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Mounjaro, el pinchazo del cambio: las inyecciones de moda en la edad madura

Los tratamientos «milagrosos» que conquistan las redes prometen un cuerpo más ligero, pero los expertos advierten: sin hábitos consolidados no hay futuro

Elena Meléndez

Valencia

Miércoles, 22 de octubre 2025, 01:09

El fenómeno ha irrumpido en nuestras vidas de manera silenciosa. En las farmacias los nombres suenan como salvoconducto de una nueva era del culto al ... cuerpo: Ozempic, Wegovy o Mounjaro, medicamentos nacidos para tratar la diabetes tipo 2 que, casi por accidente, se han convertido en la fórmula más comentada (y deseada) para perder peso. Lo que comenzó como un tratamiento médico se ha transformado en un fenómeno cultural alimentado por las redes sociales, celebridades y miles de testimonios anónimos que aseguran haber encontrado la solución definitiva. El auge ha sido tan vertiginoso que todavía no hay consenso profesional. Mientras muchos médicos alertan de su uso sin control otros celebran que por fin exista una herramienta eficaz para quienes llevan años peleados con la báscula. Yo misma acompañé en los inicios del boom a alguna amiga a su farmacia de confianza para recoger la pluma (nombre que se le da al bolígrafo con el que pincharte el tratamiento) de estrangis, es decir, sin receta, como si estuviéramos pillando marihuana. Hoy se abre un nuevo debate sobre cómo entendemos la salud, la estética y la voluntad. La cuestión es: ¿estamos ante un avance médico significativo o ante el último reflejo de una sociedad que busca resultados instantáneos?

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La semana pasada me encuentro en pleno scroll por Instagram cuando me topo con un vídeo que capta mi atención. En él, Ana García Rivera, directora de marketing en Calderona Wellness, cuenta su experiencia con Mounjaro, uno de los medicamentos de moda para perder peso. No se trata del típico contenido triunfal de «antes y después», ni de publicidad encubierta. Ana habla con tono sereno y honesto, desde la autenticidad y derrochando empatía, como es habitual en ella. «Me ayudó a controlar la ansiedad por la comida y recuperar rutinas saludables», anuncia a cámara. En un mundo donde los algoritmos nos empujan a los titulares llamativos su sinceridad me resulta revolucionaria. Son muchos los seguidores de Ana, una comunidad de más de 15.000 personas, los que llevaban escribiéndole desde hace semanas preguntándole sobre su cambio físico de los últimos meses en los que ha pasado a lucir una silueta mucho más definida.

La frase

«Lo importante fue lo que vino a continuación: comer mejor y mantener una rutina»

Ana García Rivera

Ella, siempre directa y transparente, decidió grabar un video que ya acumula 14.000 visualizaciones, comentarios de agradecimiento, curiosidad y, sobre todo, esperanza. Personas que llevaban años probando dietas imposibles o luchando contra la balanza quieren saber si esta vez, por fin, existe la fórmula mágica. Decido contactarle. Al otro lado del teléfono, Ana me atiende con la misma calma que transmite en su publicación. «Estuve poniéndome Mounjaro durante tres semanas, con dosis muy pequeñas y siempre bajo control médico. No tuve efectos secundarios y me ayudó a reconducir mi alimentación. Perdí unos cinco kilos con la medicación y otros cinco más después, ya con los nuevos hábitos. Lo importante no fue el pinchazo, sino lo que vino a continuación: comer mejor, entrenar fuerza y mantener una rutina.», explica. Su testimonio no suena a promesa, sino a aprendizaje. Ana, que ya no utiliza el fármaco, asegura que no ha sufrido el temido «efecto rebote». Lleva meses sin pincharse y mantiene tanto el peso como el nuevo estilo de vida. «Fue una ayuda, un impulso, pero sin compromiso personal no habría funcionado», aclara.

El suyo es uno de los muchos rostros tras el fenómeno que han desatado las inyecciones semanales creadas originalmente para tratar la diabetes y que, por sus efectos en el apetito y la saciedad, se han convertido en objeto de deseo de miles de personas que buscan adelgazar. Desde celebridades internacionales hasta usuarios anónimos, las redes se han llenado de testimonios, algunos reales y otros idealizados, sobre su efectividad milagrosa. Para entender el fenómeno en toda su dimensión hablo con Elisa Escorihuela, nutricionista y experta en alimentación saludable. Nutt, su consulta de nutrición, se ha convertido en parada obligatoria para muchos pacientes que llegan tras haber oído hablar de estos medicamentos. «Estos fármacos reducen el apetito y ralentizan el vaciado gástrico, lo que ayuda a comer menos. Pero no enseñan a alimentarse. El nutricionista garantiza que la pérdida de peso sea segura y sostenible, ajustando la dieta para evitar déficits nutricionales y ayudando a mantener la masa muscular. Nuestra función no es solo acompañar, sino reeducar hábitos», subraya.

