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Mayrén Beneyto, sentada en su cama, con todas las fotos que guarda donde aparece con famosos. IRENE MARSILLA
LAS MIL VIDAS DE MAYRÉN BENEYTO / CAPÍTULO DOS

Mayrén y los famosos: un mundo de amantes, drogas y mucho alcohol

La Mostra de Valencia y el Palau de la Música permitieron que la exconcejal conociera a muchos actores y artistas internacionales, que le han regalado mil y una anécdotas

Domingo, 26 de octubre 2025, 01:08

Como si hubiera entrado en una máquina del tiempo, Mayrén Beneyto se traslada a los años 80, y se describe a sí misma sentada en ... una mesa donde hay 18 personas. Se encuentra en Madrid, en una de las casas del hijo de la duquesa de Alba, Jacobo, que heredará en aquella época el título de conde de Siruela. Mayrén ha llegado allí de la mano de un primo noble muy metido en la Movida llamado Kico Rivas. ¿Cómo se iba a perder un acontecimiento de este calibre? Primero, es difícil que diga que no a un evento de estas características. Segundo, a la cena está invitado, entre otros, un jovencísimo Miguel Bosé. «A mi hija le encantaba, acababa de sacar un disco y pensé que así le podía conseguir un autógrafo».

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Mayrén no recuerda aquel lugar como una vivienda, sino como un espacio que el hijo de Cayetana Fitz-James tenía reservado para dar fiestas. «La sala estaba llena de esculturas», rememora Mayrén, y sobre la larga mesa servían viandas unos camareros que llevaban guantes y calzones. «No sabes las cosas increíbles que comimos», asegura. Entre los invitados, que hablaban en inglés entre sí, había dos modelos de Nueva York que mantenían una charla sobre cómo hacer el amor sin tocarse, porque en aquel momento, sin que el nombre apareciera todavía en las conversaciones, empezó a morir gente por el SIDA. «En España ni se conocía todavía», asegura una Mayrén que alucinaba con todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. «Me preguntaban por Valencia, y yo me sentía la reina del mundo», continúa diciendo. Uno de los comensales, vestido con unas enaguas negras de señora, le pidió incluso que le ayudara a buscar una cocinera que le preparara paellas a su madre. «Yo ni sabía en ese momento quién era. Luego me enteré de que se trataba de Almodóvar». De hecho, cuenta que el contacto siguió porque el cineasta estaba realmente interesado en contratar a alguien que se manejara con el arroz.

Acabada la cena, los de calzón corto fueron pasando de comensal en comensal una pequeña bandeja de plata. «Había unas pinzas y unas pastillas. Mi primo me dijo que era LSD, que cada pastilla valía unas 25.000 pesetas, y a mí me entró un miedo terrible. Así que pedí un taxi y rápidamente salí por la cocina». No se quedó ni siquiera al desfile que habían programado tras el ágape, con lo que a ella le gusta la moda.

Mayrén, que ha asistido a más fiestas y eventos que la suma del común de los mortales, que ha estado rodeada de glamur y lujo, ha presenciado mucho consumo de droga a su alrededor. «La he visto, sí, pero a mí siempre me dio terror. He sido la número uno en salir zumbando, sobre todo de casas particulares». Porque Mayrén se ha considerado una mujer conservadora, aunque rompiera moldes. Se acuerda de una vez que apareció en su casa «una señorita muy famosa del mundo del cine y alguien me avisó que debajo del abrigo de piel no llevaba nada. Me acerqué y le dije: 'Tienes dos sitios por donde salir, la ventana o la escalera, y te doy cinco minutos para hacerlo'. Se fue. Por la vía rápida. Y a quien la trajo se lo advertí: 'En mi casa esas bromas no se gastan, y aquí ya no eres bienvenido'. Hay personas que hacen tonterías por esnobismo, pero no tienen ninguna gracia».

