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Carlos Mazón, con gesto serio, durante el funeral de las víctimas de la dana en Valencia. EFE

Los errores de Mazón

El todavía presidente, aunque ha sido el último en hacerlo, reconoce un año después que el 29 de octubre no estuvo a la altura de lo que se esperaba del líder de la Comunitat

Héctor Esteban

Valencia

Sábado, 1 de noviembre 2025

El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, que lo es mientras no registre su dimisión, ha reconocido durante su comparecencia su "falta de visión" la ... tarde del 29 de octubre donde una dana nunca vista se llevó la vida de 229 personas. Mazón, por primera vez, ha reconocido que tenía que haber suspendido la agenda y que tenía que haber dado un paso al frente para ponerse al frente de la emergencia, liderar la reacción pese a no tener competencias en la toma de decisiones. Poner rumbo a Utiel o dirigirse al Cecopi hubieran sido dos decisiones acertadas en un día en la que la situación meteorológica ya era catastrófica.

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Carlos Mazón ha sido señalado desde el primer momento como el principal responsable de la mala gestión de la tragedia, incluso del elevado número de muertos porque hay una mayoría que considera que no lideró, desde su cargo de máxima autoridad de la Comunitat Valenciana, la reacción necesaria para paliar los efectos de la mayor tromba de agua vista por tierras valencianas. Hay dos datos demoledores, recogidos en la encuesta de GAD 3 para LAS PROVINCIAS y ABC publicada la semana pasada: el 61% de los votantes del PPCV quiere que Mazón dimita y convoque elecciones, y sólo el 15% de los populares encuestados defiende que repita como candidato.

«Es momento de reconocer los errores propios. Permití que se generaran bulos por no dar explicaciones. No pedí la declaración de emergencia nacional porque el Gobierno nos avisó que así no tendría más medios, aunque el presidente de mi partido me lo aconsejó y tenía razón. Y sobre todo, mantuve la agenda de ese día. Es cierto, que con los datos de la CHJ y la Aemet, era inimaginable que el barranco del Poyo fuera una trampa mortal. Debía haber tenido la visión política de desplazarme hasta el lugar. Permití que se trasladase la idea de que el presidente estaba ajeno a la situación. Sé que cometí errores y lo reconozco. Voy a vivir con ello toda mi vida. Mis errores no fueron por cálculo político ni mala fe. No supe de los fallecidos hasta la madrugada del 30 de octubre», ha señalado durante su comparecencia de esta mañana.

Las palabras de Mazón son un viraje de 180 grados respecto a la entrevista que concedió a LAS PROVINCIAS con motivo del 9 d'Octubre. En ese momento, el presidente de la Generalitat defendió con firmeza que él nunca había dado ninguna orden a la exconsellera Salomé Pradas y que en ningún caso se debía desplazar al Cecopi o a Utiel, entre otras cosas, para no interferir en la gestión de la Emergencia. Mazón, además, defendió que estaba informado al detalle de lo que sucedía, por ejemplo, en Utiel con la inundación provocada por el río Magro. Mientras él mantenía la agenda, en plena comida, en Utiel ya había seis muertos en el barrio de la Fuente.

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Y ese es el gran error de Mazón, como ahora sí que ha reconocido en su última declaración, el de no desplazarse a Utiel o al menos intentar llegar, para estar en primera línea en la peor catástrofe vivida en la Comunitat.

La presión empezaba a ser insoportable sobre el jefe del Consell, especialmente después del funeral de Estado del pasado miércoles, donde fue el centro de los insultos y reproches de una parte de los familiares de la víctimas de la dana. Un trago, un punto de inflexión que cambió la mirada desde Madrid, donde el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ya mandó a sus emisarios, como la portavoz en el Congreso, Ester Muñoz, para que Mazón empezara a madurar la posibilidad de dejar su cargo.

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Muñoz dejó la puntada con hilo tras una pregunta sobre la posible dimisión del presidente de la Generalitat: «Es una decisión muy personal que tiene que tomar él». Un mensaje con un poso muy parecido a aquel que dejó Esteban González Pons un 9 d'Octubre cuando dijo que la fiesta «terminaba a las cuatro» en plena ebullición del caso Gürtel.

La gestión del 29 de octubre de 2024 fue un rosario de errores centrado en la carencia de liderazgo, en la bisoñez del círculo de confianza del presidente en casos como estos y en la ausencia de reacción en un momento en el que Mazón podría haberse presentado como el referente indiscutible en la Comunitat. En las proximidades del presidente siempre ha faltado un estratega con peso y recorrido. El tiktok siempre fue hambre para mañana. De la cima al dintel de la dimisión, en tres actos.

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El gran error de Mazón, sin duda, fue no haberse desplazado a Utiel para situarse en primera línea durante la inundación del barrio de la Fuente a orillas del río Magro. La imágenes de À Punt y los vídeos que corrían por whatsapp eran motivo suficiente para no haber ido a comer con la periodista Maribel Vilaplana o haberse levantado de la mesa en el caso de que ya hubiera empezado el almuerzo. Ese fallo derivó en todo lo demás, en unas consecuencias que ahora mismo son insoportables.

