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Urgente Vuelven a envenenar el ficus de la plaza de España
El diseñador eldense, asentado desde febrero en Madrid, posa para LAS PROVINCIAS en el Museo del Carmen.
«Hay que soñar, aunque para lograrlo tengas que pasar por una pesadilla»

«Hay que soñar, aunque para lograrlo tengas que pasar por una pesadilla»

La libertad es el leitmotiv de la vida y obra del diseñador eldense, Juan Vidal

maría josé carchano

Lunes, 4 de julio 2016, 21:28

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Aparece en Valencia en un viaje relámpago camino de Castellón, mimetizándose con el paisaje urbano del barrio del Carmen a través de su camiseta y sus zapatillas Converse, menudo, con ganas, casi, de pasar desapercibido. El nombre de este eldense se hace grande en el mundo de la moda conforme va, pasito a pasito, presentando colecciones y sumando premios, ahora convertido además en profesor universitario, donde pasaría por un alumno más si no fuera porque quien se interesa por este mundo ya lo considera un grande, al que todavía le suben los colores cuando tiene que contestar alguna pregunta relacionada con su vida personal. Lo llevamos al museo del Carmen y en el mismo claustro, entre la paz que algún día respiraron los padres carmelitas, hablamos con Juan Vidal.

-De Elda a Madrid. Un cambio importante en su vida, desde luego.

-Llevo muy poco tiempo viviendo en Madrid, desde febrero, cuando presenté la última colección, pero en realidad no decidí quedarme, sino que surgió la oportunidad de dar clases en la Universidad Politécnica y no la dejé pasar. Además, me oxigena cambiar de ciudad y vivir en otro sitio.

-¿Cómo es enfrentarse a gente joven que quiere parecerse a usted?

-Llevo el segundo curso de la promoción de los estudios de moda, con niñas de entre 19 y 20 años. Es curioso y fuerte a la vez, porque son muy jóvenes y tienen un toque de inmadurez. Saben lo que quieren, pero de una forma muy abstracta que todavía está por moldear. No me había dado cuenta de lo mayor que yo era hasta este momento (ríe).

-¿Recuerda cómo vivió usted aquella época?

-Sí, lo recuerdo. Yo era muy aplicado, porque me gustaba mucho lo que estaba haciendo. Fue uno de los mejores periodos de mi vida. Entonces solamente me preocupaba de cosas como las notas o qué ponerme para ir a clase, pero en ellas estoy viendo una generación más tranquila y despreocupada.

-Quizás el hecho de tenerlo claro y saber lo que le podía costar hizo que se aplicara.

-Aun así me resultó difícil tomar la decisión, porque tenía mucho respeto hacia la profesión. Primero pasé por un año y medio en Bellas Artes y después fui a una escuela pequeña que se llamaba Felicidad Duce. Me animaron amigos relacionados con la moda, que despertaron en mí esa ansiedad para adelantarme al año que había perdido en Bellas Artes por miedo a decírselo a mis padres.

-¿Por qué ese miedo?

-En cierto modo ellos siempre han pertenecido al sector. Mi padre es sastre y mi madre no es modista pero lo parece, porque desde los catorce años ha estado trabajando con ropa, primero con Pepe Jeans, luego para Vidal Hermanos, hasta que se casaron y montaron una tienda por su cuenta. Ella me ha contado historias de cómo se hacía vestidos con papel imitando los trajes que veía en revistas, así que el hecho de querer parecerme a sus ídolos me generaba mucho respeto.

-Pero ellos debieron de entenderlo, ¿no?

-Y me motivaron desde pequeño. Por ejemplo, me compraban muñecos de trapo gigantes para que los vistiera.

-¿Vieron en usted esas aptitudes?

-Sí, aunque me han dado absoluta libertad para decidir cuándo, cómo y en qué momento. El día que confesé a mi madre que me quería dedicar a la moda me contestó: «Has tardado en decirlo».

-¿Y en ese momento uno se siente liberado?

-Claro, dije: «Ahora voy a dar el do de pecho». Mi madre y yo tuvimos unas conversaciones muy serias. Me preguntaba si sabía lo que hacía, que es una industria complicada en este país Me instruyó mucho acerca del sector porque siempre ha sido compradora de moda. Desde su boutique ella fue una de las primeras mujeres españolas en importar moda francesa, aunque luego pasó a la italiana, que era más fácil de entender aquí.

-¿Se le ha quedado pequeña Elda?

-Hay momentos que sí y otros que no. A nivel personal y cultural, desafortunadamente sí, porque a la hora de buscar empleados, por ejemplo, todo se hace más complicado. Pero sin embargo la localización me parece maravillosa. La industria que tengo alrededor es muy enriquecedora, sobre todo la del calzado, que me proporciona y suministra material, la fornitura Y también es muy buena la paz que respiro allí. No tengo demasiado ocio a mi alrededor y mis amigos reales, con los que crecí, desaparecieron, así que es un pueblo en el que estamos mi colección y yo.

-¿Por qué decidió quedarse allí?

-Me ayuda a la concentración, es mi retiro. Aunque ahora vivo la situación ideal, combinando toda esa paz con Madrid, donde aprendo muchísimo, porque soy un observador nato y voy loco con el móvil. Si tengo una persona que va por delante de mí y me llama la atención, le hago una foto enseguida. Parezco un paparazzi. Aparte de exposiciones, cine, cultura La moda, como decía Yves Saint Laurent, es una disciplina que necesita beber de artistas para poder ser llevada a cabo.

-He leído que se define a sí mismo como alguien disciplinado. ¿Le va bien esa forma de trabajar?

