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El hijo del Rey de Italia compra abanicos en Valencia
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El hijo del Rey de Italia compra abanicos en Valencia

El príncipe Humberto, con nueve años de edad, visitó la ciudad en dos ocasiones y de incógnito

F. P. PUCHE

Jueves, 19 de junio 2014, 00:00

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Ahora hace cien años, los lectores de LAS PROVINCIAS pudieron ver en la portada de su diario un titular sorprendente: «El príncipe heredero de Italia, en Valencia». En efecto, a bordo de un gran buque de guerra, el crucero acorazado 'Puglia', que ancló frente a la Comandancia de Marina, había llegado a nuestro puerto, procedente de Palma de Mallorca, el hijo de los reyes de Italia, Víctor Manuel III y Elena y nieto del rey Nicolás de Montenegro «que tanto renombre ha alcanzado justamente en la reciente contienda balkánica».

El príncipe Humberto Nicolás Tomás Juan María de Saboya y de Montenegro, nacido en septiembre de 1904, era un niño que todavía no había cumplido los diez años. Pero, según el periódico, «a pesar de su infancia muestra Su Alteza grande afición a la vida del mar». «Así me haré a la vida del mar», había dicho al embarcarse en un viaje por el Mediterráneo que vendría a ser la primera lección práctica de su formación como futuro rey. Porque unos meses antes su padre, el rey, había decidido que el muchacho se formara en asuntos castrenses y había designado al capitán de fragata Attilio Bonaldi, comandante del 'Puglia', como preceptor real.

Poco después de amarrar el buque de guerra, el cónsul de Italia en Valencia, Camilo Reali, y el comandante de Marina, subieron a bordo y presentaron sus respetos, pero no saludaron al príncipe, que hacía la vida de un estudiante de su edad sin intervenir en actos protocolarios. En realidad, el niño ni sabía el contenido de su viaje, que cada día era establecido por el comandante-tutor del navío y el propio rey Víctor Manuel, en conversaciones que sostenían a través de la moderna Telegrafía Sin Hilos. Por eso el periódico conjeturaba si Trípoli podía ser el siguiente destino del viajero y si, además, iría luego a Montenegro para saludar a su abuelo, el rey de aquella disputada nación de los Balcanes.

El príncipe Humberto estuvo en Valencia del 15 al 19 de junio de 1914 y por lo que el periódico pudo saber bajó a tierra en dos ocasiones y de incógnito. Una de ellas fue para recorrer en automóvil varios huertos de naranjos de la Ribera, en el curso de una visita educativa. La otra, el 17 de junio, para conocer, acompañado por su preceptor y por el cónsul italiano la fábrica de abanicos de Ramón Cabrelles. «Como no se les conocía -dice nuestro periódico en su crónica de la visita-el príncipe y sus acompañantes fueron recibidos como simples compradores, habiendo adquirido una buena colección de abanicos, con telas representativas de costumbres del país».

Solo al terminar la compra se desveló la identidad de los compradores, que quedaron muy satisfechos al ver que se les mostraba en la tienda el abanico con el que la firma Cabrelles fue premiada con Medalla de Oro en la Exposición de Turín, que representaba en el país, justamente, a los reyes de Italia. Ni que decir tiene que el abanico, montado en nácar y con caja de caoba, fue objeto de obsequio del fabricante y viajó finalmente hasta las manos de la reina Elena.

No hubo mucho más en lo que a vida social del príncipe se refiere. Lohengrin, el cronista de sociedad del periódico, deja entrever en una de sus crónicas que la aristocracia valenciana quedó algo decepcionada. «El rigor con que observa el incógnito -escribió- nos priva del honor de tributarle la acogida de un recibimiento entusiasta que reservamos para cuando sea mayor, esperando que entonces nos vuelva a honrar con su visita». Entre los visitantes al barco, para dejar al menos su tarjeta y sus saludos, el cronista citó al duque de Gaeta y al hijo mayor de los condes de Trigona «quienes, por ser sucesores de los que conquistaron sus títulos de origen italiano deseaban cumplir con ese deber de cortesía».

No dio mucho más de sí, en lo informativo, este viaje a Valencia. Hasta su fallecimiento, en 1983, al heredero del trono de Italia le restaba una vida tan azarosa y compleja como la Europa del siglo XX. Porque, tras la Guerra Mundial, salpicado su padre por el régimen mussoliniano, abdicó en mayo de 1946. Es el momento en que Humberto II fue rey de Italia. durante 33 días nada más. Celebrado el 2 de junio un plebiscito, el pueblo italiano se decantó por la fórmula republicana para su futuro y el rey Humberto, el último rey de Italia, dejó la corona el día 12.

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