Borrar
Mayrén Beneyto, rodeada de las maletas de Louis Vuitton que siempre lleva consigo cuando viaja.

Ver 14 fotos

Mayrén Beneyto, rodeada de las maletas de Louis Vuitton que siempre lleva consigo cuando viaja. IVÁN ARLANDIS
LAS MIL VIDAS DE MAYRÉN BENEYTO CAPÍTULO 3

Los viajes de Mayrén: la mona chita mexicana y los ministros cubanos enloquecidos

La socialité narra cómo ha recorrido el mundo con amigas, gracias a la política y con sus tres maridos, en un periplo en el que guarda mil y una anécdotas

Domingo, 2 de noviembre 2025, 00:52

Se ha creado una rutina en estas semanas en las que Mayrén Beneyto rebusca en el baúl de su memoria para relatar los episodios más interesantes de su vida. Este último martes todavía no ha llegado a casa, y a los pocos minutos aparece como es ella, un tornado que da dos besos sin contacto y se excusa por su impuntualidad. Viene de una comida con amigas, a quienes les ha preguntado qué les gustaría que contara sobre su relación con ellas. «Di que tus amigas quieren que mandes», relata medio jocosa la conversación, mientras ella les replica que ya ha pasado su momento. Y comienza el relato de un capítulo dedicado a los viajes, pero también a sus grupos de amigas, con las que se ha recorrido medio mundo.

El primer periplo que le viene a la mente comienza con una conversación con Vicente González Lizondo, entonces líder de Unió Valenciana y teniente alcalde tras el pacto con el PP de Rita Barberá para convertirla en alcaldesa. En la charla también está presente Társilo Piles, que también era concejal y llegó a ser presidente de UV. «Me dicen que tengo que ir a La Habana a las celebraciones por el centenario de la muerte de José Martí, y tengo un ataque de nervios. Cuando se lo cuento a mi familia ponen el grito en el cielo, que cómo voy a ir, y encima yo sola». Y relata que una amiga, Pato Casanova, que en aquel momento todavía no se había casado con Quique Sánchez Flores, le propone acompañarla, y recalca que se paga el viaje. «Yo llevaba regalos para mandatarios, pero además iba con el encargo de varios concejales que habían estado en La Habana con anterioridad de que les comprara lo que quisieran a algunas chicas que habían conocido. «Conmigo podían entrar en tiendas en las que sólo podían entrar turistas. Tengo que decir que todo lo que se llevaron fueron cosas de primera necesidad».

La Cuba que se encuentran Mayrén y Pato muestra una de las peores caras del castrismo: ha caído el muro de Berlín, la URSS, que había sido su gran apoyo, se desintegra, y Estados Unidos ha intensificado su bloqueo a la isla, así que los habitantes viven en una escasez eterna. «Volvimos con las maletas vacías porque lo regalamos todo». En el Hotel Nacional donde se hospedaron, el más lujoso del país, no había carne en los platos que les servían, y las toallas de la habitación estaban prácticamente transparentes de tanto uso. Recuerda la noche del Tropicana, el mítico cabaré donde llegaron a actuar Frank Sinatra o Celia Cruz, donde les dieron un trozo de papel de periódico al entrar al baño. «Había que vernos en la cola», ríe. «Cuando un periodista me hizo la entrevista para el Granma -el periódico oficial del Partido Comunista de Cuba- escondía las manos bajo la mesa porque las llevaba llenas de grasa después de intentar arreglar su coche, que se le había estropeado». No había podido lavárselas porque no había jabón.

Frijoles en cuencos de museo

Cuenta Mayrén que, sin ostentaciones, iban Pato y ella muy arregladas, así que en el hotel las consideraban unas artistas de cine, y allá donde fueron las trataron con una deferencia excepcional. «Siempre había algún ministro, con su guayabera, con nosotras, y estaban enloquecidos. ¿Por qué no decirlo? Éramos dos señoras despampanantes». Tan bien querían atenderlas que les ofrecieron una comida que consistía en frijoles servidos en los cuencos chinos que habían acabado de ver expuestos en el Museo Nacional.

Todavía se acuerda Mayrén de aquellas inspectoras que tenían las 24 horas del día pegadas a su sombra, o su discurso en las Cortes cubanas donde estuvo presente incluso el hermano de Fidel Castro. «Yo llevaba un traje blanco y negro muy bonito y pude hablar delante de los máximos mandatarios del país. Fue una experiencia maravillosa». Mayrén recuerda aquel «inaudito» viaje como haber atravesado la línea del tiempo y haber podido ver un país como la España de la posguerra, donde no había de nada. «Cuando volví a Valencia les mandamos autobuses, camiones de basura… Lo que les hiciera falta». A los pocos meses de aquel viaje los cubanos se levantaron en una protesta masiva que se llamó el 'maleconazo' por la crisis económica más dura que sufrían desde el triunfo de la revolución en 1959. Fue reprimida violentamente.

