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Armados con la palabra

Armados con la palabra

Juan Alcolea, el jefe del primer equipo de negociadores creado en España, lo mismo ayuda a liberar a dos empresarios catalanes a los que amenazan con degollar en Nigeria que se sube a una azotea para salvar una vida

ISABEL IBAÑEZ

Miércoles, 17 de febrero 2016, 21:32

Cuando los negociadores policiales se enfrentan a un secuestro, uno de los primeros pasos es conseguir la 'prueba de vida', algo que confirme que el retenido no ha sido asesinado, como una fotografía sosteniendo un periódico actual. Aunque los captores también pueden enviar un dedo o una oreja, amenaza cruel de que la cosa va en serio. Esto estremece a la familia, pero Juan Alcolea, madrileño de 41 años, jefe del Equipo Nacional de Negociación de la Sección de Secuestros de la Policía Nacional, lo interpreta con 'optimismo': «En España no sucede, pero en Sudamérica es habitual. Y es una 'buena' noticia; hay que explicar a los familiares que su ser querido habrá perdido una parte de su cuerpo, pero no ha perdido la vida». Suele ser más habitual que los criminales permitan una llamada telefónica, lo que fingieron hacer en 1993 los raptores de la joven de 22 años Anabel Segura, a la que habían matado seis horas después de capturarla. En la solicitud del rescate, la esposa de uno de ellos imitó la voz de esta estudiante de Empresariales para engañar a la familia y a los investigadores en uno de los secuestros más sobrecogedores en nuestro país. Tardó dos años en esclarecerse: un ciudadano reconoció una de las voces de las grabaciones con los raptores emitidas por Paco Lobatón en '¿Quién sabe dónde?'. «Fue la espoleta, la gente que trabajó en el caso dijo que ahí se dieron cuenta de que había que formar a expertos en negociación», explica Alcolea.

Eso no se produjo hasta 2007, con un primer curso donde los aspirantes, vestidos con traje, debían mostrar su capacidad de convicción: que una persona sin hogar les diera unas monedas o interrumpir a alguien que estuviera hablando con su móvil para que les dejase llamar. Había que prepararles para hacer frente a los secuestros tradicionales, a los atrincheramientos con armas, a suicidas, a personas con trastornos mentales... Ahora también tienen que manejar los hilos de otros fenómenos en auge, como los secuestros virtuales, donde los delincuentes juegan con el miedo de las personas. En una situación así se vieron envueltos en 2013 los miembros del grupo musical vasco Delorean en Ciudad de México, un caso en el que la Policía Nacional trabajó en colaboración con la Er-tzaintza: «Haciéndose pasar por policías, les hicieron creer por teléfono que estaban en peligro y lograron que se cambiaran de hotel y de móviles. Luego llamaron a la familia y pidieron el rescate. Lo difícil es convencer a ambos de que no hay secuestro. A la familia le decíamos que insistiesen a los chavales para que salieran de la habitación sin miedo, que nadie les retenía», recuerda Alcolea. Otra modalidad son las 'llamadas a la chilena': avisan por el móvil de que han capturado a un familiar y sin dejar que cuelguen -de esta forma no pueden confirmar que es falso- exigen una cantidad, entre 500 y 2.000 euros. «El año pasado tuvimos 200 casos».

En los tiempos que corren han tenido que incorporar la amenaza islamista a su agenda de trabajo. En los atentados que Daesh cometió en noviembre en París y en las posteriores actuaciones policiales también hubo negociadores. Hugo Prieto, jefe del Área de Delitos contra las Personas de la Ertzaintza, destaca las especiales dificultades por tratarse de culturas y religiones diferentes. «Debemos estar a la expectativa para saber si se puede negociar y cómo, aunque sea todo más difícil cuando no hay móvil económico. Pero si alguien quiere hablar hay que hablar; en casos como los de París, la negociación no va tan enfocada a la resolución como a ganar tiempo. No se trata de especializarse, sino de conocer el islamismo radical y la cultura musulmana. En la Ertzaintza tenemos gente que habla árabe».

Como en el FBI

La figura del negociador quedaba antes en manos de heroicos espontáneos, del policía que llegaba primero o del jefe encargado del caso, sin información sobre técnicas de escucha, contención verbal o persuasión. También se ocupaban agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO), al igual que sucede hoy en Francia. Uno de esos heroicos espontáneos es Carlos Rubio. En 2002 se hizo famoso por la larga y exitosa negociación que mantuvo con un joven de 17 años que retuvo cuatro horas a veinte niños en una escuela de Hospitalet. «Con el secuestrador hay que ponerse en situación de igualdad -explica-. Si sale mal yo también habría fracasado. Estábamos los dos en la misma barca. El negociador puede conseguir lo que sea, pero nunca agravar la crisis. Lo más difícil fue razonar con él y plantearle que debía liberar a los niños desde el principio. Me explicó que él y su familia estaban pasando por una situación económica delicada. Empezó pidiendo un millón y medio de euros, luego rebajó a un millón y yo creo que al final hubiera aceptado cien mil pesetas. Acabó dándose cuenta de lo que le dijimos desde el principio, que no podría controlar a veinte niños mucho tiempo. Él seguía enfrascado en sus reivindicaciones y yo introduje el elemento de la comida porque se iba haciendo tarde». Logró convencerle de que dejara entrar a una persona con pizzas para los pequeños, un policía disfrazado que logró detenerle.

