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Cerdà es el doctor Rogerstein en una falla de Xàtiva.
Alcaldía de Xàtiva socialista, no tripartita

Alcaldía de Xàtiva socialista, no tripartita

Martes, 13 de marzo 2018, 00:01

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Roger Cerdà se olvidó el pasado día 9 del Pacto de Sant Domènec que le permitió formar un gobierno municipal de progreso, de izquierdas o como se le quiera considerar y escribió en su diario: «Hoy se cumplen 1.000 días desde que los socialistas ocupamos la alcaldía de la ciudad de Xàtiva». Con lo que desairó a sus socios y empleo el verbo ocupar. Un vocablo un tanto inadecuado en ese contexto por cuanto su primera acepción alude al enseñoramiento «de un territorio, de un lugar, de un edifico, etc. invadiéndolo».

Encaja bien la sátira fallera. El alcalde setabense, por otra parte, ha encajado con elegancia la caricatura que ha hecho de él el artista Xavier Herrero para la comisión Molina-Claret. «La sátira es consubstancial a esta maravillosa fiesta -ha convenido-. Le da sentido y la hace singular. Además es sana y necesaria. Así es que la aceptaremos con deportividad».

Alérgicos a la información adversa. La crítica que no encajan demasiado bien las formaciones integrantes del tripartito municipal es la periodística. Abundan entre ellos los que, a diferencia de Thomas Jefferson, preferirían un Gobierno sin periódicos. No sólo a Héctor Cuenca (EU) le producen asco los periodistas que informan sobre el asalto del atrio de la Seo y la utilización de las estatuas como soportes propagandísticos. En el órgano de expresión de Compromís figura todavía la lección de periodismo que le dio un responsable de las comarcas de La Costera-La Canal a Levante-EMV porque no le gustó cómo había planteado una noticia.

Tras afirmar que «hay gente que no deja que la realidad le estropee un buen titular» y preguntarse aviesamente «qué interés hay en esconder que, por primera vez en muchos años, nuestros polígonos recibirán ayudas», reproducían una llamada del 24 de febrero de dicho rotativo: 'Economía relega a La Costera y La Canal en el plan de ayudas a los polígonos' y la comparaban con dos «titulares alternativos», a cuál más oficialista: 'La Costera recibirá por primera vez en muchos años ayudas para sus polígonos industriales'. Y otro que además de cobista era enrevesado: 'La Costera por su mejor situación de partida podrá recibir más dinero que otras comarcas'. Ah, y que a ningún otro dirigente o militante de Compromís le produjo vergüenza ajena este sarpullido de intolerancia y pidió que se retirara antes de que se corriera la voz.

Todo por la patria. Cosas veredes. No nos negarán que es prodigioso que haya tenido que ser una concejala de Compromís, Cristina Suñer, la que promueva la mutación demanial -el cambio de dominio público- del edificio que alberga la comisaría de la Policía Nacional para que el Ministerio del Interior pueda invertir en su reparación y mantenimiento. La casona que albergó el centro de higiene cuando en Xàtiva no había más instalaciones sanitarias que las del antiguo hospital y este ambulatorio se encuentra en un estado lamentable. Tampoco estaba mucho mejor cuando funcionaba a pleno rendimiento asistencial. Baste recordar que entre la sala de espera y el aparato de rayos x no había más separación que la de una puerta un tanto desvencijada. No quieran saber cuál era la protección que empleaba el doctor Ricardo Flores para explorar a los pacientes sobre la marcha: un delantal de plomo que dejaba el resto de su cuerpo expuesto a la radiación mientras hacía girar, subir o bajar a los pacientes.

Encajonamiento de calle a la vista. El concejal de Participación (en asaltos a iglesias y estatuas) Miguel Alcocel aún no ha explicado por qué cree que es posible integrar en el entorno de una escuela de estilo racionalista, un convento del siglo XVIII y una estrecha calle de casas bajas y antiguas, la de la Beneficencia, un pabellón de 6 metros de altura y 250 metros cuadrados. Como poco, el patio del colegio Attilio Bruschetti quedará convertido en un patio de (pocas) luces. En consonancia con lo que cantaba Lone Star: 'Mi calle tiene un oscuro bar, húmedas paredes'.

Una historia de película. Quienes han tenido oportunidad de ver 'Espais de pau en temps de guerra', el documental de Jaume Bayarri inspirado en el libro de Vicent Torregrosa 'República, Guerra Civil i educació. Xàtiva 1931-1939', hablan y no paran de lo ameno que ha quedado y de los testimonios que aporta sobre el benemérito papel que desempeñaron durante el conflicto las colonias educativas de Bellús, el Puig, etc. El reportaje cinematográfico que ha sido patrocinado por la Diputación cuenta, asimismo, con la participación de Germán Ramírez Aledón y de los catedráticos Mª del Mar del Pozo, J. Fernández Soria y Alejandro Mayordomo.

25 bajas frente a 5 altas. La familia cristiana setabense no para de encogerse. Durante febrero únicamente fueron incorporados a la comunidad mediante el sacramento del bautismo cinco críos. Tres en la parroquia de la Seu y dos en la de San Pedro. En cambio partieron al encuentro del Padre 25 personas, principalmente de las parroquias de San Pedro (9), el Carmen (7) y la Merced y Santa Tecla (6).

Dos desplomes para la historia. Haz lo que digo no lo que hago. El hundimiento de la escalera de la casa de los Sanç de Alboi nos ha permitido recordar el intercambio epistolar que mantuvieron su propietaria y el entonces alcalde de Xàtiva a raíz de la caída del campanario de San Agustín. En una carta al director publicada en LAS PROVINCIAS del 26 de enero de 1990, Marita Vanaclocha responsabilizó de la pérdida de «esa torre que tantas y tantas generaciones habían visto» «a la insensibilidad artística de nuestros gobernantes». «Veo cómo poco a poco -añadía en su epístola- unas veces por las inclemencias del tiempo y por no ponerle remedio en su momento, y otras con pleno conocimiento de causa y haciendo caso omiso a las protestas y denuncias nuestro patrimonio está siendo masacrado».

Era, o al menos así se interpretó, lo que estaba esperando Josep M. Calabuig para cantarle las cuarenta. Pues no sólo le replicó, en escrito publicado el 1 de enero, que nada hacía presagiar semejante desgracia y que el ayuntamiento se había comprometido a ayudar a la reconstrucción del monumento siniestrado, a pesar de que era de titularidad y uso eclesiásticos, sino que ajustó cuentas con ella. No le dijo aquello de quién habló que su casa honró, pero sí un sonoro «señora Vanaclocha: atienda la viga de su ojo». No en vano le reprochó que no hubiera repuesto la piedra del balcón blasonado del edificio de la calle Montcada desprendida 12 años antes. Le recordó las veces que el Círculo Mercantil, inquilino del inmueble, y el ayuntamiento le habían tenido que requerir que reparara el alero del tejado. Le echó en cara que contraviniendo la Ley de Patrimonio se hubiera llevado «a su domicilio [en Valencia] varias tablillas del siglo XIV decoradas con los escudos de los Sanz y los Martí» aparecidas durante dicha reforma. Y concluyó advirtiéndole que, a diferencia de San Agustín antes del temporal que provocó el desplome, «la cubierta de este palacio de su propiedad» sí amenazaba ruina.

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