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Las hermanas Gómez-Lechón, en la Plaza Redonda, lugar al que las llevaba su padre de niñas.
En familia con María y Rocío Gómez-Lechón

En familia con María y Rocío Gómez-Lechón

Su sentimiento de clan las lleva a identificarse con Cebolleta, el legendario personaje del cómic de Vázquez. Han recorrido el mundo juntas, «con la abuela y todo», y luchan por trasladar a sus hogares el cariño y los valores que les inculcaron sus padres

ELENA MELÉNDEZ

Miércoles, 1 de febrero 2017, 21:00

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La Plaza Redonda las traslada hasta la infancia, cuando su padre, tras comprar la prensa, las llevaba allí de paseo y disfrutaban curioseando entre los puestos de animales. Hoy me cito en ese histórico enclave con María y Rocío Gómez-Lechón, hermanas, cómplices y dos de los rostros imprescindibles de la vida social de la ciudad. María se define como más tranquila, con una vida que ha transcurrido desde siempre en Valencia, excepto unos meses que pasó en Londres. Rocío, por su parte, posee un espíritu aventurero que la llevó a estudiar un año de universidad en Lisboa, otro en Buenos Aires y después a vivir cinco en Barcelona. En común, además de unos bonitos rasgos y la sonrisas casi idénticas, tienen el cambio de rumbo que experimentaron ambas en sus trayectorias profesionales y que las llevó a disfrutar de una vida mucho más plena. «Estudié Comunicación Audiovisual y, tras trabajar una temporada en Barcelona de lo mío, me di cuenta de que quería cambiar totalmente y me pasé a Educación Infantil. Ahora trabajo en la escuela Saint Thomas. Estoy encantada con el cambio, es una labor agotadora pero muy gratificante», cuenta Rocío. María siguió un camino distinto. «Yo estudié Historia del Arte aquí y Artes Aplicadas y Decoración en Londres. Al volver trabajé en el Museo Taurino y en la Sala Parpalló. Se me terminó el contrato y pensé: ¿qué quiero hacer? Me saqué el título de maquilladora y ahora maquillo a domicilio e imparto cursos. Es un trabajo que me apasiona», relata.

Ambas comparten además un fuerte arraigo familiar, que las ha llevado a vivir muy próximas y a convertirse en confidentes, rol acentuado con el paso del tiempo. «Pese a ser muy bueno apoyarse en los amigos, la familia es lo más importante para mí. Conforme te vas haciendo mayor las situaciones más complicadas prefieres resolverlas de puertas para dentro. Creo que uno se va volviendo más reservado», explica María. ¿Siempre habéis estado tan unidas?, les pregunto. «Nos llevamos cinco años y quieras o no esa diferencia se nota mucho cuando eres pequeña, así que teníamos más discusiones que otra cosa. Luego yo entré en la edad del pavo y María ya había salido. Me retraía bastante. Por suerte esa etapa duró poco», responde Rocío.

Tienen un recuerdo muy especial de los viajes alrededor del mundo y en familia («con la abuela y todo»), que les llevaron en una primera ocasión a Grecia y Turquía, al año siguiente a la India y después a Cuba. «También fuimos a China, a Tailandia, a Hong Kong o a Bali. Viajar todos juntos fue una experiencia divertidísima. Tenemos un tío al que le encanta planificar y se pasaba todo el año organizándolo. Nos movíamos juntos en microbús. A veces se apuntaban amigos y al final nos reuníamos unos cuantos», rememoran.

María, madre de dos hijos, confiesa que le gustaría repetir el modelo de familia que vivieron con sus padres, basado en el cariño, el respeto y los valores. «Yo a ellos no les he hablado mal en mi vida, ahora veo a veces a niños que hablan en un tono que para mí es impensable. De verdad espero que me salga igual de bien que a mis padres». Rocío asiente, conforme con las palabras de su hermana, y comenta, desde su experiencia trabajando con niños, que en la actualidad hay una tendencia a sobreproteger demasiado a los hijos llegando, incluso, a permitírseles faltas de respeto. «Cada uno nace con su carácter pero es trabajo de los padres ayudarles poniendo límites cuando toque y sin que te dé pena. Lo bueno es hacerlo desde que son muy pequeños. No es fácil, la constancia cuesta mucho». Cuando les pido que me digan una experiencia inolvidable para ellas me hablan de sus veranos en Rocafort. «Es el sitio donde hemos ido toda la vida. Pasábamos horas pintando en la terraza, o en la piscina con todos mis primos. Siempre hemos sido un poco familia Cebolleta».

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