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La casa de Khing Wang

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La casa de Khing Wang

No necesitaba dominar el castellano para hacerse entender. «Quiero diseño», encargó, convencido del potencial que encerraba ese coqueto apartamento del centro histórico

Elena Meléndez

Valencia

Miércoles, 11 de octubre 2017, 14:09

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Hace un año Khing Wang decidió comprar una casa en Valencia para instalarse en la ciudad. Su objetivo era hacer un máster en Periodismo y quería que la vivienda estuviera cerca de una biblioteca. La primera vez que entró en el apartamento donde nos encontramos, en pleno centro histórico, la ciudad bullía por las Fallas. El ambiente le conquistó, complementado por la proximidad a la biblioteca de la calle del Hospital y ese regusto histórico tan de su agrado. «El edificio tiene unos trescientos años, en el pasado albergó telares de seda», apunta Khing. Arquitectónicamente, el verdadero reto de la intervención fueron las reducidas dimensiones de una casa de treinta y cinco metros de superficie y diez de altillo. Para abordar la obra se puso en contacto con Marta Guillén y Belén López. Khing dominaba entonces mucho menos el castellano y Marta recuerda que la primera vez que la llamó por teléfono sólo dijo: «Quiero diseño». «Me envió por whatsapp la dirección. Al principio el idioma fue un hándicap, así que nos comunicábamos por mensaje para que él pudiera traducir el texto y entendernos mejor. Nos enviaba fotos con las cosas que quería», recuerda Marta Guillén. A continuación Khing contrató a Manuel Noales como constructor, siempre buscando, además de profesionalidad, que entre el equipo existiera buena sintonía.

En la vivienda ya habían hecho años atrás una rehabilitación que no tuvo en cuenta la luz natural y donde el espacio, ya de por sí limitado, se desaprovechó. «Era muy oscuro. No tenían zonas donde guardar las cosas ni un lugar para poner una cama», precisa Khing, cuyo deseo era crear un hogar para él y su mujer en el que, además de estar cómodos, hubiera espacio suficiente para almacenar sus cosas, sus libros y las maletas, ya que los dos viajan bastante. En la intervención integraron todos los aspectos de la construcción bioclimática que pudieron, como la pintura ecológica y la orientación hacia el sur. La ventilación cruzada no fue posible debido a las dimensiones reducidas. «Hemos intentado poner barnices no abrasivos y conservar todo lo que ya tenía la casa con el fin de causar el mínimo impacto medioambiental», dice Marta Guillén.

La luz natural fue la herramienta más útil para contrarrestar las reducidas dimensiones

Picaron las paredes para recuperar el ladrillo cara vista y devolver a la casa el aspecto tradicional. Los azulejos integrados en la pared, algo típico de la época, ya estaban y aparecieron en esa actuación. Las vigas son las originales, que se han restaurado.

Tanto Khing como Marta y Manuel, el constructor, reconocen que dar con la distribución perfecta costó trabajo. «Lo más difícil fue escoger el lugar para la escalera, porque en el primer sitio donde la colocamos tapaba la luz. Los peldaños se utilizan además como estantería, al igual que la parte baja del altillo». La cama la pusieron en alto y en la parte que da a la fachada ubicaron la estancia para el día a día, que acoge la sala de estar y la cocina. En el espacio que queda bajo el altillo sacaron un lugar para leer y relajarse en un gran puf, y que además sirve como vestidor y habitación de invitados en la que poner un sofá cama. Khing, al que le gustan las luces led y los espejos, explica que antes de empezar tenía en la cabeza un estilo industrial, pero luego fue cambiando y quiso combinarlo con algo más mediterráneo. «Valencia me gusta porque no es grande ni pequeña y en la edificación se mezcla lo árabe y lo occidental».

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