La Policía Nacional española sigue el modelo del FBI, con un equipo central y negociadores territoriales. Hay 32 agentes, 5 en la macrocomisaría de Canillas, en Madrid, dedicados a tiempo completo, y el resto repartidos por el país, compaginando esta tarea con su trabajo habitual. La Guardia Civil, la Ertzaintza y los Mossos tienen sus propios profesionales.

32 inspectores

  • una red por todo el país

  • Son los que forman la red de negociadores de la Policía Nacional, dentro del Grupo de Secuestros y Extorsiones de la Unidad de Delitos Especializados y Violentos (UDEV) cinco personas en Madrid y el resto repartido por España.

  • La Guardia Civil cuenta con su equipo de profesionales en el Grupo de Secuestros y Homicidios de UCO. La Er-tzaintza acaba de organizar en la academia de Arkaute, en Vitoria, un curso de negociadores. Actualmente, tienen 20 personas con esta formación. Los Mossos de Esquadra funcionan con una docena de personas de forma similar a la Ertzaintza.

  • Un policía nacional del equipo de negociadores sin puesto de mando ni condecoraciones gana poco más de 2.000 euros al mes, con el teléfono abierto las 24 horas, todos los días del año.

Juan Alcolea, el jefe, es licenciado en Derecho y policía nacional desde 1998. Sin antecedentes familiares en el Cuerpo ni en el Ejército, fue pasando por diferentes servicios: «De patrulla por las calles, extranjería, pequeños robos, hasta que llegué a la Policía Judicial, al grupo de atracos. Y en 2007 me llamó el inspector jefe de la sección de secuestros». Hace tres años le pusieron al frente de un equipo de cinco negociadores, una mujer y cuatro hombres, contándole a él. Viajan para recibir cursos del FBI, de expertos franceses, mexicanos, colombianos... Ellos también ofrecen su experiencia en otros países. «De cada Policía cogemos lo que mejor nos va y lo adaptamos. Recibimos clases de psicólogos y cada cierto tiempo formamos a otros inspectores, con los que después hacemos jornadas para analizar los casos, comentar lo que salió bien o mal, lo que se podría haber hecho mejor...». También organizan prácticas, especialmente importantes para los que no han tenido oportunidad de aplicar sus conocimientos sobre el terreno, porque hay zonas del país más conflictivas que otras, como la costa mediterránea. «Reproducimos circunstancias con actores, como un atrincherado en un banco o una persona que se quiere suicidar. A los actores les damos el guión, pautas sobre cómo reaccionar según actúe el negociador, dependiendo de si le ha convencido o no. Un agente de Albacete no había tenido casos reales y se enfrentaba a supuesto suicidio. Pasaba el tiempo y no le convencía... Al final paramos la prueba, pero no se tiró».

El mejor momento profesional de Alcolea fue la liberación del empresario catalán Josep Bufí y su empleado Alonso Boj, que viajaron a Nigeria en 2009 para hacer negocios y resultaron estafados por una banda que les retuvo dos semanas. Bufí empezó a recibir correos electrónicos de un hombre que aseguraba tener una fábrica de cosméticos y quería comprarle varias máquinas de envasado (la estafa se llama 'cartas nigerianas'). Pedían 200.000 euros y amenazaban con ir cortándoles los dedos para terminar, si la familia no accedía, degollándoles. Lo cuenta el jefe de los negociadores, que viajó a aquel país con otro compañero: «No puedo dar detalles porque servirían para que los malos aprendieran y no vuelvan a cometer errores. Las autoridades nigerianas les rescataron, pero nosotros, junto a los Mossos, estuvimos en la negociación, obteniendo información y ganando tiempo. No solo tenemos que negociar con los delincuentes, sino con las policías de los distintos países, hacerles ver lo necesario de la cooperación. Después, el momento del reencuentro con sus familias en el aeropuerto de Barajas fue espectacular, muy emocionante. Mantenemos el contacto, nos llamamos un par de veces al año, nos felicitamos las Navidades...».

