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No lo tuvo fácil Álvaro para triunfar, pero de su familia había aprendido el valor de la disciplina, al que sumó una competitividad máxima. Txema Rodríguez
Álvaro Navarro: «Nunca pensé que la vida después de retirarme fuera a ser tan bonita»

Álvaro Navarro: «Nunca pensé que la vida después de retirarme fuera a ser tan bonita»

Hace cinco años, después de pensarlo mucho, dejó el deporte que tantas alegrías le dio, la pilota. Ahora se da cuenta, sin embargo, de todo a lo que renunció por el camino. «Me arrepiento de no haber disfrutado más de la familia»

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Valencia

Miércoles, 11 de septiembre 2019, 00:58

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Hace cinco años colgó el guante para siempre. Le costó, no es fácil dejar aquello que a uno le da tanto. Después de triunfar a lo grande, el 'bou de Faura' se fue a casa con mucho pesar. Cinco años después, su vida es muy distinta, aunque siga vinculado a la pilota, aunque lleve años sin ponerse las protecciones, ni siquiera para una partida con amigos. Mientras habla en el bar de la Sociedad Musical de Faura, su pueblo, repite ese gesto tan característico entre los jugadores de tocarse la palma de la mano, como para afianzar los esparadrapos que llevaba en una zurda que ha pasado a la historia de la pilota.

-¿Qué ha hecho en estos cinco años?

-Nunca pensé que la vida, después de retirarme, iba a ser tan bonita. Durante veintidós años he hecho lo que más me gustaba, que era jugar a pilota, pero estaba sometido a una presión que solo conoce quien la lleva encima; intentar estar siempre bien te hace convivir con una tensión muy importante, evitando las lesiones, las enfermedades... Hoy en día, trabajo y entreno, más incluso que antes, aunque no toque la pelota, porque no entiendo mi vida sin deporte. Sin embargo, ahora no tengo el dolor de cabeza que llevo cuando he tenido campeonatos. Estoy mucho más a gusto.

-Como jugador profesional, la vida está muy regulada, la agenda prácticamente está hecha.

-Es que cuando yo hablo de presión es en ese sentido. Los años que jugué no había vacaciones, no existían las pretemporadas. Jugaba con la responsabilidad de no fallarle a nadie y, evidentemente, el cuerpo no puede estar siempre al cien por cien. Y más en una persona como yo, tan competitiva, que los retos siempre me han gustado, que he sido tan exigente conmigo mismo. Piense que nunca disfruté de haber ganado una final individual, enseguida me sentaba con el preparador para planificar la temporada siguiente. Y eso no es vida.

«No disfruté de ningún título. Ahora sí, miro los trofeos y me siento orgulloso»

-¿Se ha dado cuenta después?

-Sí, ahora disfruto mucho más de todo. Antes siempre estaba evitando no contagiarme de un constipado, o dormir para estar bien incluso cuando mi hija nació.

-¿Qué ha llegado a hacer por esa preparación?

-Recuerdo una vez, a punto de jugar la final de individual, que me llama mi hermano, con el que había estado el día anterior, y me dice que tiene la varicela. Llevé corriendo a la nena al pediatra, que me dijo que también la había cogido. Estaba asustado. Le pregunté: «¿qué hago, que tengo la final dentro de quince días?» El médico de mi hija, al que conozco mucho, me recomendó vacunarme por si aún no me había contagiado. Se convirtió en obsesión no ponerme malo y lo trasladaba a mi entorno.

Álvaro consiguió convertirse en el jugador más laureado de este deporte valenciano, a quien todavía nadie ha logrado superar.
Álvaro consiguió convertirse en el jugador más laureado de este deporte valenciano, a quien todavía nadie ha logrado superar. Txema Rodríguez

-¿Su mujer no se lo decía?

-Ahora me lo recuerda. Incluso mi hija se daba cuenta, que al entrar, por la cara que traía, sabía cómo había quedado, que ni siquiera le daba dos besos si perdía. Y ahora me doy cuenta, porque no lo hacía adrede. Ahora a la pequeña la disfruto más; también soy más maduro que cuando nació la mayor, que entonces tenía veinticinco años.

