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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

La casa de Carlos Hernández, un jardín en la ventana

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Jueves, 20 de junio 2019, 00:26

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Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

Texto: Elena Meléndez | Fotos: Juanjo Monzó
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.
Carlos Hernández buscaba una casa en el Ensanche que tuviera luz natural, las dimensiones adecuadas y que, tras la obra pertinente, se adaptase a su forma de vida. Tras un tiempo de búsqueda dio con una vivienda en la Gran Vía Marqués del Túria, una cuarta planta que albergaba unas oficinas, con los interiores por reformar y muy poca luz natural. Fue en ese momento cuando le pasó el testigo a su hermano Fernando, que trabaja junto a su padre en el estudio familiar Hernández Arquitectos. Agruparon la zona de noche en la parte trasera y la zona social que integra salón y cocina en la parte delantera, justo lo contrario a la distribución que imperaba en el Ensanche en el pasado. «El patio de luces es muy pequeño, estaba cerrado y solo se accedía a él a través de una ventanita. Lo que hicimos fue acristalar las paredes para aprovechar al máximo la luz natural», detalla Carlos. La habitación principal recibe un torrente de luz natural que le llega a través de un enorme ventanal que la comunica visualmente con el exterior aportándole sensación de amplitud. Al cuarto de baño en suite se accede a través de un vestidor que sirve de transición entre las dos estancias. «En las paredes del pasillo hemos integrado armarios que casi no se aprecian. En esta casa todo el espacio está aprovechado al máximo, tiene unos cien metros y parece mucho más grande porque la distribución está pensada al milímetro». «Al ser una cuarta altura cuando te asomas a los balcones que dan a la Gran Vía te da la sensación de que tienes un jardín delante. Es una casa muy cómoda en la que es fácil vivir», asegura Carlos.

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