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«El maltrato que no vemos, pero que duele»: Valencia registra 303 casos atendidos por el teléfono contra el abuso a las personas mayores

El servicio de CONFEMAC revela que el maltrato a mayores es mayoritariamente psicológico y familiar, con 303 casos que exigen romper el silencio y actuar

Sábado, 1 de noviembre 2025, 00:16

En la Comunitat Valenciana, el maltrato a las personas mayores tiene una cifra, una voz y un dispositivo que lo escucha: el Teléfono contra el ... abuso y maltrato a las personas mayores (900 65 65 66), operativo desde 2019 y gestionado por la Confederación Estatal de Mayores Activos (CONFEMAC). Desde su puesta en marcha, este servicio gratuito y confidencial ha atendido más de 3.500 situaciones a nivel estatal. En ese mapa, la Comunitat ocupa el cuarto lugar en volumen de casos acumulados (tras Andalucía, Madrid y Cataluña), con 303 registros desde octubre de 2019, según los datos facilitados por la entidad. Las cifras son elocuentes y a la vez discretas: hablan de lo cotidiano, de lo que sucede puertas adentro, de lo que cuesta nombrar. El 78,23% de los casos se produce en el ámbito familiar y solo el 12,32% en residencias. Eso desafía estereotipos: el hogar, que debería ser el primer espacio de protección, es también el principal escenario de vulneración.

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El maltrato psicológico —silencioso, sin moratones, pero devastador— es el más frecuente: 149 de los 303 casos valencianos (31,24%). Le siguen el económico (79; 16,56%), la negligencia (68; 14,26%), el físico (62; 13%), el abandono (60; 12,58%) y las vulneraciones de libertad y derechos (48; 10,06%). Hay registros, aunque residuales, de maltrato institucional (8; 1,68%), automaltrato (2; 0,42%) y social (1; 0,21%). No constan casos de maltrato sexual. No menos reveladora es la procedencia de las llamadas: en el 35,9% de los casos llama un hijo o una hija; en el 20%, la propia víctima; y en el 11,15%, un vecino o una vecina. Es decir, la mayoría de avisos surgen de dentro del entorno familiar o del vecindario. Y aparece una paradoja incómoda, subrayada por María José Sánchez Morilla, directora de CONFEMAC: los hijos e hijas son quienes más llaman… y también quienes, con mayor frecuencia, ejercen el maltrato.

Escuchar, acompañar, derivar

El teléfono 900 65 65 66 no es un buzón de quejas; es un dispositivo profesionalizado que articula escucha, valoración y derivación. La primera respuesta es humana y técnica: una escucha activa, empática, sin juicio. El equipo multidisciplinar, con perfiles de trabajo social, psicología, criminología, ciencias forenses y mediación, todos con experiencia en gerontología, recoge información esencial (quién llama, a quién afecta, tipo de maltrato, relación con la persona agresora, contexto) y evalúa riesgos y recursos. Con autorización de la persona informante, CONFEMAC coordina derivaciones con servicios sociales, fuerzas de seguridad, fiscalía u otros organismos. Todo queda registrado en PICAM, su programa de gestión de casos, que permite el seguimiento y, además, genera datos en tiempo real sobre una realidad todavía invisibilizada. Ese registro sistemático convierte a PICAM en un cuasi observatorio del maltrato en la vejez: ayuda a comprender mejor qué pasa y dónde, y a responder con rigor.

La red de alianzas refuerza esa capacidad de respuesta. CONFEMAC trabaja con la Fundación Legálitas para el asesoramiento jurídico, con EIMA en detección y orientación, con ASEMED en mediación, con la UFAM de la Policía Nacional para acompañar denuncias, y con entidades locales como el Ayuntamiento de Madrid para canalizar casos asistenciales. El objetivo, resume Sánchez Morilla, es «que nadie vuelva a sentirse sola ante una situación de maltrato» y que cada intervención se adecue a la voluntad y al bienestar de la persona mayor.