-¿Se ha arrepentido de algo?

-Sí, de no disfrutar más de la familia, de estar tan centrado en la pilota.

-¿Quién le enseñó a vivir con esa disciplina?

-Pienso que la he aprendido en mi casa; mi padre ha sido siempre muy disciplinado, porque levantarse temprano cuando trabajas en la huerta es obligado, y también acostarse pronto. No quiere decir que alguna vez no trasnochara, pero ya estaba mi padre ahí para despertarme. Y no me sabe mal, al contrario, yo se lo traslado a mis hijas, que es muy importante. La mayor, que tiene ahora dieciocho años, no sabe qué es una Coca-cola, no le gustan las chuches, lo ha visto en nosotros. Tampoco saben qué es jugar a la Play, porque no la hemos tenido en casa. Ahora mi vida es igual de disciplinada que cuando jugaba; me levanto a las seis de la mañana, como a la una, entreno de una a cinco, ceno a las ocho… No he cambiado y no lo quiero cambiar. La alimentación, mis horas de sueño… Me he acostumbrado a ese ritmo de vida y estoy muy a gusto. Ahora, de vez en cuando, me tomo una cerveza, y la gente se sorprende.

-Dice que sigue entrenando.

-Me he enfocado en las carreras de montaña, y a diario paso cuatro horas en la bici o corriendo. Participo en competiciones. Lo necesito.

-Ha demostrado que es competitivo, que no quiere perder ni a las canicas.

-Bueno, es bueno y es malo al mismo tiempo. Lo bueno es que siempre quieres mejorar, en todo, en el trabajo y en la vida. Pero lo malo es que ser tan competitivo me ha hecho no disfrutar. A mis alumnos les digo que después de competir tienen que descansar. Quién mejor que yo, que no lo he hecho, para decirles que es necesario.

-¿Me está diciendo que no ha disfrutado ningún título?

-Si se lo digo francamente, no. Tengo un casa un lugar donde guardo todos los trofeos, y ahora, de vez en cuando, subo, ahí solo, y me siento orgulloso de lo que he conseguido, pero no lo exteriorizo. Me doy cuenta de que es difícil conseguir. Pero es que yo ni siquiera me permitía algún extra en la alimentación.

«No quiero enrollarme la mano otra vez. Me volvería a enganchar a competir»

-¿Nada?

-Ahora ya lo hago más; a mí, que me encanta el dulce, pero solo los domingos. Cuando competía, lo único que sí hacía es que cuando acababa el individual mi mujer me preparaba una tarta de moka, que me encanta, y me la comía en dos o tres días. En la última competición le comenté: «esta vez, que la tarta sea grande». Y compramos una plataforma para que cupiera (ríe).

-¿Cree que la combinación de disciplina y competitividad es el secreto de su éxito?

-Sí, lo creo, que Álvaro ha ganado no por condiciones físicas, sino por la suma de disciplina y competitividad. Y lo traslado al día a día.

-¿Lo ha tenido tan claro desde pequeño?

-Yo creo que cómo soy tiene mucho que ver con mi apego a la tierra. A mí me encanta el campo, creo que todo el mundo debería saber cómo es. Yo, que tengo la suerte de conocerlo, aunque hoy en día no dé para vivir, soy feliz con unas pequeñas tierras que trabajo. Me lo han enseñado y no quiero perderlo.

Álvaro, el bou de Faura, consiguió once títulos individuales. Nadie más lo ha logrado desde que se retiró hace cinco años.
Álvaro, el bou de Faura, consiguió once títulos individuales. Nadie más lo ha logrado desde que se retiró hace cinco años. Txema Rodríguez

-Supongo que ese apego a la tierra es el que hace que se haya mantenido aquí, en Faura.

-No me imagino en otro lugar. El sentimiento de pueblo no tiene nada que ver con el de la capital, y con unas ventajas que yo valoro mucho.

-Usted dio a conocer Faura.

-Hasta que llegó Toni Gaspar, ahora presidente de la Diputación, que es muy amigo mío y nos hemos criado juntos. Y lo comentamos a veces, que Faura se conocía por mí, y ahora casi más por él. Y nos llena de orgullo.

