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«He tenido unos 90 corazones en mis manos»

«He tenido unos 90 corazones en mis manos»

Alberto Forteza, cirujano cardiaco: «En un mundo que cree que la medicina lo cura todo, lo más duro es tener que dar la noticia de un fallecimiento a la familia»

FERMÍN APEZTEGUIA

Miércoles, 30 de septiembre 2015, 21:24

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"Nos creemos inmortales y pensamos que los médicos somos ya capaces de todo, pero no es así", advierte Alberto Forteza, que según cuenta ha tenido "al menos 90 corazones" en sus manos. Cirujano especialista desde hace más de 20 años, dirige en el hospital Puerta del Hierro de Madrid el equipo que más trasplantes de corazón practica en España. Su trabajo le lleva a manejarse a diario por la delgada línea que separa la vida y la muerte.

- ¿Qué se siente en una situación así, además de responsabilidad?

- Es difícil explicarlo. El momento más emocionante es cuando el corazón que has implantado comienza a latir. ¡Es maravilloso!

- ¿Recuerda su cirugía más larga?

- Alguna ha llegado a las doce o catorce horas. El problema del corazón es que, a veces, necesita mucha ayuda de nuestra parte para volver a funcionar.

- Si sucede, ¿piden las placas?

- ¡Nooo! Eso sólo pasa en el cine. Lo que se hace es dar soporte artificial al corazón hasta que tenga suficiente fuerza para llevar sangre a todo el cuerpo. Algunos se recuperan en minutos, pero otros necesitan horas; y tenemos que estar ahí para darles asistencia.

- ¿Cómo aguantan ustedes tantas horas de pie en el quirófano?

- Nos vendría bien un poco de gimnasia para la espalda, pero lo nuestro es puro oficio. El estrés y la responsabilidad te impiden sentir cansancio hasta que has terminado.

- ¿Cuánto pesa lo humano en su profesión, cada vez más reglada?

- El aspecto humano es fundamental, pero estamos obligados a poner cierta distancia, porque la nuestra es una especialidad en que la vida y la muerte están muy cerca. El paciente se te puede morir en el quirófano; no podemos tener un contacto previo muy fuerte con él.

- ¿Qué palabras de un paciente le han impactado más?

- Recuerdo a uno de unos 50 años, que iba a practicarle una cirugía cardiaca de riesgo. Me habló de sus hijos y de la posibilidad de no volver a verlos. Lo que más le aterrorizaba es que uno de ellos tenía una beca pendiente en una universidad.

- ¿Y lo que más le ha costado decir?

- Lo más duro de la profesión es tener que dar la noticia de un fallecimiento a la familia. Pensamos que somos inmortales y que la medicina lo cura todo; y no es cierto. No somos capaces de todo.

- Entonces, ¿qué hago para no verme en la mesa de su quirófano?

- ¡Ja, ja! Muy poco. La mayoría de las enfermedades que desembocan en trasplante son hereditarias o no se pueden evitar. Si quiere prevenir una cardiopatía isquémica, haga ejercicio y cuide la dieta, los niveles de colesterol y el estrés.

- Dígame, ¿han notado ustedes más trabajo a causa de la crisis?

- No. La cirugía cardiaca se mantiene en los mismos niveles de actividad, a pesar de la crisis y de la mayor incidencia de infartos. Están trabajando más los cardiólogos.

- Somos el país con menos lista de espera en trasplante cardiaco. ¿Tenemos corazones de hierro?

- Lo que tenemos es gente mucho más solidaria que en otros países y una Organización Nacional de Trasplantes que es modelo de gestión y eficacia en todo el mundo.

- Hace unos meses murió en París el primer trasplantado con un corazón totalmente artificial. ¿Estamos aún muy lejos?

- El trasplante de órganos ha tocado techo en cuanto a tecnología y fármacos. El corazón artificial, en cambio, es el futuro, cada vez más cercano. Ya disponemos de tecnología y de centros con experiencia.

- ¿Qué falta entonces...?

- Al corazón artificial sólo le falta un precio asequible para que lo soporte nuestro sistema sanitario.

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