alicantino no se limita a prototipos académicos. En los últimos años ha liderado algunos de los proyectos europeos más relevantes en esta intersección entre inteligencia ambiental y cuidados. Dos de ellos, recién culminados, muestran bien su sello. El primero, visuAAL, una iniciativa europea coordinada por la Universidad de Alicante, exploró tecnologías basadas en vídeo para cuidados y servicios de salud desde una perspectiva de privacidad, ética y legislación. «Queríamos que las cámaras inteligentes apoyen la autonomía y el bienestar garantizando la intimidad», resume Flórez. Su aportación principal fue metodológica: demostrar que es posible diseñar dispositivos de visión por computador pensados para cuidar, no para vigilar.
El otro proyecto se llama GoodBrother, una red que llegó a reunir a más de 300 expertos de 50 países y que el propio Flórez presidió, tendió puentes entre ingenieros, sanitarios, juristas, psicólogos, empresas y ONG. El objetivo: impulsar aplicaciones de audio y vídeo —sí, también los altavoces inteligentes tipo Alexa— que fueran seguras, fiables y socialmente aceptadas. En otras palabras, poner reglas del juego y consensos donde antes había zonas grises.
Ahora, el grupo estrena un proyecto con vocación transformadora: EMA-FRAILTY, que aspira a monitorizar de forma continua, no invasiva y personalizada el estado físico, emocional y social de personas mayores para detectar señales tempranas de fragilidad. «La clave está en llegar antes», subraya Flórez. Sensores ambientales, pulseras inteligentes, cámaras y dispositivos médicos trabajarán coordinadamente en el hogar. El consorcio —con socios de España, Polonia, Rumanía e Italia— maneja un presupuesto superior a 1,5 millones de euros. Si sale bien, podría cambiar la forma en que entendemos la prevención en la vejez.
Entre los desarrollos propios de AmI4AHA hay uno que resume su filosofía: Ethicam, un sistema de video-monitorización ética diseñado para cuidar a distancia sin violentar la intimidad. «Cuando un niño aparece en televisión se suele pixelar su rostro. Ethicam hace algo parecido, pero con el cuerpo entero», explica Florez. La idea suena sencilla, pero su ejecución es sofisticada: las cámaras capturan lo que ocurre, procesan las imágenes en local y las transforman en visualizaciones alternativas —desde pixelados a avatares animados— antes de que salgan del dispositivo.
El resultado: un cuidador remoto puede ver si la persona está de pie, si se ha caído o si necesita ayuda, pero nunca su aspecto físico, incluso en situaciones delicadas como el aseo. «Ethicam ofrece seguridad y autonomía a las personas mayores, tranquilidad a las familias y confianza a los cuidadores», afirma Florez. Y añade una novedad prometedora: «Estamos desarrollando la posibilidad de que sea el propio usuario quien decida cómo quiere ser visto en cada momento». El proyecto se encuentra en fase de prueba de concepto. Ya existe un prototipo en tiempo real validado con personas mayores, familiares y cuidadores en España e Italia. El reto inmediato es optimizar algoritmos para que el sistema funcione en hardware asequible y llegue al mercado a precio competitivo.
La diferenciación está en el equilibrio entre utilidad y privacidad. Frente a sensores de movimiento —que pierden contexto— o sistemas que procesan y envían solo datos simplificados —que empobrecen la interpretación—, Ethicam transforma la imagen con filtros avanzados y locales, ofreciendo varias formas de visualización, claras para profesionales y no profesionales. Los desafíos no han sido pocos. Éticamente, había que desactivar la asociación cámara-vigilancia. «Trabajamos para garantizar privacidad, dignidad y control del usuario», cuenta Flórez. Técnicamente, el listón estaba en el tiempo real y el bajo coste: algoritmos eficientes, sin almacenamiento ni transmisión de datos sensibles, y una estética visual que, aun simplificada, fuera inequívoca para quien cuida.
