Un pastel conservado en alcohol
Un comprador se hace por 680 euros con un trozo de la tarta nupcial de Isabel II y el duque de Edimburgo 68 años después de la boda
r. c.
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 21:11
La mítica puntualidad británica no pasa por su mejor momento. Si el pasado 26 de agosto todo el planeta fue testigo del retraso de seis segundos del Big Ben, su reloj insignia, hace unos días se sirvió, con 68 años de demora, el último pedazo de la tarta nupcial de la boda de la reina Isabel II con el duque de Edimburgo, celebrada en 1947.
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Este bocado, probablemente el más dulce de la Historia -con mayúscula-, no ha salido gratis. Le ha costado 500 libras (unos 680 euros) a un comprador anónimo de Los Ángeles, en Estados Unidos, cuyo padre asistió como invitado al enlace matrimonial.
A pesar de todo el tiempo transcurrido, Philip Taylor, el responsable de la casa de subastas Gorringes, encargada de la puja, aseguró que la porción de tarta aún es comestible debido al alto contenido alcohólico con la que fue elaborada; concretamente, ron y brandy. "Aunque yo no se lo aconsejaría", añadió Taylor.
El tiempo pasa para todo el mundo por igual, incluso para Su Majestad la reina Isabel II, que con 89 años se encuentra a tan solo cinco días de superar a su tatarabuela, la reina Victoria (1819-1901), como la monarca con más años en el trono de la Historia británica, tras haberlo ocupado durante 63 años y 217 días. No obstante, las décadas transcurridas no parecen haber hecho mella en este pedazo de tarta, uno de los 2.000 que se cortaron aquel día, pues conserva su envoltorio original de color marfil en unas condiciones envidiables. También se observan a la perfección las iniciales E. (de Elizabeth) y P. (de Philip), que adornan el envoltorio, así como una inscripción que rememora la fecha y el lugar de la boda: "Palacio de Buckingham, 20 de noviembre de 1947". El trozo de tarta incluía también una tarjeta en la que se puede leer: "Con los mejores deseos de sus altezas reales la princesa Isabel y el duque de Edimburgo".
Debe de ser una costumbre de la Corona británica eso de guardar los pedazos de tarta para la posteridad. En el bautizo del príncipe George, en 2013, se sirvió a los invitados la misma tarta nupcial que habían comido los asistentes a la boda de sus padres, Guillermo y Kate, los duques de Cambridge, dos años antes. Del pastel de aquella boda, por cierto, también se subastó un pedazo, aunque el precio fue mucho menor.
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