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La causa de la dana cuenta con una particularidad: una avalancha de acusaciones particulares -lógico teniendo en cuenta las 228 víctimas mortales- y otra de ... acusaciones populares, organizaciones que buscan, en mayor o menor medida, un aprovechamiento mediático del sumario al ser unas diligencias que sitúan al Consell en el foco de la polémica.
La instructora, en una providencia, pide a la representación de la exconsellera Salomé Pradas que aclare su postura respecto a la unificación, si se incluyen tanto acusaciones populares como particulares y sobre qué criterios basa esta solicitud. El escrito de Pradas, presentado hace unos días, ha generado la reacción de algunas representaciones que temen quedar opacadas en caso de una eventual acumulación. En este momento, una docena de las más diversas entidades, entre las que se incluyen partidos políticos y sindicatos, ejerce la acción penal.
La exdirigente mantiene que esta situación, el exceso de acusaciones para dos únicos investigados, está afectando «al buen devenir del procedimiento y al derecho a un proceso sin dilaciones indebidas». La defensa de la principal investigada insta a que se agrupen en una o varias representaciones.
Una idea, por ejemplo para las populares, sería hacer dos grupos. Uno con partidos políticos y otro con el resto de organizaciones. Pero todo esto queda a criterio de la instructora si es que opta por esta posibilidad, ya explorada en otros sumarios como el caso Azud, tal y como ha informado LAS PROVINCIAS.
El letrado de Pradas detalló otras consecuencias que está generando la abundancia de representaciones. Por un lado, las notificaciones a las partes son, en más de una ocasión, «tardías y deficientes», lo que produce una «notoria indefensión». La exconsellera expuso, como ejemplo, que se les citó a una comparecencia de una testigo cuando esta ya se había celebrado.
De igual modo, esto repercute en la duración de las declaraciones de testigos, que en un caso concreto, la practicada el pasado 14 de abril por parte de la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, llegó a las siete horas sin recesos, un tiempo desaconsejable para los testigos y también para la lucidez de los letrados. Tras este lapso resulta complicado mantener un mínimo de concentración.
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