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La casa de Luis Millet

La casa de Luis Millet

El diseñador vive bajo tierra en pleno barrio del Carmen. Una muralla del siglo XI le sirve para separar la zona íntima de la social. Al principio le pareció un agujero inmundo y oscuro, pero decidió hacer caso a su instinto

ELENA MELÉNDEZ

Martes, 21 de marzo 2017, 20:40

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En una pequeña plaza del Carmen muy cerca de la calle Caballeros se encuentra la casa-estudio del diseñador Luis Millet, un loft bajo tierra en el que la creatividad y el estilo de vida de su propietario se respiran en cada rincón. La finca, que se rehabilitó hace catorce años, tiene más de un siglo y el espacio en el que se erige la vivienda era un solar. «En la otra finca que está al lado se respetó el frontal y en esta se copió con fotos de archivo lo que era la antigua fachada. Apareció la muralla del siglo XI y varios enterramientos», explica. Es precisamente esa muralla la que le sirvió de línea divisoria para acotar la parte íntima y la parte más social en la que se encuentran el salón y la cocina. La primera de ellas «tiene el espacio justo para acoger la habitación, el baño, el vestidor... Aunque no hay una separación total sí que conseguí obtener privacidad».

Cuenta que cuando la encontró lo que vio era un agujero inmundo y oscuro, una cavidad con el suelo lleno de montones de tierra a la que nadie sabia qué uso dar. Le enamoraron la muralla y los espacios amplios. «Esto tiene 260 metros cuadrados abajo y unos 25 arriba. No he levantado muros ni he hecho habitaciones ni nada. Está todo diáfano como se encontraba. Me atraía el espacio tan grande del salón en el que prácticamente puedes ir en bicicleta si quieres».

El momento de adquirirla coincidió también con una coyuntura de cambio a nivel personal. Luis dejaba atrás una etapa de quince años en una agencia de publicidad para lanzarse en solitario y escoger sus clientes y trabajos. «Yo no tenía opción de comprarme una casa de estas dimensiones por un precio razonable. Vi que esto era accesible para mí y que tenía muchas posibilidades. En mi vida se daban numerosos cambios, vi esto como un lienzo en blanco donde expresar mi creatividad».

Pese a que la zona de estudio y el hall no están abiertas al público como una tienda, sí que se trata del espacio donde desarrolla sus proyectos y recibe a sus clientes. Confiesa que no hizo planos y que lo suyo con esa casa fue puro instinto. Contrató a un constructor para que pusiera el suelo de cemento y poder instalar encima el parqué y proyectó una distribución lógica en la que cada espacio pedía dónde tenía que ir ubicado. En el cuarto de baño abierto, que se erige junto a la zona de descanso, la bañera está forrada de piezas formadas por cantos rodados. El único espacio cerrado es la zona del inodoro, a la que ha dotado de privacidad con una puerta de cristal forrada con fotografías. Los objetos decorativos son rescates, pinturas y cuadros obra del propio Luis. Al instalarse sólo tenía la cama y la cocina y poco a poco fue añadiendo las piezas que le iban gustando.

En la vivienda se combinan las piezas contemporáneas con sillas más sesenteras, pequeños objetos con encanto como juguetes antiguos de hierro y muchas fotografías de sus viajes. «Viajar es mi pasión. Por lo menos una vez al año cojo la mochila y me voy a la aventura. He recorrido el planeta, me fascinaron India, Panamá, Tailandia o Filipinas. Los últimos cuatro años he estado en África. Voy solo y me gusta entregarme a la experiencia a ver qué encuentro». Lo que de verdad seducía a Luis era vivir a nivel de la calle, como se hace en los pueblos. «Aquí en el Carmen todavía hay gente que saca la silla a la acera y pasa la tarde. Soy un enamorado del barrio, ha evolucionado muchísimo. Es verdad que hay mucho follón de turismo pero esta calle en concreto es muy tranquila».

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