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Mayrén Beneyto con Tippi Hedren, firmando en el libro de honor del Palau de la Música. La recuerda como una persona encantadora. CEDIDA

Aprovechando que esta misma semana se ha inaugurado la 40º edición de la Mostra de Valencia, Mayrén Beneyto habla en este capítulo de los famosos a los que ha conocido, muchos de ellos en el marco precisamente de un acontecimiento, la Mostra, que ella vivió muy de cerca, sobre todo en sus años de esplendor. Recuerda, por ejemplo, a una Sofía Loren que el año en que visitó Valencia tenía 65 años. Las crónicas de la época la recuerdan maravillosa, con una figura estilizada y un aspecto estupendo pese a la edad. Era cierto, pero escondía un secreto. Durante las horas que estuvo en el Palau no quiso sentarse en ningún momento. Siempre estaba de pie. Mayrén le preguntó por qué no lo hacía, y la actriz italiana le confesó que le acababan de quitar dos costillas para que su cintura fuera más estrecha y que si se sentaba sentía un dolor terrible. «Era una mujer encantadora, pero había algo más tras aquella visita a Valencia: «A cambio de asistir a la Mostra necesito que me hagáis un favor', le dijo a Mayrén. Quería que su hijo Carlo Ponti, director de orquesta, actuara en el Palau. La realidad es que no era maravilloso, pero tuvimos que traerlo».

Mayrén revela que en la época más glamurosa de la Mostra, en la que actores y actrices internacionales pisaban la alfombra roja del certamen de cine valenciano, nada salía gratis. «Todos venían a través de un representante internacional y tenían un presupuesto, igual que los premios Nobel. Y, a veces, había otros intereses, como en el caso de Sofía Loren con su hijo. O como sucedió con la legendaria actriz mexicana María Félix. «Vino con su novio ruso, un pintor llamado Antoine Tzapoff, y quería que le dejáramos exponer en Valencia». De María Félix tiene una anécdota que nunca se le olvidará, sentados en una comida en la que también estaba presente el cantante Miguel Bosé. «La actriz no dejaba de hablarle de su padre, de Luis Miguel Dominguín, con quien parece que tuvo algo más que una amistad. Decía, 'ay, cómo era tu papito, qué hombre…'. Y Miguel, muy incómodo, intentaba meter en la conversación a su madre».

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El francés de Catherine Deneuve

Claudia Cardinale, que acaba de fallecer, o Catherine Deneuve, también visitaron Valencia. De la actriz francesa no guarda muy buen recuerdo. «Era muy desagradable. Vicente González Lizondo quiso dirigirse a ella en francés y le corrigió inmediatamente. Le replicó que si no hablaba bien mejor que no hablara». A todos había que adorarlos, según Mayrén, y enseña fotos en los que la mayoría están firmando en el libro de oro del Palau, que se guardaba en el despacho de la entonces presidenta de la institución. «En realidad lo pasábamos fatal, porque la mayoría querían escapar al hotel y había que ir a buscarlos para que vieran la película ganadora y poder hacerse la foto sobre el escenario. Vicente Monfort -coordinador general de la Mostra- tenía que estar muy pendiente para que no se fueran o ir a buscarlos». A la expresidenta del Palau le llamaba la atención que la mayoría de famosos nunca quisieran mezclarse con la gente, ni hacerse fotos. Ni que se les tocase. De quien sí guarda un gran recuerdo es de la actriz neoyorkina Marisa Berenson, que quiso visitar Casa Caridad y donó su caché para fines benéficos.

Mayrén Beneyto contaba en el anterior capítulo que ha habido muchos hombres en todos estos años que se le han insinuado. Famosos incluidos. Con dos actores que visitaron Valencia para asistir a la Mostra tuvo problemas. «Gerard Depardieu quería quitarme el anillo y se acercó tanto a mí que llegó un momento en que tuve que llamar a seguridad». En aquella época no era habitual que nadie alzara la voz contra un famoso. El 'me too' llegaría mucho después, y de hecho el francés fue uno de los primeros intérpretes en ser acusado por agresión sexual y condenado a 18 meses por ello. «Hubo otro muy conocido, del que no recuerdo su nombre, que me dijo en voz baja que me quería romper las medias». Se asustó. Se había tomado, según Mayrén, muchas copas. «No sé cuántas botellas de whisky teníamos que poner en mi despacho. Se lo acababan todo».

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Mayrén recuerda a Alain Delon como todo un galán. «Era guapísimo», asegura. CEDIDA

En realidad, casi nadie presenciaba las películas. «Todo el mundo se salía al bar y allí nos quedábamos unas pocas personas, la alcaldesa y yo». Al visualizarse sentada en una de las butacas del Palau se acuerda de María José Alcón, que era entonces la concejala de Cultura, ya fallecida. «Quería sentarse al lado de la alcaldesa, y venía su exmarido, Antonio Burgos, para hacerle sitio a ella. Pero por protocolo me tocaba a mí, porque estábamos en el Palau, y yo me ponía donde me tocaba. Le daba una rabia de morirse, tanto que hacía que cortaran las fotos para que yo no saliera». ¿Le gustaba a la alcaldesa la Mostra? «Le gustaba el cine, pero no las películas que eran premiadas. Siempre decía, '¿por qué siempre ganan estos dramones? ¡Qué horror!' Pero allí estaba ella, disciplinada, de principio a fin».

