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R. GORRIARÁN
Domingo, 17 de febrero 2019, 00:07
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Es muy improbable que alguna fuerza política alcance en las elecciones del 28 de abril la mayoría absoluta del Congreso y gobierne en solitario. Las alianzas y las coaliciones para gobernar serán por tanto obligadas para evitar un bloqueo que conduzca a nuevos comicios, como en 2016.
Ha habido gobiernos en minoría que han llevado las riendas con el apoyo externo de otras fuerzas. Sin ir más lejos, el de Pedro Sánchez en los últimos ocho meses. Pero antes también estuvieron en esa situación Felipe González en su último mandato, cuando se apoyó en CiU; José María Aznar en su primera legislatura fue respaldado por CiU, PNV y Coalición Canaria; y José Luis Rodríguez Zapatero, que en sus dos gobiernos tuvo el auxilio de Esquerra e IU.
Pero esas fórmulas están condenadas a pasar a la historia. Ciudadanos y Podemos, las dos piezas básicas para las alianzas postelectorales siempre que PP y PSOE se mantengan como primeras fuerzas en la derecha y la izquierda, quieren gobernar. El experimento andaluz será la norma a partir de ahora, y si Pablo Casado, es un decir, llega a la Moncloa tendrá a Albert Rivera como vicepresidente: Asimismo, si Pedro Sánchez, es otro decir, se mantiene en la Moncloa, es muy probable que Pablo Iglesias sea su número dos en el Ejecutivo.
El problema, ahora, está en las alianzas con dos bloques enfrentados. La única que parece clara si las urnas les dan la mayoría es la de PP, Ciudadanos y Vox. El promedio de una docena de encuestas para distintos medios privados señala que entre PP, Ciudadanos y Vox superarían el 50% de los votos y lograrían en torno a los 180 diputados.
La suma de PSOE y Unidos Podemos se quedaría en el 39% de los sufragios y los 145 escaños, una presencia parlamentaria que podría verse reforzada con el PNV y Compromís, pero que no sería suficiente para gobernar. Los socialistas afirman que es muy difícil reeditar la mayoría de la moción de censura porque si no hay cambios el acuerdo con los independentistas catalanes después del 28 de abril parece fuera de lugar.
Hay otra combinación que es del agrado de amplios sectores en el PSOE, el pacto con Ciudadanos. Aunque con las actuales expectativas de voto no alcanzaría para gobernar, rondarían entre los dos los 170 diputados. Pero además hay problemas políticos y personales. La mutua animadversión entre Sánchez y Rivera dificulta cualquier acercamiento. Ni siquiera cuando pactaron para la investidura del socialista en febrero de 2016 hubo empatía entre ellos.
Para abundar en las dificultades políticas, el líder liberal ha dicho por activa y pasiva que su objetivo es expulsar al 'sanchismo' de la Moncloa. Una condición que, sin embargo, relativizan en el PSOE porque recuerdan que también dijo que «nunca» iba a apoyar al PP para la investidura de Mariano Rajoy, y lo hizo. También afirmó que no iba a pactar con las posiciones de Vox, y cogobierna en Andalucía gracias a esta formación, con la que compartió foto en la manifestación de la plaza de Colón.
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