Mayrén en la tienda que regentaba recién casada con Alfonso Manglano. CEDIDA

Mayrén se detiene en su charla. «Vamos a hablar de otros viajes porque podría hacer un monográfico solo con la visita a La Habana», y solo pide añadir una anécdota más. «Del hotel donde nos hospedábamos salieron unos valencianos que iban muy bien acompañados, y me pillaron pagando a un chico joven, y gay, que hay que decirlo, para que el taxi le llevara hasta su casa».

Mayrén Beneyto viaja un poco más atrás en el tiempo para relatar uno de los viajes más espectaculares que ha podido vivir, ya en su esfera más privada. «Yo soy muy amiga de Mari Carmen Suñer y después de morir su madre siente que necesita vivir. Su padre se casa de nuevo, está económicamente muy bien y decidimos hacer un viaje importante, que podamos recordar siempre. Y hacerlo con nuestras niñas». Las cuatro se embarcan en un crucero desde Barcelona que les iba a llevar hasta Nueva York durante casi un mes. «En aquel momento era de muchísimo lujo, viajamos con baúles de Louis Vuitton para la ropa, porque cada noche había una fiesta y llevamos treinta trajes de gala, treinta conjuntos de día para las excursiones, de baño… Yo, que soy muy de agenda, me apunté qué nos íbamos a poner cada una para no coincidir. Mira si fue trabajo preparar aquel crucero que la chica que me hizo el equipaje me dijo: «Señora, yo esto no lo aguanto. Lo dejo'. Yo lo entiendo, ¿eh?. Pero es que era nuestra distracción, nosotras no pensábamos en hombres, que ya teníamos maridos, sino en la ropa que nos íbamos a poner». Así y todo, el padre de Mari Carmen Suñer, «que era mucho más listo que nosotras», decidió ponerles un guardaespaldas, el conde de Casa Rojas, que era su representante en el extranjero. «Cuando estábamos ya en alta mar, creyéndonos las reinas del mundo, vimos a los condes sentados en una mesa de una de las cenas de gala. Y lo entendimos».

De aquel viaje se acuerda también del huracán que azotó el barco, que les hizo incluso temer por su vida. «¿Si les pasa algo a estas niñas tan maravillosas, que hemos traído para conocer el mundo?». Exceptuando aquel mal momento, todavía tiene la imagen nítida Mayrén de la Estatua de la Libertad desde el barco, llegando a Nueva York. «Fue un viaje de mil y una noches».

Camarote de lujo

En su memoria se cuela otro crucero, en este caso como punto de partida Nueva York. «Me fui con la familia Segura y yo tenía que volver a una exposición que inauguraban en Valencia los entonces príncipes Felipe y Letizia. Ellos se embarcaban en el Queen Mary 2, el barco de pasajeros más grande del mundo. «Ester, la nieta de Paco (Segura), viene a mi habitación el día que nos despedíamos y me dijo: 'Mi abuelo acaba de recibir un mensaje del capitán del barco diciendo que el camarote reservado para los invitados especiales está libre, y que es para ti'. No lo podía creer, imagina la emoción. Los Segura son una familia encantadora».

El vestuario ha sido una parte esencial en los viajes de Mayrén por el mundo. «El modisto Juan Izquierdo me traía los trajes al aeropuerto. Para un vuelo a México, al poco de casarme, me hizo una chaqueta de terciopelo gris con una camisa verde y un cuello de zorro gris que cuando me subí al avión les dio una envidia a las catalanas…». Aquel viaje a México lo hizo con un grupo de personalidades de la alta sociedad barcelonesa, entre los que se encontraban artistas, aristócratas y pintores, como Mari Samper o Pitito, un noble esnob y extravagante que llegó a tener un zoo y 28 criados en su casa de Barcelona. «Nos ofrecieron una cena increíble en un cementerio, todo el mundo llorando porque era Todos los Santos y allí había que llorar. Cosas de millonarios…»

Mayrén Beneyto y Emilia Segura subidas a un carruaje en Egipto. CEDIDA

En aquel viaje celebró su aniversario, un 7 de noviembre, y el propio Armando Manzanero les dedicó una canción. Pero la anécdota que todavía le pone los pelos de punta a Mayrén aconteció al llegar al aeropuerto para regresar a España. «Pitito me pide que le lleve una cesta y yo, que era más inocente que inocente, le digo que sí. Al subir al avión me confesó que había pasado la aduana con una mona, algo prohibidísimo. 'Si te pillan te meten en la cárcel'. Casi me da algo…». Mari Samper fue la encargada de cruzar la frontera en España con el mono en la cesta. «Al cabo de los años la trajo a Valencia para que la conocieran mis nietos y se cargó todas las cortinas de casa de mi abuela».

Los hombres también han estado muy presentes en sus viajes. Incluso en sus épocas sin marido, porque Mayrén Beneyto se ha casado tres veces. En un viaje a Roma en primera clase, un hombre quería que el piloto del avión diera dos vueltas más antes de aterrizar para acabar de convencerla de que me fuera a Sudáfrica con él a cazar. «Y yo que me iba al Vaticano para la beatificación de unas monjas… Mis amigas se morían de la risa, pero yo no me enteraba de nada, era tan inocente…».