En las fotografías de la época Mayrén aparece siempre impecable, vestida de diseñadores reconocidos, como Francis Montesinos. De hecho, cuenta que si los invitados querían hacer compras, a quienes visitaban era al diseñador valenciano y al joyero Vicente Gracia, que entonces ya tenía fama internacional. No cree Mayrén que hubiera nada más en Valencia en aquella época que llamara la atención de las estrellas internacionales para salir de compras.

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Más allá de la Mostra, Mayrén Beneyto ha conocido a muchísimos famosos en el marco de su vida más social y política. Como presidenta del Palau, ha podido charlar y compartir mesa con personajes de la talla de Rigoberta Menchú, grandes directores de orquesta, como Carlos Kleiber o cantantes reconocidos como Montserrat Caballé o Giuseppe di Stefano. De Kleiber recuerda varias anécdotas. «Le llevé huevos a Santa Clara porque él sólo venía si hacía sol, así que recé para que saliera buen tiempo». Además, Kleiber viajaba sólo si le acompañaba 'una alumna aventajada', con quien se alojó en el Sidi Saler. «Aquella semana en la que Carlos Kleiber estuvo en Valencia fue maravillosa. Los violines volaban. Vino público desde Japón para verlo, porque entonces ya no daba prácticamente ningún concierto. De hecho, fue una de las últimas veces en las que cogió la batuta».

La decisión más difícil

Mayrén echa la vista un poco atrás para recordar el momento en que la alcaldesa le propuso hacerse cargo del Palau. «Me temblaban las piernas. Yo estaba muy nerviosa y mi madre me decía: «Hija, por Dios, ni se te ocurra aceptar». De hecho, todo el mundo le aconsejaba que rechazara la propuesta. Pero el razonamiento de Mayrén iba por otro lado. «Yo he tenido siempre una mentalidad muy femenina, pero una cabeza muy empresarial, de hombre, y pensé que si había sido capaz de presidir Unicef, por qué no podía hacerlo con el Palau? Había sido lo suficientemente valiente como para salir de un matrimonio cuando no sabía ni siquiera firmar un talón. Y pensé que era ahora o nunca». De hecho, Mayrén se acordó de una frase de un gran amigo, el psiquiatra Julio Guardiola. «Me dijo en una ocasión que todos quieren estar donde tú estás y van a intentar que tú bajes. No lo hagas, porque luego no se sube».

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Fue el festival Puccini uno de los momentos más memorables de su carrera al frente del Palau de la Música, y donde decidió contar con Ramón Almazán. «Él es más listo que yo y quería que me ayudara. Sí, dijo, yo te ayudo, pero me quedo contigo», ríe Mayrén. A quien le gustaba mucho Puccini era a la alcaldesa de Valencia, y Almazán una de las personas que mejor conocía al autor. De hecho, trajeron a su nieta de Italia, y vino el tenor Di Stefano, con quien compartieron algunas sobremesas, y que hablaba de su época junto a Maria Callas. «Nos contaba cómo le buscaba cada vez que tenía algún problema con Onassis, que finalmente la dejó por Jackie Kennedy». La socialité cuenta que llevaba dos relojes, el que le había regalado su actual mujer y el que le regaló la Callas, con quien hizo una pareja legendaria sobre el escenario.

De entre todas las personas que ha conocido en estas décadas, hubo una pareja que todavía recuerda entre risas. Me dijeron que el director de orquesta Valery Gergiev iba a llegar acompañado de una princesa alemana. Era el mes de febrero, y me puse de negro, pensando que alguien que llegaba de un país frío iría de ese color». La mujer apareció de blanco, y así lo atestiguan las fotos. «Yo pensaba que era la amante de Gergiev, porque había algo de misterio alrededor de aquella princesa. Y mi sorpresa fue que se había citado con el que entonces era el presidente de la Generalitat Valenciana». Al cabo del tiempo, se enteró durante una visita a Madrid que aquella princesa alemana era en realidad Corinna Larsen, y su amante no era el director de orquesta, sino el Rey Juan Carlos I. «Mi sorpresa fue mayúscula».

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