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El fracasado intento de boicot a Israel en el festival de Eurovisión, abanderado por la izquierda española, me ha recordado el que se hizo efectivo ... en 1980, en los Juegos Olímpicos de Moscú, con motivo de la invasión soviética de Afganistán. Estados Unidos, Canadá y la República Federal de Alemania, entre otros, impidieron a sus deportistas participar en la competición. Lo que fue replicado cuatro años después, en los Juegos de Los Ángeles, por las potencias del bloque comunista, que no acudieron a la cita. España, aunque respaldó formalmente la decisión adoptada por la administración Carter, estuvo en la capital rusa. Ya entonces me surgió la duda: ¿deben los deportistas pagar las discutibles políticas seguidas por los mandatarios de su país? O dicho de otra manera: ¿qué culpa tiene un atleta noruego que lleva toda su vida preparándose para la competición de salto con pértiga de que su gobierno se sume a la acción de represalia contra la invasión soviética de Afganistán? ¿Tiene que quedarse sin Juegos Olímpicos y tal vez perder su única oportunidad en la vida por una cuestión política y no deportiva? Hagamos ahora esta misma pregunta con el caso de Israel. Dando por sentado que la actuación del Ejecutivo liderado por Netanyahu es un crimen que merece la condena internacional ¿qué culpa tiene la cantante que representó al país hebreo de las barbaridades que está cometiendo su Ejército en Gaza? ¿Debe pagar ella, quedándose fuera del festival, por los delitos de sus gobernantes? Como poco, estarán conmigo en que genera muchas dudas. Pero en el supuesto de que llegáramos al acuerdo de que sí, que la mejor opción es el boicot como forma de presionar a los países que incumplen determinadas normas de convivencia, ¿dónde situamos el listón moral? A Rusia no se le permite participar en el evento musical desde la invasión de Ucrania pero ¿qué hacemos con regímenes que reprimen a minorías étnicas, como puede ser el caso de China y los uigures? ¿Y con los que violan sistemáticamente los derechos de las mujeres o condenan la homosexualidad? La misma España que clama contra Israel organiza en Arabia Saudí la Supercopa de fútbol. Y el mismo Perdo Sánchez que trata de abanderar la protesta contra los crímenes de Netanyahu estuvo hace unas semanas rindiendo honores en el mausoleo de Ho Chi Minh, el clásico dictador comunista que se deshizo de cuantos enemigos le salieron al paso y no dudó en encarcelar masivamente a los disidentes. ¿No resulta todo demasiado hipócrita, demasiado interesado, demasiado inmoral?
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