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Frances Arnold es también la única mujer miembro de las tres academias más pretigiosas de Estados Unidos. :: R. C.
Científica de la vida

Científica de la vida

Frances Arnoldabre el palmarés femenino de los 'Nobel' de Tecnología. Mejorará nuestra existencia

IRMA CUESTA

Lunes, 27 de marzo 2017, 20:38

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Hace unos meses, cuando el jurado del prestigioso Premio del Milenio se sentó a evaluar a los candidatos que optaban en 2016 al más alto reconocimiento en el campo de la tecnología, apenas tardaron un día en decidirse. Solo Frances Arnold (Pensilvania, 1956) destacaba de manera excepcional. Aquel día, la científica norteamericana se convirtió en la primera mujer en ganar esta suerte de Premio Nobel del sector de la tecnología y el mundo entero se inclinó ante una luchadora incansable cuya vida cambió cuando, hace ya 21 años, decidió que dedicaría su existencia a crear proteínas que ayudaran a la gente a resolver muchos de sus problemas. Ella misma ha confesado que, cuando comenzó a darle vueltas al asunto, no sabía en dónde se estaba metiendo; que, si lo hubiera sabido, posiblemente habría cambiado de idea.

  • Otros premiados

La suerte debía de estar de parte de la humanidad porque no solo no lo hizo sino que, dos décadas después, es la responsable de lo que se ha bautizado como evolución dirigida, un método que ha permitido crear nuevas enzimas de laboratorio para su uso en catalizadores industriales, un medicamento para la diabetes de tipo 2, detergentes domésticos e, incluso, combustibles a base de azúcar. Y todo, asegura, escogiendo el mejor patrón: la naturaleza. «La evolución es para mí la mejor diseñadora de todos los tiempos. Y me di cuenta de que éste debe ser el algoritmo para futuros diseños, para crear un nuevo código biológico que fuera útil para los humanos», explicó cuando le entregaron el premio.

En aquel acto, la catedrática de Ingeniería Química, Bioingeniería y Bioquímica en el Instituto de Tecnología de California (Caltec), única mujer miembro de las tres más prestigiosas academias de Estados Unidos -la de Ciencias, la de Ingeniería y el Instituto Nacional de Medicina-, no pudo apartar de su cabeza el recuerdo de algunos de los Arnold que la han precedido. Nieta del teniente general William Howard Arnold, un militar con una lista de condecoraciones casi tan larga como premios ha ido acumulando ella a lo largo de su vida, es más que probable que heredara de él el valor y que fuera su padre, William Howard Arnold Jr., un físico nuclear miembro igualmente de la Academia Nacional de Ingeniería, el responsable de transmitirle su inquebrantable amor por la ciencia.

La mujer que ha sido capaz de conseguir el mayor de los reconocimientos en un mundo dominado por hombres nació y creció en Edgewood, un pequeño suburbio de Pittsburgh. Como otros cientos de estudiantes de secundaria de aquella época, viajó a Washington en auto-stop para sumarse a las protestas contra la guerra de Vietnam. También como buena parte de los universitarios de Estados Unidos, vivió de su trabajo -fue camarera en un club de jazz y taxista- mientras hacía la carrera y comenzaba a instalarse en su cabeza la idea de mejorar el mundo.

Aprender de la naturaleza

Frances Arnold acabó los estudios coincidiendo con la era Carter y la creación del primer instituto norteamericano de investigación en energía solar, y fue allí donde empezó a convertirse en la científica de éxito que es hoy. Años después, el Gobierno presidido por Ronald Reagan enfocó su esfuerzo en una dirección que poco tenía que ver con la política medioambiental, y la rubia, fuerte e inteligente investigadora llamada a escribir con oro su nombre en la historia de la ingeniería bioquímica volvió a las aulas y se doctoró en biotecnología.

En ese tiempo apuntalaría su compromiso con quienes luchan por una industria química 'verde' y fundaría Gevo, una compañía que trabaja en el campo de las energías renovables. Luego llegaría el momento en el que comenzaría a pensar en la evolución como la mejor diseñadora de todos los tiempos. «Observé la naturaleza y me dije: Bueno, la naturaleza no llegó a diseñar enzimas... ¿Cómo sucedió esto?», ha contado la investigadora cuando le han preguntado cómo empezó todo.

Frances Arnold tiene a sus espaldas varias décadas de trabajo incansable y otros muchos reconocimientos además del 'Nobel' de la Tecnología. Por el camino han quedado años buenos y otros no tan felices, como 2005, cuando le diagnosticaron un cáncer de mama que logró superar tras una lucha titánica. Arnold vive en La Cañada Flintridge, una ciudad en el condado de Los Ángeles en la que a menudo la visitan sus tres hijos: James, Guillermo y Joseph. Un lugar precioso en el que Frank Capra rodó 'Qué bello es vivir'. Pero eso fue mucho antes de que esta mujer contribuyera con su esfuerzo a conseguir que, en el futuro, vivir sea aún mejor.

de euros es la dotación del premio que entrega la Academia de Tecnología de Finlandia en años pares desde 2004.

También han sido premiados el inventor de las luces LED, Shuji Nakamura, el creador del sistema operativo Linux, Linus Torvalds y el desarrollador de las células madre éticas, Shinya Yamanaka.

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