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«Es un maltrato que no deja marcas visibles pero sí heridas emocionales

María José Morilla

Directora de Confemac

¿Por qué el maltrato psicológico aparece como el tipo más frecuente? Porque cuestiona la dignidad desde lo cotidiano: humillaciones, insultos, ridiculización, amenazas, infantilización, manipulación emocional; también indiferencia, aislamiento, silencios que anulan, condescendencia que despoja de autonomía. «No deja marcas visibles, pero sí profundas heridas emocionales», advierte Sánchez Morilla. Sus efectos van desde la ansiedad y la depresión hasta la pérdida del deseo de vivir. Y rara vez aparece solo: suele entrelazarse con maltrato económico (control de pensiones o apropiación indebida de bienes), negligencia (no cubrir necesidades básicas) o abandono.

La fotografía valenciana encaja con la tendencia estatal que recoge CONFEMAC: el peso del maltrato psicológico, seguido por el económico y el abandono, dibuja un patrón sostenido en la dependencia afectiva, la desigualdad de poder y, a veces, el edadismo naturalizado dentro de las relaciones familiares. Los datos concretos de la Comunitat Valenciana confirman la complejidad del fenómeno. Tres de cada diez llamadas proceden de hijos o hijas. Dos de cada diez, de la víctima. Uno de cada diez, del vecindario. Ese triángulo —familia, víctima, comunidad— sostiene la detección y, a la vez, expone la contradicción: muchos de los agresores comparten apellidos y techo con la persona maltratada. La directora de CONFEMAC lo explica sin rodeos: la relación de parentesco o afectiva «dificulta enormemente la detección y la denuncia, porque la víctima suele sentir miedo, culpa o vergüenza, y con frecuencia intenta justificar el comportamiento de su hijo, pareja o cuidador».

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El perfil más habitual de víctima, según su experiencia, es el de una mujer mayor de 70 años, que vive sola y tiene alguna limitación física o cognitiva. A menudo ha normalizado las conductas abusivas, no las nombra como maltrato o teme las consecuencias de contarlo. Señales de alerta para el entorno: cambios bruscos de ánimo, inseguridad, silencios cuando el cuidador está presente, deterioro repentino del aspecto o del hogar, aislamiento social. No todo son relaciones deliberadamente dañinas: hay también cuidadores informales sobrecargados, sin formación ni apoyos, que acaban incurriendo en negligencias y vulneraciones de derechos. Eso no exime responsabilidades, pero sí apunta a una prevención que incluya formación, respiro familiar y coordinación institucional.

Hay historias que condensan lo que arrojamos al olvido. Sánchez Morilla recuerda la llamada de un vecino de Linares, llegada un 15 de junio —Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez—, alertando por un hombre mayor al que hacía días que no veían. Cuando la policía entró en la vivienda, lo encontraron sin vida, tras varios días fallecido. «Lo más doloroso fue comprobar que había avisos previos y que, pese a ello, nadie actuó a tiempo», confiesa. Ese caso simboliza la otra cara del maltrato: la desatención institucional, la soledad no deseada, el vacío entre la detección y la intervención efectiva. Por eso el teléfono, las derivaciones coordinadas y la implicación comunitaria no son accesorios: son la diferencia entre la vida y la muerte.

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Prevenir es cultura

CONFEMAC enmarca el teléfono dentro de su Estrategia hacia el buen trato a las personas mayores, activa desde 2017, concebida no como un catálogo de acciones sueltas, sino como un sistema coherente de prevención, sensibilización y respuesta. En el centro de esta estrategia está la idea de «vacunar» a las personas mayores frente al maltrato: a través de charlas específicas aprenden a reconocer señales, a conocer sus derechos en positivo y a pedir ayuda a tiempo. Paralelamente, la entidad forma a profesionales de los ámbitos sanitario, social, policial y administrativo para mejorar la detección, la valoración y la intervención, reduciendo así las zonas grises donde el maltrato se esconde y normaliza.

La sensibilización pública se aborda mediante campañas contra el edadismo que desmontan estereotipos sobre la vejez y promueven una cultura del respeto. Estas iniciativas se acompañan de materiales prácticos —carteles, vídeos, entrevistas, cuñas y notas de prensa— que se ponen a disposición de ayuntamientos y organizaciones de todo el país para escalar el impacto mediante el trabajo en red. A esta capa de concienciación se suman jornadas técnicas bajo el lema «Todos contra el abuso y maltrato a las personas mayores. Hacia la dignidad y la excelencia en el trato», dirigidas a equipos sociosanitarios, residencias, centros de mayores, servicios de inspección, médicos forenses, asociaciones y docentes, con el fin de alinear criterios y elevar estándares de calidad.