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Escorihuela reconoce que el auge de estas medicaciones ha transformado la forma en que la sociedad se relaciona con el peso y considera es positivo que cada vez haya menos estigma al pedir ayuda médica para adelgazar. «Pero también ha surgido el mito de la inyección milagro. La farmacología puede ser una herramienta valiosa, pero sin cambios de conducta no hay resultados duraderos. El control del peso no se puede delegar a una pluma», advierte. En su consulta, ha visto de cerca los efectos secundarios más comunes como son náuseas, digestiones pesadas, reflujo, estreñimiento o pérdida excesiva del apetito. «El problema no es solo perder peso, sino cómo se pierde. Si no se acompaña de una alimentación equilibrada y ejercicio, el cuerpo puede perder más músculo que grasa. Y eso, a largo plazo, compromete la salud y favorece el rebote». Por ello insiste en una pauta sencilla pero exigente: priorizar proteínas, verduras cocinadas, grasas saludables (aceite de oliva, aguacate, frutos secos) y mantener unos horarios de comida estructurados, aunque el hambre disminuya. «El objetivo no es dejar de comer, sino hacerlo mejor y mantener el músculo. Hay que entender que el medicamento se retira, pero los hábitos se quedan», asegura.

 

La frase

«Lo recomiendo a quien lo necesite pero siempre con calma y control médico»

María Clavel

Otra historia es la de María Clavel que lleva casi un año con Mounjaro 10 mg. Su caso muestra la cara más disciplinada del proceso, aunque al principio estaba muy cansada y floja por comer menos. Una sensación que duró alrededor de un mes, pero a la que se acabó acostumbrando. «Hoy puedo decir que he perdido 17 kilos y que me siento mucho mejor, tanto física como anímicamente. He aprendido a comer de forma equilibrada y disfruto haciendo ejercicio», revela.

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A diferencia de otros pacientes, María sigue con una dosis de mantenimiento semanal, prescrita por su endocrino, sin haber experimentado efecto rebote. «Este tratamiento no es para improvisar, recomendaría tomarlo a quien lo necesite, pero siempre con control médico, analíticas y seguimiento». A la pregunta de si volvería a tomarlo responde con seguridad. «Sí lo volvería a tomar, porque me ha ayudado a sentirme bien, pero nunca lo haría por mi cuenta.».

 

La frase

«Con el balón intragástrico aprendes a escuchar a tu cuerpo: el cambio es también mental»

Yago Sanz

El testimonio de Yago Sanz, experto en comunicación y branding, aporta otro punto de vista, pues él no ha utilizado Ozempic ni Mounjaro. Su elección fue un balón intragástrico, un procedimiento endoscópico que reduce temporalmente la capacidad del estómago y ayuda a controlar la saciedad. «Claro que pensé en probar Ozempic o Mounjaro, son conocidos, tienen buena prensa y resultados rápidos. Pero reflexioné y vi que eran un atajo a corto plazo. Funcionan, te ves mejor y eso motiva, pero no necesariamente cambias tu relación con la comida. Yo necesitaba algo que me obligara a comprometerme», confiesa.

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Desde el primer día notó la diferencia pues no podía comer igual que antes y eso le obligaba a ser consciente. «Aprendes a escuchar tu cuerpo, a respetar las señales de saciedad. El cambio no es solo físico, también mental. Me siento más libre, no porque coma menos, sino porque ya no como por impulso». En su entorno profesional, donde la imagen cuenta, Yago percibe cómo las redes sociales y los medios han convertido la pérdida de peso en un símbolo de éxito inmediato. «Se ha construido una narrativa de gratificación instantánea. Mostramos resultados, pero no procesos, un espejismo que puede ser peligroso. Los medicamentos pueden ayudarte, pero si no cambias de verdad, vuelves al punto de partida».

En todas las historias, la de Ana, la de María o la de Yago, late el mismo deseo de recuperar el control. Y en todas ellas hay una misma lección, ningún tratamiento sustituye al hábito, a la constancia y el acompañamiento profesional. Al final, los medicamentos adelgazan, sí, pero también ponen sobre la mesa una pregunta incómoda sobre la sociedad que los abraza: ¿queremos estar más sanos o solo más delgados? Mientras esa duda permanece en el aire, Ana sonríe al recordar su experiencia. «El pinchazo fue el inicio del cambio, pero el verdadero milagro está en mantenerlo».

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Para pacientes concretos, con indicación médica

Elisa Escorihuela recuerda que «cuando se retira el fármaco, el hambre reaparece». Y ahí es donde la educación alimentaria marca la diferencia. El auge de estos medicamentos no solo ha cambiado la forma de adelgazar, sino también la manera de entender el cuerpo. En las redes, el antes y el después se ha convertido en un nuevo género visual y las agujas son símbolo de progreso. Los viales de Ozempic o Mounjaro se muestran como trofeos discretos y los testimonios se multiplican con un lenguaje común: «Por fin algo que funciona». Miles de personas se inyectan semaglutida o tirzepatida (principios activos de estos medicamentos) cada semana, convencidas de que esa pluma puede cambiarles la vida. Y, en algunos casos, lo hace. Pero lo que determina si ese cambio será duradero o efímero no está en la aguja, sino en el día después. «El problema no es el medicamento, sino el contexto social que lo rodea. Si lo tratamos como un producto de consumo más, banalizamos su uso. Estos fármacos son para pacientes concretos, con indicación médica, no para quien busca perder unos kilos antes del verano», afirma Escorihuela.

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