Cuando estaba casada con su primer marido, Alfonso Manglano, Mayrén Beneyto abrió una tienda llamada La Roca. «Yo decidí que ni hablar de vivir entre pañales y biberones». La abrió bajo la casa de sus suegros, los barones de Terrateig, en un espacio que en la casa señorial ubicada cerca de la calle Caballeros se destinaba a los carruajes. «La tienda fue un exitazo enorme, tanto que Amparo Guillén terminó hasta el gorro«. Con ella monté la tienda después de que su marido, Manolo Romero, se cansara de que en la fábrica que regentaba fueran las señoras a pedir dos, tres metros de tela. Me dijo: «Mayrén, quédate tú con la tienda, no puedo más». Y fue una de las razones por las que viajó, para asistir a desfiles en París, en Roma, para ver qué se movía en el mundo de la moda, pero también para ir a las fábricas a comprar género. «Nos íbamos Mercedes Devesa -la encargada de la tienda- y yo en un coche que era de mi abuelo a comprar un centenar de vajillas, 300 bandejas y cubiteras de plata… Se nos acababan enseguida. Fue un éxito enorme».

Pareos de Bali

Mayrén siguió viajando por el mundo, en aquel momento con su primer marido, y aprovechaba aquellos viajes para comprarse ropa. «La gente me decía que iba muy bien vestida y me encargaba prendas. Recuerdo en una playa de Bali unas vendedoras que llevaban bikinis y pareos ideales. Me llevé cuarenta y me los quitaron de las manos». En aquel viaje a Indonesia un mono le quitó el pareo. «¡Me dejó desnuda!». De Hong Kong se trajo telas para hacerse algunos trajes y «las vendí antes de que pudiera pensar el diseño. Y recuerdo una vez en Andorra, donde había bolsos de Dior que era imposible encontrar en España, que me traje para mí y para toda la familia. En la frontera me pararon, así que volví por Francia…». Se ríe Mayrén de aquella aventura, rememorando un sinfín de anécdotas que atesora en una privilegiada memoria.

Si avanzamos en el tiempo hasta esta última década, Mayrén Beneyto está muy agradecida por todos los grupos de amigas con los que ha viajado mucho, sobre todo el que forman seis mujeres, Hortensia, Emilia, Marta, Amparo y Pepa. Y Mayrén, por supuesto, que no quiere especificar los apellidos, aunque por el nombre alguna de ellas sea sobradamente conocida. «Tenemos un grupo de whatsapp que se llama Perú, porque fue nuestro primer viaje juntas. Lo de subir a lo más alto del Machu Picchu y sentir que es lo más cerca del cielo que se puede estar… Nos unió muchísimo». Recuerda aquel vuelo en el que coincidieron en primera clase con la Reina Doña Sofía. «A mí me conoce como la del Palau y enseguida me abalancé, pero claro, Hortensia es mucho más importante que yo… De hecho, en los viajes Hortensia me pone firme y dice que hay que hablar por turnos, que si no hablo yo todo el rato». Y recordando momentos con sus amigas, rememora una comida en el restaurante de Ricard Camarena para celebrar el cumpleaños de una de ellas. «Había en el salón otro grupo de personas por el mismo motivo y la mujer que cumplía años se acerca para preguntarme si me había llamado su hermano, y me dice: 'Es que él sabe que la ilusión de mi vida es conocerla a usted'. Mis amigas lloraban de la risa». Incluida Hortensia.

Dice Mayrén que ha tenido y tiene muchas amigas a lo largo de su vida, que todavía conserva las que iban con ella al colegio del Sagrado Corazón de Godella. Nombra a María Consuelo Reyna, a Mayra Girona, o a Mayte Moroder. También a Mari Carmen Suñer - «la quiero muchísimo»- y otras amigas que han ido pasando por su vida, como Mercedes Devesa, la persona que estuvo con ella en la tienda, o «el grupo de María Teresa, de mi prima Carmencita… Tengo muchas amigas, pero pocas íntimas. Loli, por ejemplo, es muy amiga, y hay otras que ya no están. Para mí, la muerte de Maru Bernar fue terrible».

Menciona Mayrén recuerdos desagradables en esos viajes por el mundo, que también los ha habido, y retrocede a la época en que es nombrada directora general de Turismo en el gobierno preautonómico a finales de los setenta. «El primer viaje en el cargo es a Morella, y durante el camino los cargos que me acompañaban repetían todo el tiempo que había solo dos habitaciones, que tenía que dormir con hombres. Yo creo que estaban enfadados porque querían que ese cargo fuera para alguien de Alicante, pero además fueron muy machistas. Cuando llegamos dije en el hotel que a mí me daba igual, como si tenía que dormir en un cuchitril, pero que iba a dormir completamente sola. Que no era el señor Beneyto, sino la señora Beneyto». Nunca más ha vuelto a pisar Morella.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Los viajes de Mayrén: la mona chita mexicana y los ministros cubanos enloquecidos