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Pedro Duque conversa frente a una gran fotografía del planeta tal y como él lo vio a lo largo de sus viajes espaciales. Txema Rodríguez
Pedro Duque: «En Xàbia tengo la sintonía con lo que me apasiona, estar debajo del agua»

Pedro Duque: «No puede ser que solo se invierta el 1% en investigación»

Este año se cumplen dos décadas desde que el astronauta marcó un hito en la historia de España

Maria José carchano

Valencia

Miércoles, 6 de junio 2018

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A pocos kilómetros de Madrid, cerca ya de la sierra, existe un valle con alcornoques y un castillo medieval, que contempla desde un cerro la pequeña sede de la Agencia Espacial Europea en España, donde viven casi como en el centro de Europa: a las diez la cafetería cierra y a las doce empiezan con las comidas. Hace menos de un año que Pedro Duque, nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, trabaja aquí, aunque se haya adaptado inmediatamente a su casa, a su país; antes estuvo en Múnich, siempre de un lado a otro, en puestos de responsabilidad, veinte años después de su primer viaje espacial y quince del segundo. Hay una seguridad extrema en este lugar, no se puede acceder sin ir acompañado. Pero toda la pompa se esfuma al aparecer el único astronauta que ha dado España, casi pidiendo perdón por interrumpir una conversación.

Vestido con camisa y chinos, durante las fotos llegará a confesar que esta mañana se ha puesto unas zapatillas demasiado viejas. Hoy no ha llegado en moto, que le encanta, por el frío y la amenaza de unos nubarrones grises. Habla del tiempo, el espacio, su familia... Y de Xàbia, el anclaje a tierra de este madrileño desde que conoció a su mujer, Consuelo Femenía, natural de la localidad alicantina. Allí encuentra Pedro Duque la estabilidad que no tiene en el trabajo. Repasa cada momento de su vida con ese aire distraído de los genios, cuyo cerebro tiene la capacidad de estar pensando simultáneamente en varias cosas y, a la vez, dar la sensación de que no existe nada más ahora mismo que esta cita, que tiene todo el tiempo del mundo. Tímido hasta el extremo, se quita importancia, mientras le llueven las peticiones de entrevistas, de charlas, de conferencias, por ese aniversario.

-Hace ya veinte años que se fue al espacio por primera vez. Habrá hablado mucho de ello en este tiempo, claro, pero, ¿le ha removido esta fecha?

-Lo he recordado tantas veces… Sí es verdad que asusta un poco. Veinte años desde aquel día, a lo mejor puede ser hora de cambiar, de hacer otras cosas, de que entre una nueva generación. Piensas que ya ha estado bien.

-Sin embargo, ha manifestado en varias ocasiones que le gustaría volver.

-Sí, todavía es posible. ¿Y quién diría que no a un ofrecimiento para ir a la estación espacial y hacer un trabajo allí que te gusta y que ves que te sale? Además, siendo el único español tengo hasta un poco de obligación si acaso surge esa oportunidad, porque nunca sabes cuándo vendrá el próximo.

-En aquel momento usted debía de ser todo entusiasmo. ¿Cuál ha sido su evolución como persona en este tiempo?

-En realidad sufres una transformación el día en que te seleccionan como astronauta. No es un cambio que salga de dentro, sino que te obligan, porque enseguida vienen todos los medios a entrevistarte y eso nunca me había pasado. Te transformas por la fuerza.

-Porque, además, sé que usted es bastante tímido.

-Bueno, es cierto que no busco la atención de las personas de alrededor. Me di cuenta de que la gente comenzó a hacerme caso.

-¿Asumió bien ese cambio?

-Es verdad que te puedes pasar de frenada, aunque no sucede tan frecuentemente en mi oficio porque la gente está muy seleccionada desde el punto de vista de la estabilidad emocional, de ver las cosas como son… No se suele elegir a profesionales con tendencia a sufrir picos de personalidad.

-En algún reportaje que se publicó aquellos días su padre o su hermano decían: «Es que Pedro es muy equilibrado...»

-Hay que ser equilibrado. Allí arriba, en la nave espacial, donde no cabes, donde te puede entrar claustrofobia, con cincuenta toneladas de explosivos, rodeado de botones que podrían matar a toda la tripulación… Allí no puedes andar con emociones revueltas.