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La estrategia incorpora además herramientas concretas de apoyo y detección. La app StopMaltrato+65, disponible en Android y próximamente en iOS, ofrece información actualizada, un canal directo de contacto con profesionales, un espacio de denuncia y un cuestionario de autochequeo para visibilizar posibles situaciones de abuso. En paralelo, el Equipo Desatar acompaña a centros residenciales en la eliminación de sujeciones desde un enfoque interdisciplinar, transformando prácticas y entornos para garantizar la dignidad y la autonomía. Para combatir la soledad no deseada, el programa «Una llamada amiga» articula acompañamientos telefónicos con voluntariado formado y coordinado por la confederación, porque muchas historias de maltrato empiezan —o se agravan— en el aislamiento.

La generación de conocimiento es otro pilar: CONFEMAC impulsa investigaciones y sistematiza datos para comprender mejor la realidad y perfeccionar las respuestas. De esta lógica nace también la red de «Agentes para el Buen Trato», personas de la comunidad a quienes se ofrece formación básica para detectar señales y orientar a quienes lo necesitan hacia el Teléfono contra el abuso y maltrato a las personas mayores (900 65 65 66). En suma, prevenir es cultura compartida: empoderar a las personas mayores, dotar de herramientas a quienes atienden, sensibilizar a la ciudadanía y articular respuestas coordinadas. No es solo un protocolo; es una forma de mirar, nombrar y relacionarnos que sitúa la dignidad en el centro.

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Qué hacer si hay sospechas

Las recomendaciones de CONFEMAC son tan simples como exigentes. Primero, mirar. El maltrato no siempre son golpes: puede ser un tono hiriente, un aislamiento persistente, una nevera vacía, una medicación sin control, una pensión manejada por otro. Segundo, confiar en la intuición. Si algo incomoda o parece injusto, probablemente lo sea. Tercero, actuar: preguntar con cuidado, ofrecer escucha, y, ante la mínima sospecha, llamar al Teléfono contra el abuso y maltrato a las personas mayores: 900 65 65 66. Un equipo de profesionales orientará la mejor vía para cada caso, siempre con confidencialidad. A los profesionales, un recordatorio: su papel es clave. A veces basta una pregunta a tiempo, una derivación correcta o un parte bien fundamentado para evitar consecuencias graves. A la comunidad, una invitación: ser vecindad. El 11% de las llamadas en la Comunitat Valenciana procede de vecinos. Esa cifra podría ser mayor si aceptamos que la protección de las personas mayores es una responsabilidad colectiva.

Con 3.572 casos registrados en el conjunto del Estado y 303 en la Comunitat Valenciana hasta octubre de 2025, la información recogida por CONFEMAC dibuja un patrón persistente: el maltrato en la vejez es, sobre todo, un problema relacional y cultural. Ocurre en casa, se alimenta de prejuicios y silencios, y hiere donde más duele: en la dignidad. Por eso la respuesta ha de ser sistémica: formación, coordinación, recursos y, sobre todo, una ética del buen trato. «En CONFEMAC creemos que la mejor forma de garantizar los derechos de las personas mayores es prevenir, informar y empoderar», señala su directora. Y añade una idea que sirve de brújula: el buen trato empieza antes de cualquier intervención formal; empieza en cómo nombramos, cómo miramos, cómo hablamos. En un «por favor» que reconoce la autonomía, en un «¿qué necesitas?» que sustituye al «yo sé lo que te conviene».

En Valencia, esos 303 casos atendidos no son una estadística fría: son 303 historias con nombre y edad, con hijas e hijos, con vecinos y cuidadoras, con miedos y esperanzas. Son también 303 oportunidades de haber hecho algo —y de seguir haciéndolo— para que nadie envejezca con miedo. Si sospecha de una situación de abuso o maltrato a una persona mayor, no lo dude: llame al 900 65 65 66. La ayuda existe, es profesional y está cerca. Y, a veces, una llamada a tiempo es el comienzo de una vida más segura y más digna.

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