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Panlo Casado EFE
El decálogo del nuevo presidente

El decálogo del nuevo presidente

Sáenz de Santamaría dedicó buena parte de su discurso a convencer a los suyos de que es tan del PP como la que más, a Casado no le hizo falta

P. DE LAS HERAS

MADRID

Domingo, 22 de julio 2018, 01:03

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Los compromisarios del XIX Congreso del PP tenían que elegir ayer entre dos opciones: un dirigente de 37 años, sin experiencia de gestión y con un lustroso currículum académico sobre el que, en los últimos meses, se ha extendido la sombra de la duda y una exvicepresidenta del Gobierno de 47 años, exportavoz parlamentaria y abogada del Estado con un expediente impoluto. Pero también entre dos figuras que encarnan algo más: el macizo de la raza popular, la quintaesencia del liberalismo conservador y el 'aznarismo' renovado, frente al pragmatismo, la tecnocracia y esa mezcla de moderación y tradicionalismo tan 'marianista'; el continuismo. En un momento en el que el partido se ve asediado por Ciudadanos y frustrado por su desalojo del poder, optaron por el primero.

Los discursos que pronunciaron los dos candidatos ante sus compañeros de partido justo antes de la votación y la reacción del auditorio reflejaron muy a las claras tanto las diferencias entre uno y otro perfil como el estado de ánimo de la formación. Soraya Sáenz de Santamaría -que se afilió pasados los 27 años, tiempo después de que Francisco Villar la fichara para trabajar como asesora de Rajoy- se mostró como alguien deseoso de convencer a los socios de un club privado de que ese ha sido siempre su hábitat. «No quiero ser ninguna otra cosa; soy Soraya, la del PP», «los militantes me han votado como una de los nuestros»,dijo. Casado no tuvo que gastar ni un minuto de su aliento en esa tarea.

El exvicesecretario de Comunicación fue directo a la emoción. Sin leer un solo papel, se lanzó con una intervención vibrante. «Yo he estado de fondo y de trasera y cogiendo un autobús a las dos de la mañaña para para ir de apoderado a Guecho (Vizcaya)», dijo antes de hacer un recorrido por su larga trayectoria en la formación, desde la junta municipal, al ámbito autonómico, bajo la protección de Esperanza Aguirre, su trabajo como jefe de gabinete de José María Aznar (que un día, en 2015, lo señaló como el relevo natural) y su entrada en la dirección nacional de Mariano Rajoy.

La exnúmero dos del Ejecutivo describió, con tono de maestra y un abanico con la bandera de España en la mano, lo que pretendía para el Partido Popular. «Si lo vamos abriendo, vamos incorporando a gente a nuestro proyecto (...) y me diréis ¿dónde están nuestros principios, nuestros valores? En cada una de las varillas del abanico que siguen siendo firmes». Su definición de los principios de la formación fue escueta: «Hemos crecido con la Constitución y creemos en la Constitución como una garantía de nuestra democracia; esas son nuestras convicciones».

Casado avanzó a golpe de mensajes tan certeros como simples y profundamente ideológicos. Habló de 1 de octubre: «Estuvimos en Barcelona y fuimos a la policía a decirle que no tienen que pedir perdón por hacer lo que se les pidió: la defensa de la libertad y las garantías públicas». Y, sabedor de que una parte del PP cuestiona la llamada 'operación diálogo' que protagonizó su rival, llamó a «hacer esa Tabarnia teórica real, para que la libertad llegue también a Cataluña». «Tenemos que conectar con la España de las banderas en los balcones», añadió.

También sacó a colación la eutanasia, para asegurar que jamás votará la ley de Pedro Sánchez, y el aborto (en campaña prometió volver a la ley de 1985).«Somos el partido de la vida y de la familia, sin complejos, con todas las letras, y eso no es de izquierdas ni de derechas, es la base social de nuestro país».

Es cierto que ambos denostaron la corrupción y defendieron la honestidad del partido, pero él fue más allá: «Que respeten al PP, ya basta de juicios paralelos y dobles condenas». Y si Casado reclamó «todo el espacio a la derecha del PSOE», ella propuso un «proyecto de moderación» desde la derecha al centro.

EL DECÁLOGO DEL NUEVO PRESIDENTE

  • 1. Nada de reformar la Constitución como propone el PSOE en pleno desafío secesionista Casado sí quiere modificar en cambio el Código Penal y en campaña habló de recuperar los delitos de sedición impropia y la convocatoria ilegal de un referéndum. También propuso ilegalizar formaciones independentistas con la ley de partidos.

  • 2. Reforma de la ley electoral con un doble objetivo que los alcaldes sean elegidos mediante voto directo con un sistema de doble vuelta y que la presencia de los nacionalistas se diluya en el Congreso elevando de 350 a 400 el número de diputados.

  • 3. Suprimir los impuestos de Sucesiones, donaciones y patrimonio y bajar tanto el IRPF como el impuesto de Sociedades «Nos comprometimos en la campaña electoral y no nos dejaron aquellos que decían que eran nuestros socios de investidura», dijo.

  • 4. Reforma de la Administración para adaptarla a la era digital e introducir criterios de meritocracia para los funcionarios, que cobrarían por objetivos «Nadie se puede quejar porque es una remuneración añadida al sueldo, que da un estímulo y permite que en la función pública se trabaje de forma más eficiente», alegó en campaña.

  • 5. Defensa de la LOMCE Se opondrá a las modificaciones perseguidas por el resto de partidos y rechazará la propuesta del Gobierno de una asignatura de formación en valores cívicos y los cambios en la educación concertada.

  • 6. Sostenibilidad de las pensiones y la Sanidad, para que también cobren «los jóvenes que vienen detrás» y «no tenga que volver el PP a rescatar el sistema».

  • 7. Compromiso con las «políticas de familia» Casado prometió medidas para el formento de la natalidad y la conciliación y contra la despoblación de la «España vacía». En campaña habló también de volver a la ley del aborto de 1985.

  • 8. Pacto Nacional del Agua Su posición sobre «los retos» del cambio climático y las «nuevas energías» es difusa.

  • 9. Protagonismo internacional «España tiene que volver a ser el centro de la actuación de la UE pero también del Eje Atlántico».

  • 10. Adaptación a la revolución tecnológica. Como en el caso de la política energética, la presentó como un reto para la sociedad y el mercado de trabajo pero no concretó propuesta alguna.

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