«¿Volver a la estación espacial? Todavía es posible, y quién diría que no»

-La afición a volar ha estado muy presente en su familia. Incluso cuentan por ahí que un antepasado suyo, un escultor, se tiró desde la torre de la catedral de Plasencia con unas alas que se había fabricado y murió. ¿Es cierta esa historia?

-Un tío mío me lo contó de pequeño y luego se ve que alguien lo ha recuperado y lo ha difundido por internet. No me preocupo de ello, ¿para qué? Si la gente se divierte… Es cierto que me acordé de la historia cuando lo vi, pero no tengo ni idea de si es verdad. Lo que sí es cierto es que mi padre ha sido controlador aéreo y mi tío y mi hermano también.

-Alguna vez ha dicho que a usted le hubiera gustado ser piloto. Ha llegado mucho más lejos...

-Mi madre, que era maestra, se dio cuenta de que en los colegios públicos a los que íbamos era bastante difícil en aquellos tiempos tener una formación avanzada, y como veía que estudiábamos nos llevó a un centro privado, con una beca, donde había chicos que tenían infinitamente más dinero que nosotros y podían hacerse pilotos. A mí me hubiera gustado, pero en esos tiempos, siendo hijo de funcionarios, no podía ni siquiera pensar en dedicarme a ello. Así que te pasa por la cabeza un día y al siguiente ya no, porque de otra forma puedes estar frustrado toda la vida. No he sido astronauta por quitarme la espina de ser piloto.

-Sí le quedó el recuerdo de cuando Armstrong viajó a la Luna.

-Es un recuerdo real, porque cuando eres pequeño y ves las cosas como veinte veces, luego no sabes hasta qué punto fuiste testigo de ello la primera vez. Pero bueno, aquel día, el 21 de julio de 1969, era normal que estuviéramos en Guipúzcoa, donde íbamos dos semanas, porque mi madre tomaba las aguas del balneario de Cestona. Me acuerdo de una televisión en blanco y negro puesta en el techo del bar de la pensión donde íbamos. No crea que nos alojábamos en el balneario, que también era para los ricos.

-Ser astronauta es una de las profesiones más recurrentes en la infancia. ¿Qué dice a los niños que sienten esa vocación? Usted incluso tuvo que estudiar ruso.

-En realidad ruso lo aprendí una vez estaba seleccionado, porque nos dijeron: «Ahora ya no vais a Estados Unidos, sino a Rusia». Y tuve que hacer un curso intensivo. Sobre la pregunta de qué hay que hacer para ser astronauta, la tengo bastante estudiada, como es lógico, porque han sido veinte años de responderla. Les digo primero lo oficial, que hay que presentarse a las pruebas de astronauta a nivel europeo. Porque si eres español olvídate de entrar en la NASA, claro. Eso es tontería. Y allí en la Agencia Europea del Espacio pedimos una carrera a nivel de máster de ingeniería, ciencias o medicina. Primero que les atraigan las matemáticas, las ciencias, la biología... Y luego habrá que sacar buenas notas. Además, has de tener una buena salud, que no te cojan en la sangre que has estado cinco o diez años drogándote… Con eso no te van a dejar entrar. Otra cosa que digo a los niños es que sentados delante de una pantalla no les vamos a coger. No sirve para nada en el espacio. Necesitamos gente que haya sabido estar afuera.

El astronauta posa durante la sesión fotográfica con las instalaciones de la Agencia Espacial Europea al fondo.
El astronauta posa durante la sesión fotográfica con las instalaciones de la Agencia Espacial Europea al fondo. Txema Rodríguez

-¿En qué sentido?

-Hacer cosas operativas: bucear, escalar, volar... Lo que uno quiera. Algo que demuestre que eres capaz de tomar riesgos reales con aparatos y no sólo virtuales. Hay toda una generación de chavales que son muy valientes frente a una pantalla, conduciendo coches, pilotando aviones, pero a esa gente no le puedo dejar una nave espacial de verdad. Les podría prestar un simulador para que jugaran. Si has conducido karts y tienes una cicatriz me vales más que si practicas con un volante en tu casa. Tienes que estar afuera. Y eso no vale sólo para ser astronauta.

-El carácter también se tiene en cuenta.

-Por supuesto. Seleccionamos gente capaz de relacionarse bien con otras personas, de trabajar en equipo, de adaptarse a ambientes nuevos. En fin, que no se recluya en un rincón.

-Las habilidades sociales, emocionales, quizás tienen tanta importancia como sacar buenas notas.

-Es que las notas son una décima parte de las necesidades.