-En realidad no es algo que me haya impuesto, sino innato. Necesito organizarlo todo antes de empezar, e incluso a veces, a mitad de colección, cuando todo empieza a mezclarse, a confundirse, y da igual dónde caigan los retales, me veo a mí mismo barriendo el taller para volver a respirar un poco de orden, un poco de calma. Este ejemplo se puede llevar a la globalidad de mi sistema de trabajo. Me he dado cuenta de que empiezo a vestir a la mujer por arriba. Son pequeñas manías que voy conociendo dentro de mi no rutina.

-Ha conseguido varios premios relevantes. ¿En qué momento dice: «Voy a poder vivir de esto»?

-Los premios resultan muy gratificantes. Personalmente me considero una persona positiva y para mí son un halago que me hace crecer y sentirme mejor. Pero tienen su otra parte. Antes, cuando recibía críticas, no es que me hundiera, aunque sí me bajaba la moral, me perdía. Ahora he aprendido a juntar ambas situaciones para intentar tener una base sólida y creer en mí mismo. Lo que más me compensa de un premio es la motivación del equipo, que se siente confiado. Para mí es un paso al frente, pero siempre tengo esa inestabilidad dentro de mí.

-Hablaba de que es muy perfeccionista, disciplinado... ¿Pide lo mismo para los demás? ¿Es difícil trabajar con usted?

-Pues la verdad es que no lo sé. Yo creo que no, porque puedo perder los nervios en alguna ocasión, pero no tengo mala intención. Intento ser amable y simpático, me gusta el buen ambiente de trabajo y encima estoy rodeado de mujeres y me siento muy cómodo al lado de ellas. Aunque una cosa no quita la otra: si doy, exijo.

-¿Trabaja muchas horas?

-Esto no es exactamente un trabajo de ocho a ocho. Se hace muy difícil desvincularte de una dedicación tan emocional y creativa. He visto películas que no sé de qué van, y recuerdo que un día pasé más de media hora mirando la coleta rubia de una chica que iba delante de mí en un tren. Me quedé hipnotizado, me sorprendí a mí mismo porque entré en una especie de ensoñación.

-¿Esa coleta rubia ha aparecido en alguna colección por algún lado?

-(Ríe) Yo creo que de algún modo sí, transformada.

-¿Su vida personal también afecta a la creatividad?

-No debería, pero al ser un trabajo emocional lo hace, evidentemente. Al principio me rallaba esta idea y de momentos duros quizás haya salido una mujer más nostálgica.

-Y ahora, ¿tiene una vida emocionalmente estable?

-No, y no lo es por mil razones. Estoy centrado en mi trabajo, me muevo mucho. No ha pasado, pero tampoco me desequilibra. No busco el amor desesperadamente. Dejo que las cosas sucedan de una forma natural y sin pretensiones. Prefiero amueblar la cabeza con otras cuestiones y cuando venga, perfecto; pero ahora mismo mi ropa habla más de la libertad que del amor.

-¿Es importante para usted la libertad?

-Sí, mucho, y cada vez soy más consciente de ello. Cuando intentas construir algo tan difícil como esto has de hacer muchos sacrificios. Durante una etapa tuve que volver a casa de mis padres a vivir. Ahí me planteé muchas cosas, al esar de nuevo con 34 años en el cuarto que ocupaba con doce, durmiendo en una cama de medio cuerpo. Das muchas vueltas a la cabeza. A lo mejor no me apetecía salir al comedor a ver con mis padres la televisión y me quedaba en esa habitación con internet como ventana al mundo. Y ahí me di cuenta de lo importante que es la libertad, porque no es que no ame a mis padres, pero una persona ha de volar y hacerse a sí misma. En esos tres años de mi vida pensé mucho. La libertad es esencial para el ser humano.

-¿Hasta qué punto lo aplica?

-Puedo llevar una vida no compartida a nivel de vivienda y a nivel conyugal, pero me refiero, por ejemplo, al mero hecho de ejercer la libertad de expresión. La nueva colección habla de alguna forma de esto, tiene mensaje, de carácter tipográfico, y ese mensaje habla precisamente de la libertad. Hasta aquí puedo hablar.

-La industria de la moda es muy cruel en muchos casos. Se generan envidias, recelos ¿Lo ha sufrido?

-Siento que soy muy afortunado porque tampoco me considero una persona demasiado social. Elijo a quién quiero tener a mi lado y no siento la necesidad de involucrarme más. Madrid es una ciudad llena de eventos, tengo la oportunidad de establecer relaciones sociales más extensas, pero desconfío porque soy relativamente tímido. Podría decirse que ejerzo de capricornio y me gusta estar en confianza. Cuesta llegar a mí, quizás soy algo receloso. Se trabaja mucho en los eventos, más de lo que me gustaría, y entiendo que sean necesarios, pero yo me considero una persona más introvertida.

-¿Se ha puesto algún techo?

-Hay que soñar, aunque para lograrlo tengas que pasar por una pesadilla. No puedo cortarme los sueños, de hecho el día que no sueñe estaré muerto.

-Supongo que sus padres, orgullosos no; lo siguiente.

-Claro. A mi padre se le cae la baba, es superbonico. Es que es su nombre, Juan Vidal, el que ha traspasado fronteras, y para ellos es muy gratificante que lo haya hecho en el mundo de la moda, al que han dedicado toda su vida.

-¿Se ha sentido reconocido?

-Esporádicamente, y me sorprendo. No soy una figura pública que salga en televisión, así que cuando alguien se acerca y se atreve a decirme algo es porque realmente le gusta lo que hago. Entonces se ponen más rojos que yo y es muy emocionante.

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