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Un problema nuclear sin solución

Un problema nuclear sin solución

Greenpeace denuncia la parálisis de Japón para solucionar el desastre de Fukushima, del que hoy se cumplen cuatro años

Daniel Roldán

Miércoles, 11 de marzo 2015, 03:02

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 El terremoto de nueve puntos fue el primer impacto. Las olas del tsunami que se produjo a continuación, con una altura de quince metros y picos de más de 40, destrozó el 11 de marzo de 2011 una central nuclear cuyo nombre se desconocía: Fukushima. Hoy, cuatro años después, la situación no ha mejorado en exceso y la contestación de las autoridades japoneses deja mucho que desear. "No hay una respuesta clara", asegura Raquel Montón, responsable de la campaña de energía nuclear de Greenpeace. "El primer problema es que no saben (el Gobierno nipón y Tepco, la empresa propietaria) como van a desmantelar la central porque desconocen dónde están los núcleos fundidos causantes de la emisión de la radiactividad", añade la ecologista.

La ONG ha elaborado un informe, 'La crisis nuclear japonesa. Informe sobre el estado de Fukushima Daichii', donde se pone el acento en la falta de reacción de la autoridades para atajar los problemas que han surgido en el área de 20 kilómetros que rodea la central. Por ejemplo, cada día se vierten 400 toneladas de agua para enfriar los reactores. Un líquido que se almacena (hasta ahora, un total de 320.000 toneladas) pero que también se pierde. Los recipiente tienen fugas y se filtra en el agua subterránea para acabar en el océano Pacífico.

También hay que señalar la complicada extracción del combustible gastado de las piscinas, donde se almacena tras extraerse del reactor. Esta operación comenzó por el reactor menos dañado (el cuatro). A partir de este año queda la parte más complicada, la de los reactores uno, dos y tres, en los que hay elevados niveles de radiación que hacen casi imposible para los seres humanos trabajar sin riesgos.

Después de lograr enfriarlo todo, retirar el combustible y los núcleos fundidos, entre otras complicadas acciones en una zona donde se trabaja ahora mismo solo con robots, se procederá con un plan de desmantelamiento que "es una incógnita". En teoría, según denuncia Greenpeace, comenzará entre 2020 y 2025 para desarrollarse a lo largo de 30 o 40 años, condicionado a unos presupuestos que parecen "irrealizables". "El desmantelamiento de Vandellós I está previsto que se realice en 80 años", explica Montón. Una de las estimaciones realizadas para la reconstrucción de la prefectura habla de una inversión de casi 156.000 millones de euros en los próximos decenios.

Sin gente

El escape nuclear ha provocado que los 20 kilómetros que rodean a la central -la zona de impacto- se hayan convertido en un erial. Nadie quiere volver a aquellos lugares que han salido de la cuarentena; y los pocos que lo han hecho se han encontrado tan solos que han tenido que desistir de sus intenciones. "No hay nada funcionando, no hay infraestructuras. Y las indemnizaciones son tan pequeñas que no permiten reiniciar sus vidas", comenta la responsable de Greenpeace. Además, la ONG ha denunciado los elevados niveles de radiación de estas zonas 'liberadas'. El nivel objetivo de descontaminación del Gobierno japonés a largo plazo es de 0,23 microsieverts por hora. En el control que organización ecologista realizó en octubre de 2014 encontró que un 59% de las mediciones de radiación sobrepasaban el nivel.

Otro de los problemas es qué hacer con los residuos nucleares. Se están almacenando en alrededor de 54.000 lugares de la prefectura de Fukushima, incluyendo los patios traseros de las viviendas, aparcamientos y parques.

 Dentro de este desastre social, al menos hay un dato positivo. Japón optó hace 18 meses por apagar sus 48 reactores nucleares. Una decisión muy aplaudida por las organizaciones ecologistas. "No ha pasado nada. Japón no se ha quedado a oscuras ni se ha cortado la luz en ningún momento", subraya Montón. La solución ha sido la importación masiva de gas, que no ha afectado a las cuentas públicas.

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