Txema Rodríguez

-Pero en su caso sí sacaba buenas notas.

-Sí, pero con eso sólo no vas a ningún sitio. Ni siquiera a otros trabajos. Yo he estado cinco años de director de una empresa y he tenido personas sentadas delante mío en entrevistas de trabajo. A mí las buenas notas me dicen poco. ¿Qué más has hecho? Es la siguiente pregunta. Y eso vale para este oficio y para lo demás. Si haciendo todo esto, además de saber inglés y, mejor aún, ruso, no hay una selección de astronautas, o no te cogen, seguramente no te importará, porque habrás encontrado muchas otras cosas que también quieres hacer, y puedes.

-Parece sencillo cuando lo explica, pero de momento sólo hemos tenido un astronauta español. Está claro que implica grandes sacrificios para conseguirlo. ¿Siente que ha renunciado a mucho?

-El oficio de astronauta tiene, por supuesto, aspectos muy buenos. Y los sabe todo el mundo. Pero luego hay otros que te exigen renuncias a la vida normal, cosa que sucede en muchas más profesiones. Si te preparas para una misión espacial, siendo europeo sobre todo (Europa invierte muy poco dinero en los vuelos tripulados, siempre es un proyecto conjunto), tienes que viajar a Estados Unidos, a Rusia, o a Japón, o a los tres, durante un año y medio o dos. Y durante ese tiempo no tienes vida, básicamente te mueves de un lado para otro con la maleta a cuestas. Así que renuncias a un trabajo estable de lunes a viernes.

-Con este tipo de sacrificios siempre es más complicada una vida familiar.

-Sí, claro, hay gente que se va a pescar cinco meses a Terranova y cuando vuelve se da cuenta de lo que han crecido sus hijos.

-¿Le ha pasado a usted?

-Lo hemos tratado de organizar pero es cierto que he llegado a hacer un viaje desde Houston hasta Europa un fin de semana sólo para ver a mis hijos y a mi mujer.

-Eran pequeños cuando usted se fue al espacio. El menor, sólo un bebé.

-La niña tenía dos años, el pequeño apenas un mes. No se acuerdan de aquella vez, claro, aunque sí de la siguiente, cinco años después.

-Se casó con una mujer nacida en Xàbia, Consuelo Femenía, diplomática, una persona, por cierto, muy interesante.

-Nos conocimos en la embajada en Moscú, supongo que es lo que tienen estas profesiones en las que tienes que viajar, y en ese sentido vamos los dos en el mismo barco. A veces hemos podido estar juntos, a veces no, y lo hemos ido llevando.

«Mi mujer y yo vamos en el mismo barco. A veces hemos podido estar juntos, a veces no, y lo hemos ido llevando»

-¿Ha incorporado Xàbia a su vida?

-Nuestra base siempre es Xàbia. Podría haber sido Mallorca, donde vivía mi abuela, donde tengo primos e íbamos todos los años de pequeños. Ahora es Xàbia, y no me ha costado porque a mí el mar es lo que más me ha atraído desde pequeño.

-A pesar de que creció en Madrid.

-Sí, pero es que un mes o mes y medio de cada verano estábamos con la abuela, no en un hotel, porque no había para tanto. Y todo ese tiempo me lo pasaba buceando, ya que lo que me gustaba del mar era la parte de abajo. Y en Xàbia tengo esa sintonía con lo que me apasiona, estar debajo del agua.

Pedro Duque

-¿Sigue haciendo submarinismo?

-Sí, este fin de semana pasado, por ejemplo, con catorce grados. Mi hijo pequeño estudia biología marina, tiene un neopreno de tres capas y se mete.

-¿Alguno de sus hijos ha seguido sus pasos?

-Ninguno ha estudiado ingeniería ni nada por el estilo. Cada cual ha hecho lo que ha querido.

«No hay oportunidades. Si yo fuera americano hubiera estado en el #espacio más de seis veces»

-¿En ningún momento les ha aconsejado?

-No le puedes obligar a que estudien lo que a ti te dé la gana. Ha habido generaciones que lo han hecho; el padre tenía una profesión y casi obligaba, al menos a uno de los hijos, a hacer lo mismo. O un negocio familiar. Ahora piensas de otra manera. Que cada uno siga su vocación porque, además, en nuestro trabajo no pueden heredar ni siquiera los contactos. Esto no funciona así.