Puede decirse que estos profesionales tienen que 'desaprender' parte de lo que estudiaron en la academia de Policía: «Nos han enseñado a dar voces, a pedir el carné con autoridad, a tener un tono oficial, a exhibir posturas intimidatorias... Ahora debemos combinar eso con la escucha activa, la comunicación persuasiva...», desvela Alcolea. No todos sirven, hay quien no puede reprimir su mala leche o un ataque de ira. Seleccionan cuidadosamente a los que valen. La mejor cualidad de un negociador es saber prestar atención: «¡Cuánta gente que quería suicidarse te acaba diciendo 'solo necesitaba que alguien me escuchara'! Escuchar para identificar el problema y obtener información. Es importante ser socialmente cálido y emocionalmente frío. Lo que nunca hay que hacer es no escuchar o mentir, no le puedes decir a un padre que se quiere tirar de la azotea porque le han quitado a su hijo que tú se lo vas a dar. Cuando vea que no es verdad, la próxima vez se tirará».

Pagar el rescate

Alcolea también se vio envuelto en el caso de una pareja de Avilés que viajó a Colombia en 2013: Josep Ángel Sánchez, de 49 años, y María Concepción Marlaska, de 43, «estaban en el momento y el lugar equivocados, y lo que iba a ser un robo se convirtió en un secuestro de un mes al saber que eran españoles. Nos trasladamos a Asturias, a su domicilio. Hay que dar a la familia directrices sobre cómo hablar con los captores y qué decir». Necesitan rebajar las emociones, ganarse su confianza, explicarles por qué los delincuentes llaman a una hora y no a otra, o por qué tardan tanto en hacerlo...

Pedía un Porsche con una policía en ropa interior al volante

  • La figura del negociador ha dado a Hollywood muchos guiones, pero la realidad no tiene nada que ver con los manejos de Eddy Murphy o con Asalto del tren Pelham, donde el encargado de tratar con los secuestradores acaba intercambiándose por los rehenes. «Eso no sucedería nunca -dice Juan Alcolea-, hay que tener un respeto por el negociador. Nunca vamos sin protección, nunca nos intercambiaríamos por un rehén, porque seríamos aún más valiosos, con posibilidad de dar información, y porque hay que poner límites a la falta de respeto. Y nosotros también tenemos miedo. En Vallecas, en 2011, un hombre atrincherado en un bar pedía un Porsche Cayenne ¡y quería que lo condujera una mujer policía en ropa interior! No puede ser».

«Cuando la pareja llegó al aeropuerto nos abrazamos, incluidos los familiares con los que habíamos compartido tantas horas... Estaban muy agradecidos porque todo lo que les habíamos dicho se cumplió. Son los momentos más emocionantes que he vivido como policía». Pagaron el rescate, 53.000 euros según los medios colombianos, aunque el dinero estuvo menos de 24 horas en manos criminales: los contactos en España encargados de cobrar fueron detenidos y los captores en Colombia también.

-¿Es normal pagar los rescates?

-Nosotros lo desaconsejamos, pero si quieren pagar un millón de euros lo hacen, porque primero es la vida de su familiar. En principio, los secuestros que tienen lugar en España no se pagan, pero en el extranjero, donde las reglas del juego son diferentes, puede haber dificultades a nivel judicial, cultural, de idiosincrasia... La mejor solución puede ser pagar, salvar la vida como sea, y capturar luego a los delincuentes.

-¿Cuánto gana un negociador?

-Un inspector de la Policía Nacional, sin mando ni condecoraciones, gana algo más de 2.000 euros al mes, teléfono abierto 24 horas, 365 días del año, y maleta lista para ir donde se necesite.

Las cosas también pueden ir mal. Hace año y medio, el equipo recibió una llamada alertándoles de que un madrileño quería lanzarse al vacío. No tomaba la medicación para su esquizofrenia y había consumido cocaína. Alcolea y sus hombres subieron a la azotea: « con monosílabos. No nos acercamos mucho para no intimidarle y por nuestra propia protección, era un hombre muy pesado que podía arrastrarte con él. Pero se precipitó al vacío. Lo peor es que su familia lo vio todo. ¿Podía yo haber hecho más? Quizá, pero no es posible controlar todas las variables, son personas al límite, a veces llevan días sin dormir y tienen la decisión tomada. La familia así lo entendió y nos dio las gracias por haberlo intentado. Haces tu trabajo como sabes y te puedes ir a casa a dormir tranquilo».

La figura del negociador ha dado a Hollywood muchos guiones, pero la realidad no tiene nada que ver con los manejos de Eddy Murphy o con 'Asalto del tren Pelham', donde el encargado de tratar con los secuestradores acaba intercambiándose por los rehenes. «Eso no sucedería nunca -dice Juan Alcolea-, hay que tener un respeto por el negociador. Nunca vamos sin protección, nunca nos intercambiaríamos por un rehén, porque seríamos aún más valiosos, con posibilidad de dar información, y porque hay que poner límites a la falta de respeto. Y nosotros también tenemos miedo. En Vallecas, en 2011, un hombre atrincherado en un bar pedía un Porsche Cayenne ¡y quería que lo condujera una mujer policía en ropa interior! No puede ser».

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