El análisis político no aguanta que un presidente de la Generalitat no fuera capaz de ponerse al frente de motu proprio del operativo en una situación como la del 29 de octubre y que ninguno de sus asesores tocara a la puerta del reservado del restaurante para, con luces largas, aconsejar que el almuerzo se había terminado, que estaba el coche oficial en la puerta y que había que poner rumbo a Utiel ante la desgracia que ya se vivía. Una imagen de ese barrio inundado era suficiente para calibrar el tamaño de la catástrofe. Eran poco más de las tres de la tarde del 29 de octubre, tiempo suficiente para reaccionar.

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Mazón, en la entrevista concedida a LAS PROVINCIAS y que este periódico llevó a su titular, dijo: «Jamás le di una orden a Pradas ni para convocar el Cecopi ni para activar la UME ni para mandar la alerta». Una declaración más propia de sede judicial, porque con la ley en la mano el jefe del Consell no tiene ninguna responsabilidad sobre las órdenes de la emergencia, pero una condena política y social por una falta evidente de liderazgo. Mazón reconoció en la entrevista que estuvo al tanto en todo momento de la situación extrema al teléfono con Pradas -novata e inexperta en la cartera de Emergencias- y a pesar de todo, no dio el paso para suspender el almuerzo. Ahora, la exconsellera, ante el terremoto judicial que se avecina y el giro de los acontecimientos, ya ha cambiado el discurso para señalar que el presidente estuvo informado de todo, incluso de que se iba a mandar un Es-Alert.

Al inmovilismo presidencial durante el almuerzo se une el ovillo de versiones dadas por el presidente sobre la tarde del 29 de octubre, con horarios cambiantes, declaraciones inconsistentes y un paseo de varias etapas desde el restaurante hasta el Palau -con novedades tan antiestéticas como las del parking- y 37 minutos de silencio, justo en el momento en el que el aforo del Poyo saltaba por los aires en Riba-roja.

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La ausencia de Mazón fue clave para debilitar su relato. Un presidente debe serlo y parecerlo. El argumento de que él no tenía que dar las órdenes y que eso es una función de los responsables de Emergencias hace que se tambalee su posición. Una salida hacia Utiel hubiera puesto a Mazón en la primera fila de la reacción ante la catástrofe, aunque se hubiera quedado varado en El Rebollar o en el viaducto de Buñol. Mejor atascado que ausente. Mompó y Bernabé, al menos, intentaron llegar a Utiel.

Ese paso para situarse en primera línea hubiera refrendado su figura presidencial y, llegando o no a Utiel, hubiera sido el gran argumento de peso para exigir responsabilidades a la Aemet por sus inconsistentes predicciones meteorológicas y, especialmente, a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), que falló de manera estrepitosa en la alerta sin advertir a tiempo de que la destrucción y la muerte bajaba en forma de miles de metros cúbicos por segundo por el obsoleto aforo del Poyo.

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No es creíble defender que no había datos sobre la maraña de ramblas que rodean el barranco cuando la primera persona invisible la tarde de la dana fue el propio presidente de la Generalitat. Un mensaje camino de Utiel hubiera sido un argumento sólido para, con razón, pedir responsabilidades a aquellas instituciones que no ofrecieron la mejor información la tarde del 29 de octubre. ¿Por qué la Comunitat no tenía el mejor sistema de seguridad sobre avenidas como sí tiene el Ebro? ¿Por qué no se decretó la alerta roja por parte de Aemet con varias horas de antelación? ¿Por qué delegación del Gobierno no ordenó cortar carreteras antes de la trampa mortal para muchos conductores? ¿Por qué la CHJ tardó más de dos horas en remitir la alerta sobre el Poyo de las 18:43 cuando el mensaje anterior era de una bajada evidente del caudal? ¿Por qué la activación de la UME se demoró tanto? Preguntas que Mazón podría haber defendido con fortaleza siempre que hubiera suspendido su agenda gastronómica.

La pérdida del relato político de Mazón se fraguó esa misma tarde porque su ausencia era un pesado lastre ante el Gobierno de Pedro Sánchez, que tan sólo tuvo que huir de Valencia para evitar la quema. La ira, entendible por la desesperación de aquellos momentos, cambió de bando. Sánchez, con las botas limpias y bajo el paraguas, inició una huida a escobazos que le ha salvado. El Mazón ausente nunca podrá tener un cara a cara con el presidente del Gobierno para recriminarle la falta de ayudas los días después de la dana, el abandono de los valencianos y la demora en la ejecución de unas obras que hubieran paliado los efectos de la riada. Sánchez, un superviviente de la política, siempre guardará en la recámara la misma pregunta: «¿Y dónde estaba usted la tarde de la dana?» Y la respuesta nunca será mejor que la pregunta.

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El caso Mazón, sus errores el día de la dana, son un manual perfecto sobre una falta de liderazgo de la máxima autoridad de un territorio, que quedó desasistido. Al final, el propio presidente, aunque haya sido el último en hacerlo, no ha tenido más remedio que reconocer que fue incapaz de ver la situación que se vivía el 29 de octubre y que no estuvo a la altura de lo que se le exige al presidente de la Generalitat.

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