-Cinco años después, todavía sigue siendo el mejor jugador, el que más títulos tiene.

-Yo no creo que sea el mejor jugador, porque tengo claro que he tenido unas condiciones físicas normales, lo que pasa es que he aprovechado mis puntos fuertes, y es que soy un tipo muy duro a nivel emocional. Ahora hago carreras de ochenta kilómetros y es como mejor resuelvo, cuanto más sufro mejor estoy. En la Castellón-Penyagolosa, que el primer año corrí con Toni (Gaspar) hice un tiempo de diez horas. Al año siguiente, mucho más preparado, bajé a siete. Y lo disfruté muchísimo.

-Con usted la pilota se profesionalizó. ¿En qué momento se dio cuenta de que podía vivir de esto?

-En mi primer individual, sin entrenar, que venía de jugar a galotxa, me planté en la final, en aquella mítica partida con Genovés. Y yo mismo, en casa, después de aquello, me dije: «si he llegado a la final sin preparación, a poco que lo haga, ¿podré mejorar y ganar?». Me puse en manos de un preparador físico, de un psicólogo. Porque la pilota es lo que más me gustaba. Y lo tenía muy claro, que podía ser mejor.

«He aprovechado mis puntos fuertes, y es que soy un tipo muy duro a nivel emocional»

-¿Quién le enseñó a jugar?

-Un tío mío, porque mi padre no sabía y mi abuelo no me dejaba. Yo era músico, tocaba la tuba, que tengo quinto de solfeo y cuarto de instrumento en el conservatorio. Me lo dejé porqfue no acababa de disfrutar, lo hacía más con la pilota. Pero mi abuelo me quería fusilar. Iba a jugar escondido, y me decía: «¿de la pilota quién va a vivir?». Era una lucha continua. Y a mi padre nunca le dije que no iría al campo por jugar. Hasta el día en que ya gané dinero con ello. Y, sin embargo, a pesar de que ya podía vivir de las partidas, mi padre me dijo: «vale, pero los días que no juegues vas a la huerta». Y ahora se lo agradezco.

-¿Le entendió?

-No del todo. Él decía que cómo se podía comparar las ocho horas que estás en el campo con una partida, que es una hora y media. Era lo que había en casa, quizás por el desconocimiento de no haber jugado nunca.

-¿Le vio jugar? ¿Se sintió orgulloso?

-Alguna vez. Él está orgulloso de mí, pero no me lo ha dicho nunca. En realidad, soy muy parecido a él, que no exteriorizamos demasiado nuestros sentimientos. En ese sentido, soy una persona que intenta pasar desapercibido, soy un poco raro en ese sentido.

Navarro asegura que prefiere no jugar, «tenerlo apartado», porque sabe que se «volvería a enganchar».
Navarro asegura que prefiere no jugar, «tenerlo apartado», porque sabe que se «volvería a enganchar». Txema Rodríguez

-¿Hay amigos en la pilota?

-Sí, claro. Evidentemente, hay más amigos cuando acabas. Le voy a contar una anécdota. La prensa cargaba mucho contra Álvaro y Genovés II, como si fuéramos enemigos, y muchas veces llegábamos a la partida en el coche juntos, y después quedábamos a cenar. Nos hacía gracia. Pero es cierto que esa situación no se da en otros deportes, sobre todo siendo los máximos rivales.

-¿Cuál fue la última vez que jugó una partida?

-Hará dos años jugamos en el pueblo unas pachangas, pero luego tenía muchos dolores, porque no lo hago normalmente. Prefiero no jugar, si me entrenara podría llegar a tener otra vez nivel, pero no quiero destapar otra vez las ganas de volver a competir. Prefiero tenerlo apartado. Porque yo me encuentro perfectamente bien físicamente, y me picaría. Me volvería a enganchar, no me voy a enrollar otra vez la mano.

-¿Ve partidas?

-Sí, pero voy no por obligación, sino para disfrutar. Y siempre con la mujer y la niña, porque debemos ver pilota todos, en familia. Y enseñar a los pequeños que es nuestro juego, el que nos define.

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