Lo que viene: anticipación, integración y autocuidado
¿Cómo serán las tecnologías dirigidas a la tercera edad en los próximos años? Francisco Flórez traza un horizonte de sistemas más inteligentes, intuitivos y accesibles, capaces no solo de reaccionar, sino de anticiparse. La inteligencia artificial, entrenada con datos reales y gobernada con criterios éticos, permitirá detectar cambios sutiles —un patrón de sueño distinto, una caminata más corta, un tono de voz apagado— que sean alerta temprana de problemas de salud. Y llegar antes siempre es más barato, más humano y más eficaz. El hogar, por su parte, será un ecosistema integrado: si alguien olvida apagar la estufa, el sistema podrá reconocerlo y actuar automáticamente; si la calefacción está alta y la persona somnolienta, quizá convenga un aviso; si las persianas bajadas perpetúan la apatía, un ajuste lumínico puede ayudar. El tercer pilar será la auto-gestión: pulseras y aplicaciones que midan actividad física, sueño o parámetros clave, y devuelvan a la persona el control de su cuidado con información útil y recomendaciones accionables. El gran reto —y AmI4AHA lo sabe— no es técnico, sino social: que estas tecnologías lleguen de forma asequible, que no generen rechazo y que se perciban como aliadas. «Es esencial diseñarlas desde la perspectiva del usuario», insiste Flórez. Cuando el control está en la persona, la aceptación fluye.
Hay una línea roja que el grupo repite como un mantra: la tecnología no reemplaza el vínculo humano. «No se trata de sustituir a los cuidadores, sino de complementar su labor y dar más tranquilidad a las familias», recalca Flórez. El objetivo final es que las personas mayores vivan más tiempo en su entorno habitual con seguridad y bienestar. Si un sistema detecta una caída, gana minutos preciosos. Si recuerda una medicación, evita descompensaciones. Si un avatar muestra que alguien lleva demasiado tiempo sin moverse, dispara una llamada a tiempo. Este enfoque supone también un compromiso con el diseño inclusivo: interfaces sencillas, opciones de personalización, lenguaje claro. Y una mirada comunitaria: las herramientas digitales no deben acentuar el aislamiento, sino facilitar el contacto con familiares, amigos y profesionales. La soledad no deseada es, a fin de cuentas, un factor de riesgo equiparable al tabaco o la obesidad.
«Trabajamos para garantizar privacidad, dignidad y control del usuario»
Francisco Flórez
Profesor de la UA
En un país que envejece rápido, invertir en tecnologías para un envejecimiento activo y saludable es más que una apuesta por la innovación: es una política pública de primer orden. «Es una inversión en la sociedad en su conjunto», defiende Flórez. Mejora la autonomía, la seguridad y la calidad de vida; refuerza la dignidad en una etapa clave; y, a la vez, alivia la presión sobre sistemas sanitarios y sociosanitarios. La prevención y la detección temprana reducen ingresos hospitalarios, las caídas evitan fracturas y sus largas convalecencias, y las familias cuidan con menos desgaste. La clave será un pacto pragmático: regulación que acompañe, financiación estable, interoperabilidad entre sistemas, y una cultura de evaluación rigurosa de resultados.
AmI4AHA aporta evidencias, prototipos y redes internacionales. La sociedad —administraciones, empresas, tercer sector— tiene la oportunidad de escalar lo que funciona. Francisco Flórez lo resume con una sencillez que desarma: «No hablamos solo de innovación tecnológica, sino de una apuesta estratégica que mejora la vida de las personas y, al mismo tiempo, refuerza la sostenibilidad de nuestros sistemas de atención». Es, quizá, la mejor definición de tecnología con alma. Y, también, un recordatorio de que el mejor lugar para envejecer, cuando es posible, sigue siendo el de siempre: nuestra casa. Con apoyos. Con respeto. Con vida.
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