KM 96: 'Reajustar las expectativas finales'
Llevamos muchas semanas de preparación y entramos en la recta final de la planificación específica maratoniana. Correr 42 kilómetros no es solo una prueba física, ... sino también un viaje emocional y mental que pone a prueba la capacidad de adaptación de cada corredor. A lo largo de las semanas de entrenamiento, las ilusiones, los objetivos y las expectativas se van moldeando según la respuesta del cuerpo, la evolución del rendimiento y las circunstancias personales que acompañan el proceso.
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En este contexto, reajustar las expectativas de marca final no debe interpretarse como un signo de debilidad o fracaso, sino como una muestra de madurez, autoconocimiento y compromiso con el proceso. Entramos ahora en la fase más exigente del plan de preparación.Nos esperan semanas en las que el volumen de kilómetros aumenta considerablemente, las tiradas largas se vuelven decisivas y la fatiga acumulada empieza a ser un factor constante.
Este es el momento en el que la ilusión inicial se enfrenta a la realidad del entrenamiento sostenido, y donde resulta más importante que nunca escuchar al cuerpo, gestionar las emociones y mantener una visión flexible sobre los objetivos.Al comienzo de un plan de entrenamiento para maratón, es habitual establecer un objetivo de marca: bajar de cuatro horas, acercarse a las tres y media, o simplemente completar la distancia por primera vez. Ese número, que suele surgir de una mezcla de ilusión, motivación y referencias pasadas, se convierte en una brújula que guía las semanas de esfuerzo.
Sin embargo, el proceso de preparación es dinámico. La evolución no es lineal, y las condiciones que rodean el entrenamiento, (trabajo, descanso, salud, clima o estado emocional) pueden modificar las sensaciones y el rendimiento. Reajustar las expectativas, significa reconocer que la meta no es estática. No se trata de rendirse, sino de adaptar el objetivo a la realidad del momento. En muchos casos, un cambio en la marca prevista puede ser la clave para disfrutar la carrera, evitar lesiones y llegar al día del maratón con energía, en lugar de agotado o desmotivado.
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Si la carga es muy elevada y empiezo a dudar de las posibilidades reales, es el instante ideal para reflexionar sobre si las expectativas iniciales siguen siendo realistas. Puede que los ritmos previstos para la competición ya no resulten sostenibles en los entrenamientos largos, o que el cuerpo esté pidiendo un enfoque más conservador para llegar con frescura al día de la carrera. Ajustar la meta no significa renunciar, sino garantizar que la preparación mantenga su sentido y que el cuerpo responda de forma saludable. Uno de los mayores desafíos para cualquier corredor es separar el ego del rendimiento real.
El corredor debe ser muy honesto con su estado de forma y no auto engañarse. El deseo de alcanzar una marca concreta puede llevar a forzar más de la cuenta, ignorar señales de sobrecarga o intentar mantener ritmos que el cuerpo todavía no está preparado para sostener. En cambio, un corredor que escucha sus sensaciones aprende a interpretar los mensajes del cuerpo como información valiosa, no como obstáculos. El cuerpo es sabio, decía mi querido profesor D. Jose Enrique Gallach.
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La fatiga persistente, el insomnio, la falta de apetito o las molestias articulares son indicadores de que algo necesita reajuste. Ignorarlos por orgullo o miedo al fracaso puede conducir a lesiones o a un agotamiento que arruine no solo la carrera, sino también el disfrute del proceso. En cambio, aceptar que es momento de adaptar el plan y, quizás, moderar la ambición de la marca te ayudará a liberarte de la presión que tú mismo te has autoimpuesto.Correr un maratón no es solo una experiencia física, sino un ejercicio de gestión emocional.
La mente del corredor debe aprender a convivir con la incertidumbre, con los días buenos y los días malos, con las sesiones que salen perfectas y las que terminan antes de tiempo. En la fase más exigente del entrenamiento, la flexibilidad mental se convierte en un recurso esencial. Ser flexible implica aceptar que los planes pueden cambiar: una semana con menos kilómetros no arruina una preparación, ni un entrenamiento fallido tira por tierra el progreso acumulado. Muchos corredores descubren que, al liberar la presión de cumplir un tiempo exacto, recuperan el placer por correr y logran rendir mejor. La confianza, más que el cronómetro, es lo que impulsa el rendimiento en los últimos kilómetros de la carrera.
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El maratón enseña que el éxito no se mide solo en minutos y segundos. El registro del marcador no es solo lo importante. Cada corredor vive su propia historia: el sacrificio de madrugar, el esfuerzo por compaginar entrenamientos con responsabilidades, la superación de días difíciles. En ese contexto, reajustar las expectativas de marca final puede ser una oportunidad para reconectar con el verdadero sentido de correr. Aceptar que el cuerpo tiene límites y que el progreso no siempre es lineal forma parte del aprendizaje.
A veces, una marca más modesta se traduce en una experiencia más plena, sin el sufrimiento de haber forzado más de lo debido. Y paradójicamente, esa actitud flexible puede llevar a mejores resultados, porque reduce el estrés y favorece una preparación más equilibrada. El maratón no se gana en la línea de meta, sino en cada decisión consciente que se toma durante la preparación. Ajustar expectativas no es renunciar, sino elegir el camino que permita llegar entero, disfrutar el recorrido y mantener viva la pasión por correr.
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En la fase más exigente del entrenamiento, cuando los kilómetros pesan y las dudas surgen, lo más conveniente puede ser mirar el reloj con humildad y ser sinceros con uno mismo. Si la newsletter te sugiere una reflexión personal o quieres contarme tu historia y experiencia como corredor, estaré encantado de leerte. Puedes hacerlo en el siguiente correo electrónico: redaccion@lasprovinciasdigital.es.
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