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James Robart, el juez que se ha opuesto a los planes del presidente, con su inseparable pajarita. :: afp
El juez que frenó a Trump

El juez que frenó a Trump

Boy scout, delegado de clase en el instituto, defensor de los desfavorecidos, valiente en la aplicación de la ley... James Robart, el hombre que ha osado enmendar la plana a su presidente,no es un tipo cualquiera

IRMA CUESTA

Miércoles, 8 de marzo 2017, 20:57

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Dicen quienes le conocen que es muy poco probable que las arremetidas del presidente le quiten el sueño. «Jim sonreirá con sarcasmo, quizás se ajuste un poco la pajarita, y volverá a sus asuntos», declaró John McKay, exfiscal de Seattle y compañero durante casi una década de quien sin duda es uno de los hombres del momento. Pero es que James L. Robart (Seattle, 1947), el juez que ha osado bloquear la orden ejecutiva de Donald Trump contra la inmigración, contraviniendo su deseos y desatando su ira, no es un tipo cualquiera.

Es posible que ayudaran a forjar su carácter sus años de boy scout. Robart, hijo de un capitán de barco que trabajó para la Standard Oil de California, fue un fantástico estudiante con suficiente encanto y facultades como para convertirse en el portavoz de su escuela superior y lograr que la Boy Scouts of America, toda una institución en EE UU, le reconociera con el más alto rango al que uno de sus miembros puede aspirar: la Eagle Scout. Es más que probable que durante su militancia en la organización, donde demostró dotes de liderazgo, valores, capacidad organizativa y lealtad a la causa, prendiera en él el fuerte sentido de la justicia que, dicen quienes se han cruzado en su camino, le ha acompañado desde entonces.

El viernes, cuando llegó el momento de hacer público su veredicto sobre el decreto presidencial que cerraba el acceso al país a los ciudadanos de siete países musulmanes, se comportó como suele hacerlo: abrió su comparecencia con una broma -como si quisiera bajar de algún modo el nivel de tensión que se respiraba en la sala- y terminó con un pronunciamiento que, en solo unos minutos, daría la vuelta al mundo y le colocaría en el punto de mira de buena parte del planeta.

Su decisión de levantar el veto decretado por Donald Trump no solo cambió el destino de miles de refugiados e inmigrantes incluidos en la polémica lista; también le convirtió en un nuevo enemigo para la Casa Blanca.

Nadie en Norteamérica, sea del signo político que sea, duda de la solvencia de este experto en casos de patentes y propiedad intelectual nombrado en 2004 juez federal en la Corte de Washington por George W. Bush. Robart logró entonces lo que muy pocos han conseguido en el país de las oportunidades: 99 de los 100 votos que debían respaldar, o no, la decisión del entonces presidente.

Cuando le llegó la hora de ocupar su nuevo cargo, Robart había pasado más de una década trabajando como abogado en el sector privado y ostentado el cargo de presidente y fidecomisario de un centro de menores en Washington que ofrecía ayuda a familias para mejorar la vida de los niños. Que aquello era mucho más que un trabajo lo demuestra el hecho de que el juez de Seattle y su mujer, Mari Jalbing, han criado a seis chavales cuyas vidas, sin su apoyo, tenían todas las papeletas para haberse convertido en un desastre.

El día de su nombramiento, este loco por la pesca (desde hace años aprovecha las vacaciones para viajar a cualquier destino en el que pueda disfrutar de su hobby) habló del sentido que siempre ha tenido para él su trabajo. «Creo que hay que usar los tribunales para ayudar a las personas que se sienten legalmente desamparadas. Durante los años en que he ejercido el derecho privado he sido testigo de cómo muchos ciudadanos sentían que el sistema legal no les respaldaba o era injusto con ellos. Trabajar con gente que tenía necesidad y problemas y ser capaz de resolverlo es, sin duda, el aspecto más satisfactorio de esta profesión», dijo entonces, arrancando el aplauso de buena parte de los letrados presentes en la sala.

Por lo demás, aunque la del viernes es la decisión más sonada de este juez cuyos colegas califican de conservador en su revisión de la ley, pero valiente en su aplicación, no es la primera vez que ve envuelto en una polémica.

El año pasado, durante la vista de un caso de supuesto abuso policial por parte de varios miembros del Departamento de Policía de Seattle, el juez, citando datos del FBI, afirmó que, de los muertos provocados por los tiroteos de los agentes del orden, un 41% eran negros a pesar de sólo representar un 20% de la población. «Las vidas negras importan», dijo Robart haciendo referencia al movimiento Black Lives Matter contra la violencia hacia las personas negras y provocando un ejército de detractores casi tan nutrido como el de quienes alabaron su respuesta.

La realidad es que el hombre cuyo fallo ha sido calificado de «ridículo» en Twitter por Donald Trump siempre se ha colocado al lado de los desfavorecidos. Es probable que ayer, mientras esperaba a conocer la decisión de la Corte Novena de Apelaciones sobre su fallo, buscara algo de paz en su libro de cabecera: las memorias de Winston Churchill. También que estos días le venga a la cabeza una de las frases más conocidas de su admirado estadista: «No es tiempo para la comodidad y conformidad. Es tiempo de atreverse y resistir».

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