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Una monja pesa las obleas recién hechas que luego serán empaquetadas de forma artesanal en el propio convento. Algunos monasterios las venden directamente a los sacerdotes o reciben pedidos por teléfono y correo electrónico. Luego, los hacen llegar a través de empresas de mensajería.
Hostias que vienen de China

Hostias que vienen de China

La competencia extranjera amenaza a los conventos de monjas que las elaboran desde hace décadas para llegar a fin de mes

JULIA FERNÁNDEZ

Viernes, 11 de marzo 2016, 20:59

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Las monjas del Convento de las Carmelitas Descalzas de Puçol tienen cierto olor a pan en las manos todas las mañanas. Desde las nueve, cinco de las ocho hermanas que están en edad de trabajar ocupan sus puestos en el taller de obleas. Por delante tienen cinco horas para producir las hostias que luego serán consagradas en misa. Llevan tres décadas con ello. Es un trabajo de chinos. Solo usan agua y harina de trigo, tal y como manda la norma canónica. Lo mezclan en un cuenco con ayuda de una amasadora para que el proceso sea menos laborioso. Durante veinte minutos, el brazo de la máquina bate despacio el mejunje. Después, vierten el resultado en una plancha, lo extienden y colocan otra encima. Tienen cuatro. El calor que desprenden ambas cuece la masa a 165 grados. En apenas unos minutos, cuaja.

Lo que obtienen es una especie de hoja fina de pan (el grosor va al gusto, no hay nada escrito) que tienen que dejar humedecer durante 48 horas. Pasado ese tiempo, cortan las formas. «Lo hacemos con un troquel». El de las pequeñas corta 42 «en cada golpe». El de las grandes, 6. Una vez listas y perfectas, hay que volver a secarlas. Se dejan 24 horas en una cámara. Justo cuando vuelven a crujir, hacen el control de calidad y las empaquetan. Mano a mano, las religiosas van llenando bolsas que luego enviarán a sus clientes: curas y tiendas sacras.

«Cada vez son menos», lamentan. Hace unos años hacían hasta 30.000 unidades al día para cubrir la demanda. Hoy no llegan ni a la mitad. «Haremos entre 10.000 y 15.000», explica Estibaliz Reino, una de las religiosas. Y les preocupa, claro, porque las obleas son una de sus fuentes de sustento, no la única -porque también se dedican a maquetar y encuadernar libros-, pero sí una importante. Si bajan los ingresos, las cuentas del convento no cuadran: la seguridad social hay que pagarla. «Mucha gente no lo sabe, pero aquí estamos dadas de alta como autónomas en un régimen especial». Cada mes les toca apoquinar algo más de mil euros.

El 60% de cuota de mercado

Hace unos meses, preocupadas por el cariz de los acontecimientos, estas carmelitas decidieron plantear a sus clientes lo que estaba pasando. Colgaron un comunicado en su web -son una comunidad moderna que se maneja sin complejos en internet- en el que expusieron la «alarmante» caída de sus ventas, un fenómeno que no se explicaba solo por la cada vez menor afluencia de fieles a las misas, sino por la competencia. Y sus rivales no eran religiosas de otros conventos, sino empresas extranjeras que comercializaban sus productos en España a un precio tan bajo que hace imposible competir.

«La cuota de mercado de estas industrias de fuera rondará el 60%», confirma Miguel Lirio. Él es el propietario del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona, una veterana librería religiosa que lleva en la Ciudad Condal desde 1958 y comercia con todo el mundo. Hace dos años decidió incorporar en su catálogo un nuevo producto, las formas, después de que muchos de sus clientes aprovecharan sus visitas al comercio para pedírselas. «Yo se las compro a las clarisas de Vilobí d'Onyar, en Girona, y a las carmelitas de Lekunberri, en Navarra». Son 100% españolas, pero no todas las tiendas de este tipo hacen lo mismo, algunas se han visto tentadas por los cantos de sirena que denuncian las monjas de Puçol y que proceden de Polonia, donde la industria de obleas «es potentísima», Italia, «fundamentalmente de Sicilia», y hasta de China, un «fenómeno reciente», precisan algunos comerciantes.

La crisis se lo ha puesto más fácil. La venta de hostias no supone un gran negocio para las tiendas. El margen de beneficio que se obtiene es reducido; de hecho, muchos comercios las utilizan más como reclamo para atraer a nuevos clientes que por el dinero que ganan con ellas. Sin embargo, cuando han venido mal dadas y han tenido que revisar los gastos, algunas tiendas han cambiado sus proveedores de hostias para ahorrarse unos euros. Y ahí es donde han aparecido estas empresas extranjeras con sus precios imposibles.

La venta por internet

La compra de obleas es una tarea exclusiva de las parroquias y se hace de forma individual. Es el cura de la misma el que se encarga de que no falten ni la sangre ni el cuerpo de Cristo. En la madrileña Nuestra Señora de las Américas consumen al mes «unas 2.000 hostias pequeñas (las que se dan a los fieles) y unas 200 grandes (las del cura)». Las compran «en una tienda de la calle Arenal» desde hace años. Además, eligen unas «tostadas y gruesas» que son algo más caras que las blancas y finas. «No buscamos la oferta», advierte Vicente Espluges, uno de los dos sacerdotes que se ocupa de la parroquia.

¿Había oído hablar de la competecencia extranjera?

La verdad es que hasta que salió lo de Valencia, no.

Las quejas de Puçol han puesto sobre la mesa una situación que otras congregaciones han analizado en la intimidad de sus muros y ha servido para que los curas tomen conciencia de lo que pasa. En Valencia, poco después del comunicado, las monjas vieron cómo crecían un poco sus ventas. Al vizcaíno Luis Mari Vega, que atiende a varios pueblos del interior de su provincia, le pasa como a Esplugues: hasta hace poco «no tenía ni idea» de este asunto. Él pide las formas «por internet o por teléfono a dos conventos, el de Lekunberri y el de Santa Mónica, en Bilbao». Las especiales para celiacos «las traen de la asociación y las guardamos en un sagrario aparte para que no se contaminen».

¿Qué criterio sigue para elegir proveedor?

Pues depende de la disponibilidad y de si necesito más cosas.

En su caso, el pedido online es a un comercio de Valencia, pero una de las tiendas virtuales más potentes y conocidas del sector es italiana. Se llama Holy Art (www.holyart.com) y tiene unos 7.000 clientes, aunque «no todos son religiosos». Las hostias que sirven son, «por el momento, hechas enteramente en Italia».

¿Quién las elabora?

Algunas vienen de empresas y otras, de conventos, para ayudar económicamente a las monjas.

Durante muchos años, el principal suministrador de hostias en la Diócesis de Bilbao ha sido el monasterio de Santa Mónica. Elabora obleas «con harina de Burgos, que es la que nos va bien», desde 1967. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, a estas agustinas (que también venden los recortes, lo que se conoce como pan de ángel, a confiterías de la zona) les llegan «menos pedidos».

¿A qué lo achacan?

A que hay menos fieles.

La respuesta ignora por completo las maniobras de las empresas extranjeras, pero no es extraño. Hay diócesis que todavía no han oído hablar de la competencia europea y mucho menos de la china. En algunas tiendas sacras con solera se echan las manos a la cabeza cuando se les plantea. «¡Lo que faltaba! Yo mantengo los mismos proveedores que mi padre», fundamentalmente monasterios cercanos. Puede que dentro de poco sea casi un milagro.

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