Cuando a Pedro Duque le preguntan por su familia, por su lado más personal, se retrae, se revuelve algo incómodo en la silla, sentados en una sala con una fotografía del planeta Tierra a modo de escenario, imagen que podría perfectamente haber tomado el astronauta desde el espacio.

-Volvamos ahí afuera. ¿Tiene esa sensación de saber que no va a ver todo lo que le gustaría?

-Llevo veinte años con esa sensación. No hay oportunidades. Si yo fuera americano hubiera estado en el espacio unas seis veces. Habría hecho muchas más cosas. Pero bueno, para ser español tengo que dar mucho las gracias, ha sido un privilegio inmenso poder ir, y lo que hay que hacer ahora es que no pase lo mismo, y a todos los españoles que se preparen en las áreas de ciencia y tecnología hay que darles más oportunidades. Despertar de una vez. No puede ser que estemos invirtiendo el uno por ciento en investigación y desarrollo cuando debería destinarse el tres. Es que yo la multiplicación la veo fácil: cojo el presupuesto y el año que viene el triple. Ya se verá de dónde quitas.

-No parecen muy por la labor.

-En todas las decisiones que requieren visión a largo plazo has de esperar a que llegue al Gobierno alguna persona que sea un poquito especial, igual que pasó en Estados Unidos con Kennedy. Los países europeos van dando bandazos.

«Estados Unidos, Rusia, Japón... Al preparar una misión espacial no tienes vida, te mueves de un lado para otro»

-Nos haría falta otro Kennedy.

-Un Kennedy europeo con mando en plaza que tuviera presupuesto haría que Europa fuera diferente, que no estuviéra siempre retraída con respecto a la exploración del espacio.

- Parece más fácil lo que le dijeron a usted, que mejor cambiarse de nacionalidad.

-Eso me lo diría mi madre cuando dije que quería ser astronauta. ¿Qué quieres ser, americano o ruso? Es normal, porque en los años setenta quién podía imaginar que un español fuera astronauta. Por eso digo que he tenido mucha suerte. Hubo un tiempo en que sí se impulsaron los programas espaciales y a esa ola me subí, como luego hizo la industria. Ahora lo que falta es que eso se generalice, porque en España hay mucho talento.

Txema Rodríguez

-Dijo una vez que alguien debe de haber ahí afuera. ¿Lo sigue creyendo?

-Los números dicen que sí, que es lo más probable. Sin embargo, no sabemos todavía en cuántos planetas iguales al nuestro se genera una vida. Yo creo que alguno habrá. Pero también puede ser que esté tan lejos que no lo sepamos nunca.

«Cuando te seleccionan te transformas por la fuerza. La gente comenzó a hacerme caso»

-¿Es positivo en cuanto a lo que nos queda sobre conocimiento espacial?

-Es que sólo estamos al principio. La misión Kepler nos ha mostrado un cachito de espacio muy pequeño. Y mira el bombo que le han dado. En unos años podremos observar muchísimo más. Si ahora tenemos descubiertos dos o tres mil planetas, entonces sabremos de tres millones. Eso va a ocurrir en los próximos diez años.

-Le sigo en redes sociales y vi que hace poco tuvo una discusión con una de esas personas que ahora defienden que la Tierra es plana. No sé qué sensación le produce que haya, en pleno siglo XXI, gente que piense así.

-Es muy triste, un fenómeno de las propias redes sociales que han creado un embotamiento de la mente de las personas, que eligen la información que les llega. Lo de la Tierra plana al final es una chorrada, pero hay creencias que hacen daño de verdad. Por ejemplo, aquellos que dicen que el cáncer no es una enfermedad, sino que es culpa tuya, porque te han influido mal tu padre y tu madre. Además, esta gente vive permanentemente cabreada, porque piensa que el resto de la humanidad le quiere engañar con algún fin.

-Había una ironía en sus contestaciones, pero no le convenció, me parece.

-Pero si es que, ¿cuántas veces habré dado yo la vuelta a la Tierra? Y eso que he estado poco. Creo que unas trescientas. Trato de aportar algo de ironía para que no se cabree más, pero que no se añada más gente a esas burbujas de falacia.

Nos despedimos. En el hall acaban de tomar un 'briefing' y todavía no han retirado las bandejas de comida. Pedro Duque pregunta: «¿Os volvéis enseguida a Valencia? Llevaos algo para el camino». No acaba de entender que hayamos ido hasta Madrid a propósito por él. Por el único astronauta español.

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